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Nada, lo único que podías escuchar en aquella habitación fueron leves sollozos.

Hiro se sentía impotente, incomodo, pues claramente no sabía que decir o como consolar a aquel chico de edad semejante. Se sentía mal, solo veía como Miguel sollozaba e intentaba inútilmente limpiar cada lágrima que salía de sus orbes.

Hiro no resistió más, ver al moreno en ese estado le dolía hasta él. Lo tomó de sus hombros; pues no estaba lejos de él, además, no podía cruzarse de brazos y dejar llorar a su  ❝ amigo ❞ o ¿Si? Por supuesto que no, le destrozaba y dolía.

Miguel estuvo estático unos segundos, sus mejillas comenzaron a calentarse y sus lágrimas resbalaban en silencio que se había formado una vez que fue envuelto en los brazos del nipón. Reaccionó y corresponde dio el abrazo, apegándose más al cuerpo contrario, dejando que sus fosas nasales se inundaran en la exquisitez y frescura del olor embriagante que emanaba en Hiro.

(…)

Los días habían pasado, el joven nipón regresó a casa, después de varios análisis y chequeos en aquel hospital.

Todos los amigos de Hiro habían sido notificados por el trágico accidente, todos estaban tristes pues su pequeño amigo no los recordaba y si parecieran, ni los reconocería. Pero valía la pena intentarlo…

Por lo menos tenían que dejar en claro que el nipón tenía más amigos…

Aunque Hiro no los recuerde.

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