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Los días para Miguel pasaban como el tiempo entre sus dedos, como si esta se hubiera convertido en el agua que chorrea por sus manos.

Ya no tenía tanto tiempo, había aclarado ciertos puntos con los chicos; quienes entendieron perfectamente la preocupación del moreno, estuvieron de acuerdo a no lastimas a su joven amigo, tenían que ser delicados.

Su primera prueba fueron las imágenes de Honey que guardaba en su galería, el grupo de adolescentes nerd's, junto con el amante de los comic's.

—¿Recuerdas algo?— preguntó interesada la rubia, aquella chica que era una genio con las mezclas químicas, miraba al menor de los Hamada con un semblante realmente preocupado. No deseaba que su joven amigo, en camino a un gran futuro con su pasión a la robótica, fuera lastimado física y psicológicamente.

—Y-Yo... creó que recuerdo algo, ah, no estoy muy seguro...— titubeo el pequeño azabache, mirando aquellas imágenes que le demostraban que aquel grupo que tenía, eran sin dudar alguna, sus grandes amigos —Ne-Necesitaré verlas un poco más de tiempo y... creo que podré recobrar un poco de mi memoria— volvió a pronunciar, dejando una pizca de esperanza en los jóvenes amantes de la ciencia.

Todos suspiraban aliviados, la joven rubia inmediatamente envió aquellas imágenes en una USB que entregó a Hiro, para que él las viera cuando este se le apeteciera.

A lo lejos estaba el mexicano, traía su guitarra en mano y sonreia ladino por ver los rostros alivianados de los amigos de su novio. Sabía que no era su momento, sabía que tenía que esperar para que el joven de rasgos asiáticos llegará; por lo menos, a reconocerlo.

Tomó su guitarra, se dispuso a caminar entre las frías calles de esa noche, que ocultaba sin pena alguna la luz de la resplandeciente luna llena. Tenía que esperar, tenía que saber cuando era el momento de estar frente al asiático. 

Esperaba para que el dichoso día llegará pronto...

AmnesiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora