|| Epílogo||

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Días habían pasado, por lo tanto la recuperación del mexicano no había obtenido complicaciones y fue inmediata su recuperación. Actualmente se encuentra bajo la supervisión de un medico particular; contratado por la familia Frederickson, y quien se encargaba de la completa recuperación del trigueño.

Claro que cierto amante de la robótica era quien frecuentaba mas al mexicano, visitándolo cada que podía; por no decir todos los días, y tratar de estar el mayor tiempo posible con el mexicano. Incluyendo la visita diaria del mismo Baymax que acompañaba al azabache para dictarle su diagnostico mas detallado y concreto; esto claro, a espaldas del doctor encargado del mexicano.

Para este punto, Hiro siempre que deseaba tener un momento a solas con Miguel para poder darle noticia de su memoria devuelta. Pero cada intento pasaba en desgracia.

Sea visita o una repentina interrupción a su revelación, eran en vano si siempre cortaban esa manera al medio asiático.

── ¿Todo bien? ── preguntó el trigueño, al notar la mirada ida del azabache ── ¡Hiro! ── le llamó, tomando un de sus manos al percatarse que su acompañante, hacía caso omiso a su llamado.

── Mhh… ── respondió atendiendo al llamado del mexicano.

Miguel le sonrió, su melancolía lo atacó, mirando al asiático que lo miraba con aquel brillo tan bonito en sus ojos.

Al igual que aquel día.

El mexicano tomo con delicadeza la mano del azabache, otorgándole un casto beso en los nudillos de esta, haciendo sonrojar a Hiro de sobremanera.

Quería decírselo, necesitaba soltar esa noticia que tanto le carcomía el corazón.

── Miguel ── murmuro el Hamada, mirando fijamente esos ojos color chocolate que tanto atrapaban su atención ── Yo… yo quiero decir que… ── trato de decir, teniendo la mayor de las valentías, que ni siquiera los soldados de la reina Isabel, pidieran combatir con tal sentimientos, que en ese momento sentía Hiro.

Su martirio comenzó.

── Hiro ── interrumpió el mexicano, acariciando con dulzura la mejilla de su acompañante y sonreírle de la misma forma al demostrar sus sentimientos más íntimos a su persona favorita ── No importa, el aquí, y el ahora sí ── habló, mirando como las pequeñas lagrimitas en Hiro, comenzaban a recorrer sus pómulos sonrosados ── El ahora se debe de vivir. Crearemos mas recuerdos, de los cuales ya no olvidarás, ni con la mayor de las amnesias ── hablo con aquel deje de añoro, quitando las lágrimas que soltaba el Hamada.

Hiro se restregaba en esas suaves caricias que le proporcionaba el Rivera, como si de un mínimo en busca de afecto se tratase.

── Quiero besarte ── declaro Miguel.

Hiro rió bajo ante la repentina declaración del menor. Tomo la otra mano del Rivera, dejándolo en su otra mejilla, acercándose al mexicano, quien acariciaba esos pequeños y alborotados cabellos que se escapaban por su nuca, entre sus dedos.

── Puedes besarme todas las veces que quieras, Miguel ── susuró Hamada antes de cualquier contacto con los labios del moreno.

El trigueño no espero mas a juntar sus labios, en un rico beso tierno, algo torpe y con mugas emociones andando por las mentes de ambos.

── Te amo, Hiro ── susuró Miguel, una vez que se había separado de ese tierno y magnífico beso que le había dado al asiático.

Hiro no pudo contestar, el sentimiento lo avergonzaba, por lo que abrazo a Miguel, acurrucandose en su pecho, tratando de que este no mirara su sonrojo.

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