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Miraba una luz, una luz que le era bastante difícil seguir, por lo deslumbrante que era. Pero... ¿Y si era una salida?, ¿Y si después de aquello podía ir a verlo a él, abrazarlo, besarlo, decirle lo que sentía a pesar de lo que había sucedido?

Tenía que intentarlo, debía de intentarlo y estaba dispuesto a ir a esa luz tan cegadora y cálida, solo para verlo a él.

Corrió, corrió lo más que pudo para que esa luz fuera más grande, más fuerte, más brillante y más cálida. Y una vez que la atravesó, sintió un pesar inundar su cuerpo completamente, su voz apenas y podía percibirla, apenas y sentía el vibrar de sus ojos en un intento de abrirlos.

     ── ¡E-Esta despertando! ¡Esta despertando! ── escuchó una voz chillona, una voz que trataba de reconocer, pero sus sentidos auditivos eran apenas encendidos por lo aturdido del momento. A pesar de apenas poder abrir los ojos.

Y una vez que la acción de poder abrir los ojos completamente, parpadeó un centenar de veces, acostumbrándose a la luz y que su visión fuera de lo menos borrosa posible.

     ── ¡Los ha abierto! Los abriste, Miguel ── volvió a escuchar.

Se sentía aturdido, confundido, con escasos recuerdos que apenas podía procesar, el recuerdo de su repentino desmayo y los sueños que vio una vez cayó inconsciente.

     ── ¿Qué...? ── murmuró apenas audible, hasta que el recuerdo de Hiro golpeó su mente, rápidamente sus ojos se abrieron de par en par, y de igual modo deseaba incorporarse, pero lo detuvieron en pleno intento, y por primera vez deseaba llorar de felicidad ── ¡Hiro! ── exclamó, al ver que era el propio azabache quien lo recostaba de igual manera.

Miguel tomo las albinas manos, algo lastimadas y con vendajes envueltas en estas.

     ── Estás... bien ── sollozo el trigueño, tomando al de nívea por su cuello y juntar sus cabezas, en un movimiento suave y cuidadoso.

Por parte del Sanfransokiano, simplemente atino a sonreír, acariciando de manera tierna la mejilla del mexicano.

     ── Gracias a ti estoy aquí ── susurró para el Rivera.

El mexicano no pudo más, y solo pudo abrazar al mitad asiático. Estaba feliz de que su pequeño genio de la ciencia estaba bien, estaba a salvo y estaba con él.

Pero ¿Cómo?

Ambos se apartaron y antes de que el mexicano pudiera articular palabra alguna, el mismo Hiro hablo.

     ── Honey, Gogo y Wasabi nos ayudaron a salir del edificio. Fred se tuvo que quedar a ayudar a la policía y a las personas afectadas ── resumió el amante de la robótica.

Miguel atino solo a ver a los presentes, desde la tía Cass mirándolo de manera tranquila, aliviada y feliz, hasta Fred, quien se encontraba sentado en uno de los sillones individuales, de igual modo aliviado, con algunos raspones leves en el rostro y el cabello desaliñado, aunque esto no era tanto visible y menos al tener su gorra puesta.

     ── ¡Ay Miguel nos diste un susto! ── exclamo Honey Lemon, abrazando de una vez al trigueño.

     ── Lamento haberlos preocupado mucho, chicos ── respondió apenado Miguel, y se sintió culpable al ver lo lastimados que todos los presentes; a excepción de tía Cass, estuvieran en ese estado.

     ── Debes ser mas cuidadoso Miguel. Se nos hizo demasiado difícil desalojar a las personas como para que tu solo fueras por Hiro ── comentó Wasabi.

Y fue que en ese momento, no pudo evitar mirar al azabache y sonreír por saber que estaba bien, que estaba con él a su lado, que seguirían juntos, como ahora, o como hace algunos meses, antes de que el mitad asiático tuviera un cuadro de amnesia.

Fijo su mirada en la mano albina, y enseguida la tomó, haciendo que Hiro mirara al mexicano y su mirada parase justo en sus manos juntas. La sensación era cálida, era acogedora, era especial y sentía una enorme felicidad de poder tomarla justo ahora, con ese calor que solo podía emanar ambos calores, a pesar de que era la mano del moreno quien sudará con levedad por el nerviosismo que sentía al tomarlo de la mano.

      ── Tendré más cuidado a la próxima ── respondió el trigueño, sonriendole al asiático.

── No habrá próxima vez para ti ── anunció el Hamada, apretando el agarré

Causando una risa pequeña en el mexicano.

── Supongo tienes razón ── respondió con ese deje burlesco.

Esto era lo que ambos querían, era lo que ambos añoraban, era el simple hecho de estar juntos ahora.

AmnesiaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz