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Los días y tu estadía aquí, en Santa Cecilia era por lo que me despertaba en las mañanas temprano, emocionado por volver a ver uno de tus inventos novedosos que podrían gustarle o impresionar a la gente.

Eras un chico tan egocéntrico, que sin querer yo alimentaba esa hambruna que te pedía tu ser, mientras que tu hermano Tadashi, siempre me mostraba alegre y muy halagado por mi impresión ante sus inventos novedosos.

Eran los hermanos más brillantes que me pudiera haber topado.

Era una gran relación, una relación el cual se fortaleció a medida que pasaba el tiempo con ustedes, pero más que nada contigo, Hiro.

Hasta le contaba a mi familia de ti y tus grandiosos artefactos innovadores. Y ellos curiosos decidieron conocerte a ti y a tu hermano.

Aquella cena fue tan acogedora, a pesar de la tensión al principio dada por mi mamá Elena, Tadashi y tú se la fueron ganando conforme seguían platicando con ella y los demás, abriendo paso mi familia a que ustedes se integrarán en nuestra casa, ya que ustedes pagaban un hotel a dos horas lejos de aquí.

Nosotros emocionados sin dudarlo ni un segundo gritamos eufóricos aunque claro, primeramente era tu hermano quien tenía que tomar dicha decisión. Al principio no era aceptado tan fácilmente por Tadashi, ya que a él no le gustaba causar molestias en casas ajenas; pero mamá Elena, al haber agarrado tanto cariño de ustedes; y sin contar su tremenda "desnutrición alimenticia", insistió y claro, por qué no, agregar la tremenda amenaza con la arma mortal que cargaba por sobre sus pies.

Fue gracioso e impactante para mi, que a Tadashi no le dieron más opción que aceptar, con la condición de ayudar en la casa, si debo aclarar.

Los días no volverían a ser iguales ante su estadía en la morada Rivera.

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