Capítulo 22. Imogen Le Brune

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Narrador

Nueve años atrás

Imogen se sentía la mujer más feliz de todas en ése momento.
Por que además de tener al hijo más hermoso y maravilloso que jamás hubiera podido imaginar, justo esa noche planeaba celebrar sus gloriosos y tan esperados veinte años de matrimonio junto a nada más ni nada menos que el hombre más dulce, cariñoso y atento de todos.
Gabriel Agreste.

Su vida era perfecta.

O al menos, así lo sentía ella.

Imogen era dichosa, se sentía dichosa...

Adrien se había quedado a dormir en la casa de su mejor amiga, dándole así, una noche sólo para dos.

La señora Agreste estaba entusiasmada y muy nerviosa, vestía un hermoso vestido azul marino que acentuaba sus curvas y había pasado horas perfeccionando un suave maquillaje que fuera prefecto para la ocasión.

Su brillante cabello rubio se encontraba recogido en un moño poco extravagante y formal, mientras que en sus pies, unos delicados zapatos de tacón de color negro con brillantes querían ser protagonistas por lo hermosos que eran.

Todo estuvo listo justo a la hora adecuada.

El comedor presumía de bellas luces provenientes de velas de todos los tamaños y en sus pisos recientemente pulidos, pétalos de rosas se encontraban esparcidos sobre cada pequeño centímetro de suelo negro. Sobre la mesa un blanco mantel hacía de fondo para un costoso juego de cubiertos de plata y una pequeña cajita negra con detalles en rojo que participaría como regalo.

Imogen observó una vez más la escena, cerciorándose de que todo estuviera perfecto.

Y lo estaba.

Volvió a mirar el reloj que colgaba en la pared de la sala y su corazón se puso un poco más nervioso. Ya era hora.

Su amado no tardaría en aparecer por esa puerta y eso la entusiasmaba.

¿Cómo reaccionaría ante todo aquello? ¿Qué diría?

Imogen tomo una profundo respiración con la intención de relajarse y tomando asiento en uno de los sofás de cuero negro que ambos habían elegido, se dedicó a esperar.

Primero fueron sólo unos pocos minutos de retraso, pero cuando estos se convirtieron en horas y no había rastro del hombre, Imogen comenzó a preocuparse.

¿Le habría pasado algo malo?

¿Un accidente de carretera, quizá?

La mujer se sentía morir al ver las manecillas del reloj moverse a tan alta velocidad y sin que llegara el momento de que su esposo apareciera por aquella puerta.

Transcurrió una hora, luego dos, tres, cuatro... Y sin darse cuenta la noche ya había pasado y ella aún seguía esperándolo.

La comida ya estaba fría, las velas derretidas por completo y la alegría al cero por ciento cuando finalmente el reloj marcó las seis y el picaporte de la puerta hizo un leve movimiento.

Imogen saltó inmediatamente de su asiento, colocándose de pie y puso toda su atención en el hombre que entraba a tropezones a la sala con un cuerpo inestable y una sonrisa en sus labios.

Imogen no era tonta, sabía lo que pasaba. Su dulce y atento esposo venía ebrio hasta la médula.

¿Cómo era posible?

La furia invadió de repente su cuerpo y a pesar de que trataba de mantenerse calmada, tanto el estado actual de su marido como  el hecho de que parecía haber olvidado aquel evento especial con el que ella tanto había soñado durante tanto tiempo sólo la hacía rabiar más.

No lo sabrá Jamás (Marichat, Adrinette) [TERMINADA]Onde histórias criam vida. Descubra agora