Capítulo 28

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Mientras él acababa de pintar la pared Este de un azul pastel, yo retocaba las esquinas de la ventana de la siguiente pared, mirándolo a hurtadillas y deseando que a quien pintara con aquel cuidado y dedicación fuera a mí, pero no con sus manos si no con su lengua.

Para Ysolde, sigue con lo que haces, pero ya era tarde, había pintado parte del cristal de la ventana mientras pensaba cosas húmedas y gratificantes.

Empecé a reírme, y se giró para saber la causa. Los dos nos partimos de risa mirando el estropicio del cristal y sin previa motivación, la brocha de Dylan me manchó la nariz.

–¡Ah! –Dije sorprendida–. ¡Ahora verás!

Me lancé sobre él con mi brocha en mano intentando mancharle la cara, pero cuando quise darme cuenta, él ya me había pintado una "D" gigante en la parte delantera de mi mono, como si del mismísimo Zorro se tratara.

Volví al acecho, pero él siempre paraba mis acometidas, resultando yo más manchada que él en el proceso.

Y me dije que eso no podía ser, y salté sobre él, me restregué con el propósito de mancharlo al menos la mitad que yo, y se me ocurrió acercarle la nariz a su cara y compartir la suciedad.

Pero nos besamos, y ya no luchábamos el uno contra el otro, luchábamos juntos por mantenernos unidos. Un beso dio paso a otro, y a otro más intenso, mientras sentía como desgarraba mi mono y en el camino caía el suyo al suelo.

Le toqué por todas partes, le agarraba como si me fuera a caer por un precipicio si no conseguía mantenerme erguida junto a él, y una vez que fuimos libres de los monos manchados, me levantó la camiseta buscando mis pechos y lamió mis erectos pezones tal y como hizo el día anterior.

Me dejé llevar mientras me tumbaba en el suelo y se colocaba sobre mí. Yo gemí, vaya que si gemí, su lengua era como un torbellino sobre mis pechos redondos. Lentamente, con sus manos calientes, bajó los cortos pantalones y junto a ellos mi ropa interior, dejando mi piel tiritando al compás de sus suaves caricias sobre mi centro, que ardía a fuego lento.

No podría describir todo lo que me estaba haciendo sentir, pero intenté corresponderle buscando su pecho, sus contorneados músculos, su tensa piel. A bandazos conseguí que se desprendiera de su camiseta, y mientras, él procuraba que todas sus caricias se centraran en mi clítoris y su lengua en mi boca. A malas penas pude sostener mis manos en su fuerte espalda mientras me recorría el éxtasis más intenso que jamás me había recorrido desde la punta de los pies hasta la cabeza.

*****

De repente cambió todo, y ella se colocó sobre mí, derramando sus besos sobre mi cuerpo, empezando por mi boca hasta llegar al pecho, donde se entretuvo acariciando el pelo de mi pecho y poco a poco siguió bajando hasta el borde de mi pantalón. El cual permanecía en su sitio aún.

Con presteza quitó el botón y bajo la cremallera, mientras mi sangre hervía de pura dicha. Ysolde cogió entre sus manos mi pene, que erecto, se presentaba voluntario para batallar, y suavemente tiró de él arriba y abajo, haciéndome rugir con la delicadeza de sus manos.

Cerré los ojos de gozo, no pudiendo creer que esto estuviera pasando. Gemía y me miraba viéndome gozar con sus movimientos, y yo no podía más que dedicarle mis más profundos rugidos de satisfacción.

Mientras me miraba, descendió su cabeza hasta que sentí como su mano abandonaba mi miembro erecto y pasaba a rodearlo con su caliente boca, que era prieta y cómoda. Empecé a sentir como mi gozo se estiraba y tiraba de mí hacia ningún lugar, pero no quería que eso terminara ahí. Así que la cogí hasta tenerla enfrente de mí, y besándola ardorosamente la coloqué bajo mi cuerpo.

Despacio, coloqué mi rodilla entre sus piernas para separarlas y alejándome de su boca, hundí mi polla en su coño, y vi en sus ojos el calor que se reflejaba en los míos. Capturé un gemido de su boca mientras seguía bombeando dentro de ella, lentamente y sin prisas.

*****

El placer que Dylan me hacía sentir era indescriptible, y cada vez que su pene entraba en mí, balanceaba mis caderas contra él, haciendo la penetración más profunda. A cada empellón, me sentía más cerca del cielo, más cerca de Dylan. Hasta que el ritmo se aceleró, y las acometidas que disfrutábamos iban al mismo compás que nuestro pulso.

Aquel momento era único, y mi corazón latía al ritmo de una canción que no quería reconocer, una canción enamorada.

Mientras que el calor invadía nuestros cuerpos, y los músculos se tensaban a la espera de el éxtasis final, su boca inundó la mía, buscando comprensión, buscando calor, buscándome a mí.

Y me encontró. En la boca. En el cuerpo. En los huesos. Siempre que me buscara, me iba a encontrar.

Juntos y a ritmo en nuestros gemidos, pulso y respiraciones, nos dejamos llevar hacia nadie sabe dónde, hacia el más puro goze, hacia la felicidad más absoluta.

*****

Cuando nuestro pulso se relajó, y nuestras respiraciones acompasadas por el ardor del momento volvieron a ritmos normales, miré a Ysolde, que tenía los ojos aún abrumados por el deseo y las mejillas coloradas por el esfuerzo y pensé que ella era perfecta.

Era perfecta aún con la cara manchada de pintura azul pastel, aún cuando se le veían restos de deseo y entrega en los ojos, en los labios, en la piel. Ysolde era completamente perfecta tal y como era.

Si era realmente sincera, la habitación había quedado horrible. Se había cumplido mi pronóstico de "cambio drástico y total" que yo quería. De ser una habitación con las paredes totalmente blancas ha pasado a una pared azul pastel y otra pintada a trasquilones y con un cristal manchado.

Pero si hablamos de mí, en los términos más sinceros posibles, también había experimentado otro cambio drástico y total. Había tenido una sesión de sexo intenso y gratificante con Dylan Hoyt. Y no sólo eso.

Dylan estaba en mi cama.

El jodido Dylan Hoyt en persona.

Dylan, con su cabello de color ébano, sus ojos rasgados, su musculatura de ensueño...

Te puedes quedar [Resubido, sin terminar]Where stories live. Discover now