Capítulo 19

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Había evitado descontrolarme a la hora de vestirme, así que me había decantado por algo sencillo, una camisa de cuadros azules sobre una camiseta de tirantes blanca y mi jeans favoritos, quería que me aportaran seguridad.

Me había sentado al fondo del Hot Grill, y ya me había pedido un té cargado, sé que en nada me ayudará el excitante cuando lo vea entrar por la puerta, solo aumentará más mis latidos, pero tenía mucha capacidad trabajando bajo estrés. Calenté mis manos con la taza humeante mientras soplaba el contenido.

Recibí un mensaje de texto de Haley, a la que hacía días no había visto el pelo. Mi amiga, esa loca, había aceptado vivir con Richard en el apartamento de él, con lo que yo me quedaba sola en el apartamento, y también con el alquiler. Ese pequeño giro del destino que me empujaba a tomar una decisión que no me atrevía a coger.

Ni siquiera lo vi entrar, y no es que se dijera que yo podría haberlo reconocido. Vestía vaqueros y camisa ceñida, pero también unas gafas oscuras –muy propio de él– pero también un sombrero de cuero, que me recordaba a una película de Jhonny Deep. Se sentó frente a mí y me sonrió.

No pude ni decir palabra.

En ese momento, una de las camareras, una señora mayor, se acercó y le tomó nota. A mí no se me escapó que él había pedido uno de los cafés más concentrados de la cafetería.

–¿Cómo estás? –me dijo retirándose las gafas y dejándome que me perdiera en sus ojos.

–Bien –parece que había recuperado el habla– ¿y tú?

–Volviendo a mi día a día.

Le pegué un trago largo de mi té, quemándome la lengua y la laringe en el proceso, lo que le provocó risas disimuladas.

–Te encanta, ¿verdad? –no soportaba que se rieran de mi, y el ya lo había hecho dos veces.

–¿Qué te pasa? ¿Aún no me has perdonado? –dijo con una sonrisa lobuna. Já, como si fuera a perdonar la chulería que se traía solo porque me sonreía. Pues sí, esa sonrisa podía conmigo, pero no quería dejárselo ver, así que puse mi mejor cara de póker.

–Ya te he perdonado, pero finge mejor que no te estás riendo –le dije evitando reírme yo.

La camarera trajo su café, y su olor llenó el espacio entre él y yo.

–¿Por qué querías que nos viéramos?

–Tengo algo que proponerte.

Levanté una ceja con suspicacia, ¿algo que proponerme? Perdonadme, pero no me fiaba ni un pelo, era el diablo con un disfraz de carnero, un carnero muy sexy.

–¿El qué? –le dije dándole vueltas a mi té y fijando la mirada en la taza.

–¿Tienes algo que hacer el miércoles?

¿El miércoles? Pues tenía dos opciones, o hacer las maletas para mudarme o sacar el dinero para seguir pagando el apartamento, nada especial. Y ahora que Haley me había abandonado, no me quedaba más remedio que decidir.

–Todavía no lo sé –le contesté con cautela y con misterio.

–¿Conoces París?

–No, la verdad es que no –le dije.

–¿Que dirías si te invito a ir?

–¿Qué?

¿Enserio me lo estaba preguntando? París, una nueva ciudad que explorar, ¿era esa la señal que el destino debía darme? No me lo podía creer.

–El miércoles tendría que viajar a París para reengancharme al tour de mi banda, y me preguntaba si querías ir.

–¿Yo? ¡¡Por supuesto que quiero ir!! –sí, esa era yo súper ilusionada–. Quiero decir, que cualquiera querría ir, es París –intenté hacerme la digna, pero no pude.

–¿Entonces vienes? –me dijo con una nota de esperanza en la voz.

A París, el miércoles y con Dylan Hoyt. Y yo con un apartamento del que me iban a echar en unos días, con todas mis cosas dentro y sin saber a dónde ir. Vine a California con un petate con cuatro mudas y mi cámara de fotos, nunca me había gustado viajar con mucho peso. ¿Sería esta la decisión hacia la que me empujaba el destino? Viajar a Paris con él sería una aventura para mí, aunque no sucediera nada entre los dos –cosa que yo había decidido sin tener pruebas de que yo le gustara–. Podría liarme la manta a la cabeza y beber vino con los franchutes, y pasear por las calles de París. Si, esa era yo convenciéndome solita de que me tenía que ir con Dylan.

–La verdad es que tengo un par de asuntos que zanjar antes, pero sí, me voy contigo.

Su sonrisa se hizo más abierta, y pude ver lo relajado que se tomaba el café, hasta ese momento no me había fijado en lo tenso que estaba, hasta que yo le contesté. ¿Sería esa una señal de que le gustaba?

*****

Y yo que creía que poseía más cosas.

Sobre la cama descansaban dos maletas llenas de ropa, incluidos zapatos y chaquetas. Y yo que pensaba que tenía un buen fondo de armario…

Faltaban horas para el viaje y poco a poco –la verdad es que no quería dejarme llevar por el pánico– iba recogiendo mis cosas de un apartamento que iba a abandonar. Haley también hacía mudanza, y se alegró un montón al saber que iba a conocer París, su ciudad favorita, pero no le conté que dejaba el apartamento y, tal vez, Los Ángeles para siempre.

Te puedes quedar [Resubido, sin terminar]Kde žijí příběhy. Začni objevovat