Capítulo 7

67 4 0
                                    

– ¡Ya era hora de que llegaras! –me dijo Marga al otro lado de la carretera.

Crucé rápidamente y llegué hasta ella con cara triste, disculpándome con un abrazo le ofrecí un café en un vaso de cartón de una conocida empresa.

–El café que me has traído no te excusa –dijo apartándose su pelo rizado y pelirrojo de la cara en un intento de parecer digna–, te lo agradezco, pero me tienes mosqueada.

–Lo sé, lo sé. ¿Es allí? –dije señalando a un edificio de ladrillo visto de dos plantas y destartalado.

–Si, menos mal que no cobra por horas.

–Pero, ¿a qué está rico el café? –dije, intentando llevarla a mi terreno.

–Si, pero vamos ya –me dijo Marga abriéndome la puerta de metal.

El sitio estaba en penumbras. Se olía a humedad y suciedad, y el polvo suspendido en el aire me impedía el respirar bien, tanto, que tosí unas cuantas veces. Parecía bastante amplio, pero eso sí, muy sucio.

–La verdad es que vamos a necesitar unas semanas para adecentarlo, pero conseguiremos un buen resultado.

–Yo me apunto, pero ¿qué planeas hacer.

–No quería decírtelo de sopetón, pero…– Marga hizo una pausa demasiado larga para mí.

– ¿Pero qué?

–¡Voy a ayudarte a exponer!

–¡¿Qué?! –dije sorprendidísima–. ¿Exponer? ¿Yo? –Exponer. Esa gran palabra, quizás no signifique nada para ti, pero para mí es la meta de mis sueños. Todo el mundo hace fotos, pero se quedan en recuerdos en un álbum que recordar con amigos y familia, algo que solo se queda para la privacidad. Yo me había formado durante muchos años, me había pateado muchas academias donde ser admitida y seguir aprendiendo. Había hecho fotos aquí y allá, con diferentes objetivos y filtros, cuya tarea me había ocupado muchas horas. Todo lo que soñaba era enseñar mis fotografías públicamente, y una galería entera para mí sola implicaba la consecución de mis sueños.

Me recorrí el ancho del edificio dando saltitos de alegría y dejándome embargar por la felicidad. Me había costado tanto llegar a ese punto, que vaya, qué más da que se me escaparan unas lagrimitas de pura felicidad. Abracé a Marga como tropecientas mil veces, la besé y la zarandeé.

No me lo podía creer, y estaba tan contenta que apenas escuché mi teléfono, que estaba sonando en ese momento. Lo agarré como pude, intentando ver a través de las lágrimas que contenían mis ojos, y acepté la llamada.

–¡Tengo una exposición! ¡Tengo una exposición! –dije de manera atropellada y si respirar.

–Para un momento, ¿qué? –me dijo Haley.

–¡Voy a exponer! Una galería entera para mi solita.

–¡Pero eso es genial, Ysolde!

–¿A que si?

–Estoy tan contenta por ti, ¡esto hay que celebrarlo!

–Por supuesto, y es más, ¡invito yo! –dije toda emocionada.

–Esta noche, no hay más que hablar.

Después de unos quince minutos, preparé un plan rápido para esta noche, cena y discoteca, y colgué sonriente el teléfono.

Marga se acercó a mí y me llevó por todo el edificio. La planta baja era todo un espacio abierto, en ella se apilaban viejas máquinas y mesas, lo que me hizo suponer que se trataba de una antigua fábrica. La planta superior era una sencilla pasarela de metal que recorría las cuatro paredes. A primera vista me parecieron debiluchas, pero seguro que a Marga se le ocurriría algo.

Luego me mostró el plan, un detallado desglose de todas las modificaciones que aquel edificio iba a sufrir. Vaciado, limpieza, pintura y decoración entre otros. Aquel lugar se veía oscuro y sucio, pero conseguiríamos dejarlo lustroso.

–Sé que suena mal, pero cuanta más mano de obra gratuita consigamos, mejor quedará. Mi mecenas no anda bien de dinero, y me ha costado mucho preparar esto.

Volví a darle las gracias por todo, y tras apuntar en mi agenda todos los detalles que íbamos a necesitar, cogí mi Canon y capturé el interior del edificio tal y como estaba, con su suciedad y su maquinaria olvidada, a saber desde hacía cuanto.

Regresé al coche tras despedirme de Marga, y conecté la radio. Dejándome llevar por la canción que sonó, moví todo mi cuerpo, cerrando los ojos y disfrutando de esa sensación. Aquella que sientes cuando ves que tus sueños se van a cumplir y que por el momento, no tienes ninguna posibilidad de estropearlo.

Cuando abrí los ojos, algo llamó mi atención en el asiento del copiloto. Eran unas gafas, negras y de marca. Eran unas Ray-ban. 

Te puedes quedar [Resubido, sin terminar]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن