Capítulo 12

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– ¡Guau! ¡Qué casoplón!

¿Casoplón? Qué va, una pedazo de casa lujosa a reventar es lo que era. Si ya me había sorprendido la zona en la que vivía, la casa no lo hacía menos. Y eso que en Los Ángeles ya se sabía que los famosos vivían en cualquier esquina y a todo trapo, pues no, me había sorprendido.

Me guió por un camino de cemento hasta una puerta de madera imponente. Tras ella, un recibidor blanco impoluto te saludaba con miles de cuadros y de esculturas. No tenía ni idea de que coleccionaba arte, pero su casa lo decía a gritos, así que me abstuve de preguntar para que no quedar como una completa idiota.

– ¿Quieres sentarte? –dijo señalándome a un grupo de sofás tapizados en el centro de la salita.

Me senté y noté automáticamente lo mullidos que estaban los cojines, era como estar en las nubes.

–¿Quieres tomar algo?

–Agua por favor –y entró a la cocina dejándome ante el gran televisor que estaba enfrente de los sofás. El mueble donde estaba –todo de diseño, por supuesto– había un montón de portafotos llenos de recuerdos. Me levanté y fui a observarlos de cerca.

En uno de ellos se veían a dos niños pequeños, muy rubios y muy sonrientes, en otra, un gran grupo de personas en lo que parecía una reunión.

–Puedes poner la televisión si quieres –me dijo desde la cocina.

–Sí, ¿por qué no? –me dije en un susurro y batallé con unos de los mandos que había. Nada, que no encontraba el que accionara la televisión. Subí y bajé las persianas, encendí el aparato de música, y dándome por vencida, me tiré en el sofá pensando que hacía en aquella casa.

Cuando Dylan salió de la cocina, encendió el televisor, que casualmente estaba en un canal que emitía solo noticias de última hora. Y entre ellas, la de un tiroteo en MOONLANCE, la discoteca de la que acababa de salir escopeteada.

Me quedé con cara de sorpresa mientras escuchaba la noticia. Volví a mensajear a Haley, quería asegurarme de que ella estuviera bien.

*****

–Así que te vas de viaje –le dije, tras una pequeña excursión guiada por su casa, y después de haber visto unas maletas preparadas.

–Si, en unas horas –me dijo sonriendo.

–¿Unas horas? –levanté las cejas incrédula–. Será un viaje dentro del país, ¿no?

–En realidad es a Europa -me dijo, queriendo evadirse del tema.

–Guau, ¿y vas a aguantar unas catorce horas de viaje sin dormir nada?

–Tengo el café para ayudarme a eso.

Ya, claro, café y algo más, seguro –pensé desconfiadamente.

–Ven, quiero enseñarte mi habitación –me dijo subiendo por las escaleras.

–No gracias, quisiera volver a casa.

–Ven –dijo agarrándome del brazo, y provocando una chispa eléctrica. Retiré mi brazo sorprendida y me acaricié la zona. Le miré, no parecía haberlo notado, y sonriente me esperaba para subir.

Su mirada era muy provocadora, y me incitaba a acompañarlo, aunque aquello fuera una locura. Pero recobré el juicio y taché esa idea de mi mente.

–De acuerdo –dije subiendo el primer peldaño de la escalera.

Su habitación era blanca y bien estructurada, una de las paredes era toda una ventana acristalada, otra pared estaba totalmente dominada por un armario. Sobre la cama había un cuadro de un tiburón. Me encantó estar en esa habitación –y más cuando él había pasado toda una noche en la mía, tenía que compensarme–, y ver que tampoco se diferenciaba mucho de la mía, eso, si no cuento mi desorden ordenado que sólo yo entendía.

Era bastante grande, del tamaño del salón de mi apartamento, y bastante confortable.

–Y ahora si quieres, te llevo a casa –dijo con las llaves en la mano. 

Te puedes quedar [Resubido, sin terminar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora