Capítulo 15

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- ¡Está siendo todo un éxito! -me dijo Haley abrazándome.

La galería estaba llena, y mi corazón -por qué no decirlo- se encontraba de la misma manera. La gente caminaba por el recorrido admirando mis fotografías, y poco a poco se acercaban a mí para darme la enhorabuena. Casi tocaba el techo con las manos de lo feliz que me encontraba.

Tenía una copa de champán en las manos que me temblaban, y bebía compulsivamente. Pero no parecía importar, la gente se fijaba en mi trabajo y no en mí como persona -lo que era de agradecer, sinceramente hablando-.

Haley y Ricardo -cuya relación no se podía categorizar, o al menos ellos no querían hacerlo- se hallaban junto a mí, y me sonreían cada vez que los miraba, como dándome ánimos y fuerza para seguir allí de pie el escrutinio de los invitados. Algunos de los galeristas más reconocidos de Los Ángeles, se encontraban allí. En serio, no sabía el poder de convocatoria que tenía Marga, pero le tenía que dar las gracias cada vez que la veía.

-Enhorabuena -me dijo Charlie, que se me acercó a darme un beso pegajoso en la mejilla. Pude oler el perfume que llevaba, que era sutil pero se te quedaba prendido en la nariz.

-Muchas gracias -le dije, intentando evadirme de él. Desde la noche de la discoteca -y desde la confirmación de que no era gay, había estado muy encima de mí, algo que no estaba dispuesta a soportar-. Elegantemente se alejó a seguir contemplando mis fotografías.

Me acerqué a la barra, parándome en el camino a saludar a todos los que me lo pedían, resaltando una u otra fotografía que les había encantado. Pedí otra copa de champán en la barra, cuyo camarero me ofreció, no sin antes guiñarme un ojo. ¡Vaya! Si que tenía suerte últimamente.

Marga se me acercó, diciéndome que había varios interesados en algunas de mis fotografías, y que creía que no se irían sin comprarlas. Mi sonrisa se hizo el doble de grande al escucharlo, y es que, como para no hacerlo. Pero empezaba a notar que tantas cosas buenas a la vez no harían más que llamar a las cosas malas, y me hizo cambiar la cara rápidamente. Cameron se me acercó y me cogió de la cintura, me dio un discreto beso en la mejilla y se quedó a mi lado, sosteniéndome.

Cameron y yo llevábamos varias semanas quedando juntos, más por todo aquello que teníamos en común que porque verdaderamente nos atrajéramos. Quedábamos para dar paseos y para sacarme de la galería cuando ya no podía más -cosa que le agradecía un montón-, es decir, que estaba actuando como un buen amigo, pero yo sospechaba que conteniéndose a hacer nada más por mi evidente pasotismo sobre el tema, y por Charlie y su manía por estar encima de todo.

Me acariciaba el brazo lentamente, creando una rutina en mi piel, casi como deseando que no me olvidara de su contacto, y mientras, yo seguía mirando las reacciones de la gente conforme entraba, que por cierto, no paraba de entrar gente -todos ellos invitados por Marga - a los que no conocía.

Hasta que lo vi a él, que vestía el mismo traje de chaqueta que la noche de la discoteca, ¿qué estaba haciendo allí? Mi cuerpo se quedó rígido, cosa que no pasó por alto Cameron, quién me miró extrañado. Pero yo no tenía ojos para él, sino para Dylan, cuya entrada creó una expectación sólo propia de dioses griegos.

Cambié el peso de mi cuerpo varias veces compulsivamente antes de que llegara hasta mí. Andaba seguro y decidido, tranquilo pero a la vez muy agresivo, como si dijera todo el tiempo "aquí estoy yo", algo de lo que antes no me había fijado. Me miraba a mí y sólo a mí, ni siquiera prestaba atención a la mano de Cameron agarrando mi cintura o a sus dedos en mi brazo.

-Hola -dijo tomándome la mano libre y plantándome un beso. A todo esto, yo estaba con la boca abierta y las mejillas encendidas.

Cuando por fin liberó mi mano -y yo pude cerrar mi boca del asombro- se quedó en frente de mí, como si sólo estuviéramos él y yo en la sala.

Te puedes quedar [Resubido, sin terminar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora