Cap 6

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Me había quedado dormida en el piso, el dolor que recorría cada parte de mi cuerpo me hacían totalmente inútil, no podía mover ni un solo gramo de mi cuerpo. Sin darme cuenta ya me había dormido y tenía pesadillas sobre el frio y duro piso.

Me despierto muy lentamente, me cuesta abrir los ojos y el dolor en mi piel se ha hecho cada vez más pesado. Poco a poco me pongo de pie, y por cada movimiento duele y arde horriblemente mi piel. Con pasos pequeños y demasiados lentos camino hasta a cama. Me aviento al colchón gimiendo de dolor, quiero volver a dormir pero antes de cerrar los ojos las puerta se abre.

El sujeto de pelo gris entra a la habitación con un cuchillo en la mano y una veladora en la otra. Los puso en el suelo cerca de la cama. Empujo mis pies hacia abajo y me acomodo boca arriba, con un lazo volvió amarrar mis manos que se juntaban en medio de mi pecho, estaba totalmente amarrada, desprotegida.

Toma la veladora y la pasa por mis rostro lleno de pánico, después por mis manos, mis costillas, mi vientre y la coloca en medio de mis muslos, saca el encendedor de su bolcillo y prende la veladora. Puedo sentir el calor en mi piel.

Toma el cuchillo hace lo mismo, lo pasa demasiado cerca de mi rostro para sentir el filo, lo pasa por mis manos, mi clavícula, mis costillas, mi vientre y lo deja arriba de la llama de la veladora. Estoy otra vez llorando, el miedo por fin me ha dominado.

Levanta mi blusa y pone el cuchillo en mi estómago, está demasiado caliente que me arde la piel, el dolor sale en forma de grito, pero teniendo la boca tapada solo se escucha un ruido invadiendo las esquinas del cuarto, cuando el cuchillo se enfría un poco lo vuelve a poner en la veladora, cuando está caliente lo pone en mi pierna y esta salta del calor, pero él la toma y aprieta el cuchillo quemando la piel.

La cera caliente de la veladora cae lentamente sobre mis muslos, sudo, sudo por el calor que quema mi piel, por el esfuerzo en vano que hago para salir de esta pesadilla, sudo de desesperación.

Con una mano pone el cuchillo en la veladora y con la otra toma mis muñecas. Cuando el cuchillo esta otra vez caliente rápidamente sube mis manos arriba de mi cabeza y aprieta el cuchillo en mi clavícula. Grito, me retuerzo de dolor. Lo aleja y lo vuelve a poner en la veladora, después lo pasa por mi cuello, mi mejilla, mi frente, lo baja por mis labios. Lentamente lo baja por en medio de mis pechos hasta mi ombligo. Lo vuelve aponer en la veladora. Un fuerte grito sale de mi garganta cuando su cuchillo corta mi muslo izquierdo. Es inútil seguir gritando, simplemente me trago el dolor, apretando mis ojos, imaginándome que nada de esto está pasando. El dolor está en la mente, el dolor es imaginario.

Deja el cuchillo caliente sobre mi pansa ya quemada dejando que la sangre escurra por mi piel. Apaga la veladora y la quita de mis muslos, ya está a la mitad, ¿cuánto tiempo duro esta tortura para que una veladora llegara a la mitad?

Toma el cuchillo y sale de la habitación, dejándome otra vez, yo y mi dolor solos en la oscura habitación,

Ahora el dolor no me deja dormir, las lágrimas caen por mis mejillas y temo que me quedare seca. Pero antes de intentar hacer cualquier otro movimiento el sujeto vuelve a entrar, y mi corazón se detiene al ver el látigo que trae entre manos

-levántate- ordena el hombre, pero me siento tan débil que no puedo mover ni un hueso -¡Que te levantes!- vuelve a ordenar, sin más opción me intento sentar en la cama ya que tener las manos amarradas no sirven de mucha ayuda. Con mucha dificultas me pongo de pie pues el dolor en mi muslo incrementa a cada segundo, y mi piel recién quemada arde al roce de mi ropa. – estúpida niña, eres una puta y estúpida niña – dice, mientras mi cuerpo tiembla de dolor y sobre todo de temor.

Sin previo aviso el tipo me avienta contra la pared opuesta a la puerta, hace una señal indicándome que le dé la espalda, temblorosamente le obedezco y recargo mi frente contra la pared. Puedo escuchar como el hombre estira el látigo dando un seco ruido al aire. Puedo imaginarme lo que viene a continuación, cierro los ojos y muerdo con todas mis fuerzas el trapo sucio que tengo en mi boca, entierro mis uñas al trapo que une mis muñecas.

-bien perra, jugaremos un poco- dice el tipo, y mis piernas empiezan a fallar.

Un grito convertido en gemido sale de mi garganta al sentir el látigo desgarrar mi piel, es un dolor indescriptible lo que siento. Una y otra vez siento el látigo azotar contra mi espalda. Y una y otra vez mis gritos son callados por el trapo, que aunque lo apriete fuertemente no amortigua el dolor.

Mi cuerpo se retuerce con cada azote, puedo sentir caliente mi espalda, me estoy desangrando. El dolor aumenta cada segundo y el ardor me mata lentamente, cuando se detiene me deslizo sobre la pared hasta el suelo. Quiero y deseo morir, no soporto el dolor.

-límpiala y cúrala, mañana vendré a verla- dice el sujeto y escucho sus pasos al salir de la habitación

Mis ojos lentamente se abren y un quejido sale de mi garganta al sentir unos brazos rodear mi cuerpo. Muevo mi cabeza lentamente y veo a Kevin, su rostro muestra vergüenza y sus ojos tristeza. Mueve mi cuerpo intentando levantarme y al momento me paralizo al sentir todo el dolor en mi cuerpo. Con dificultad me sienta en la cama y quita delicadamente el trapo de mi boca como el de mis muñecas.

Limpia mis heridas con los mismos trapos sin importar que estuvieran sucios o llenos de mi saliva. Termino llorando por el dolor que siento cada que roza mi piel. Cuando termina de limpiar la sangre de mi espalda limpia la de mi muslo, dejando completamente rojos de sangre los trapos.

Cuando Kevin sale de la habitación intento acostarme en la cama, pero el dolor que siento en la espalda y el ardor que siento por las quemadas solo logran hacerme llorar, me acomodo de modo que pueda descansar y sollozando intento dormir de nuevo

-ayúdenme por favor- suplico en pequeños murmullos- ayúdenme

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