Cap 11

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Mi alma se despierta pero mi cuerpo no desea reaccionar. Con los ojos cerrados recuerdo mi instancia en este lugar, recuerdo mi vida, recuerdo mi yo, recuerdo solo recuerdo.

¿Qué es lo que espera de mí? ¿Por qué tanto dolor? Estoy harta de esto, de sufrir, de llorar, de agonizar. Estoy harta de las voces que hablan en mi cabeza, hablan y hablan diciendo un millón de cosas. Mi mente es un caos de ideas, y quedarme dormida en el piso no fue una gran idea, mi columna se queja dolorosamente. Las voces aumentan de volumen y muevo incómodamente en el suelo, lo que me provoca gemidos de dolor.

-ya la despertaste- una voz femenina suena en mi mente, perfecto estoy alucinado

-yo no fui, fuiste tú- un hombre le contesta, pero las voces no están en mi cabeza

Me levanto de golpe al sentir la presencia de alguien más en el cuarto. Mi columna duele, es como si alguien la presionara contra mis costillas, el dolor es sofocante pero soportable.

Miro por todos partes buscando en el cuarto pero hay dos personas sentadas frente a mí. Estoy muerta de miedo, pero tengo el sentido común suficiente para quedarme quieta.

Me observan desde el otro lado de la habitación en silencio. Todo parece paralizarse por un segundo. ¿Cuánto tiempo llevan aquí? Nos miramos un rato más, aunque entre cierro los ojos un poco para identificarlos, no lo logro. Nunca los había visto.

Trago saliva y con poca energía hablo.

-Soy Natalie- tartamudeo intentando cortar la tensión que se había formado en el pequeño cuarto.

-Soy Jorge y ella es Blanca - contesta tímidamente el chico, como si tuviera miedo de mí, como si yo le fuera hacer algún daño.

-¿Cuánto llevan aquí?- pregunto sabiendo que no llevaba mucho tiempo desmayada.

-no lo sé, después de un tiempo pierdes el control de todo- la voz frágil de la chica tambalea con cada silaba.

Sobresalto al escuchar la puerta abrirse, el tipo entra con un arma en la mano, apunta directo a mi frente. Se acerca tan rápidamente que solo llego a sentí el olor que desprende su ropa. Apesta a sangre, a asura, a alcohol.

Mi corazón se acelera tanto que mi pecho sube y baja rápidamente. Da unos pasos quitando toda distancia entre ambos. Quita el seguro del arma y la recarga justo en medio de mi frente. Cierro los ojos y escucho el palpitar de mi sangre.

Este es mi fin, se acabó, así termina, con un simple disparo. El sonido del arma disparándose es peor que un trueno, retúmbale entre las paredes y deja la habitación en un rotundo silencio.

-vamos a jugar Natalie - dice John. Y aunque es muy tentador niego con la cabeza. - vamos solo es un simple juego. – me intenta convencer pero no conozco a los otros jóvenes y entre el tabaco y el alcohol el sexo juvenil no se haría esperar. Ambos teníamos 16 años, ambos éramos novios, ambos éramos felices. – vamos a jugar.

Abrí lentamente los ojos volví en sí,  el tipo estaba parado frente a mí. Con el arma aun en su mano. Por inercia toque mi frente, no tengo ningún agujero, y no hay sangre, nunca me disparo.

Toma de mi pelo y me jala de mi cuero cabelludo, pataleo y lo intento rasguñar pero no hay reacción alguna, me lleva hasta el pie de la cama.

Sus ojos están llenos de furia, detalladamente se ven las llamas arder dentro de ellos. Es el mismo diablo.

Avienta el arma a la cama y aprieta los dientes, el rechinido que estos hacen me provocan escalofríos. Escalofríos de miedo.

 El primer golpe da en mi pómulo, el segundo justo en el ojo. Gotas de líquido caliente recorre mi rostro hasta llegar al suelo, gota por gota, la sangre forma un charco ante mis pies.

Una patada en la columna hace que me retuerza por el dolor, otra patada en la costilla me saca la mitad del aire.

Me protejo poniéndome en posición fetal pero las patadas siguen llegando a mi estómago.

Sangre sale de mi boca. Al fondo veo la pared borrosa con el agujero de bala.

Una patada en mi cara, justo en la boca, uno o dos dientes se me rompen, escupo los pedazos y la sangre. Duele, duele demasiado.

Me vuelve a tomar del pelo y da un golpe más en mi pómulo ya herido.

Caigo al piso herida y desangrada, la visión es borrosa pero en una esquina esta Blanca llorando mientras Jorge la abraza para que no vea la brutalidad de la que son testigos.

El ojo en el que me pateo se cierra completamente, mi pómulo no deja de sangrar.

La espalda se convierte en mi propia tortura, un dolor extremadamente asqueroso, no soy doctor pero sé que tengo una costilla rota, y por el dolor de cada parte de mis huesos sé que no volveré a escapar.

-vamos a jugar- dice el tipo antes de volver a violarme – vamos a jugar.

SecuestroWhere stories live. Discover now