Cap 22

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Estoy frente a la cabaña, mi alrededor está lleno de pinos y gente uniformada caminando y corriendo por todas partes, salen y entran de la casa de madera tomando fotos y huellas dactilares. Otros ponen cintas amarillas en los pinos rodeando el perímetro, otros más toman apuntes en sus libretas, nadie me pone atención, solo corren de un lado a otro, bajo la vista y observo mi vestimenta, solo tengo una blusa de tirantes sucia y rota con un short roto, pero no tengo frio. El descolorido cielo invernal apenas tenía opciones de iluminar el lugar. Mis piernas y manos descubiertas están llenas de moretones y mugre.

El mismo policía que me saco de la cabaña, se pone alado mío, y me regala una pequeña sonrisa

-pronto llegaran los médicos- dice - por cierto, deberías de marcarle a tu madre, está muy preocupada por ti.

-lo hare- le susurro y el asiente.

Un uniformado corre hasta donde estamos, esta agitado y le cuesta respirar, alcanzo a leer en su gafete Sánchez. Sánchez pone sus mano en las rodillas para tomar aire suficiente para hablar.

-Alfred, deberías de ver esto- dice entre respiraciones

-¿Qué pasa?- dice Alfred y sigue a su compañero

-los encontramos- contesta Sánchez

Todos, todos corren hasta la misma dirección que Alfred y su compañero Sánchez han tomado. La inercia y la curiosidad me hace caminar siguiendo aquellos que se has quedado atrás. Rodeamos la casa para llegar a lo que sería el patio trasero. Pero este está lleno de patrullas y uniformados corriendo de un lado a otro. Se puede ver una camino por el costado de la caballa, donde me imagino entraron las patrullas. Y por donde escape alguna vez sin ningún resultado.

Todos corren dirección al bosque y yo camino detrás de ellos.

Pasamos varios árboles y al avanzar varios metros dentro del bosque los policías me observan, pero no hacen nada para detenerme, veo al oficial Alfred admirando el paisaje frente a él, camino silenciosamente hasta su lado, lo que veo me deja atónita.

Llegamos a lo que es un circulo enorme rodeado de pinos.

En medio tumbas, cientos de tumbas, es un panteón improvisado, las lapidas solo son pedazos de maderas donde tienen anotados nombres, , cada tumba tiene un nombre diferente y fechas, dos fechas. Del día que los secuestro al día de su muerte, unos no pasaban de dos días, otros duraban un par de meses. Mire cada tumba con detalle. Mujeres y hombres enterrados a tres metros bajo tierra. Pero esas dos tumbas, solo esas dos tumbas provocaron un escalofrió total en mi cuerpo, mi piel se en frio, mi mundo se paralizo, mi corazón se olvidó de palpitar.

BLANCA MENDOZA (23 DE MARZO 2012- 28 DE DICIEMBRE 2012)

JORGE LEZAMA (09 DE ABRIL 2013- 13 DE OCTUBRE 2013)

Caigo sobre mis rodillas y entro en colapso y desesperación, suplico y ruego por que no sean ellos, que estén aun dentro de la caballa, que no sean los mismos.

-¿te encuentras bien?- pregunta el oficial

-por favor dígame que ya encontraron a Jorge y a Blanca- le digo entre lagrimas

-lo siento mucho, pero no encontramos a nadie más en la cabaña, tú eras la única ahí dentro

No lo puedo creer, en verdad no lo puedo creer, esas imágenes, todas esas impactantes y horribles escenas pasan por mi mente, imágenes en mi cabeza. "la única ahí dentro"

Yo era la torturada, yo fui insultada, era yo la golpeada, todas aquellas ocasiones en las que Jorge sufrió era yo la que recibía las heridas, pero sobre todo yo fui la violada.

Nunca hubo una Blanca, nunca hubo un Jorge, solamente una Natalie, una inútil y violada Natalie

El oficial me levanta y caminamos por el bosque de regreso a la cabaña, las hojas y ramas en mis pies lastiman, pero ya no siento dolor, en mi mente solo retumba la voz del tipo, su aliento, su tono, sus palabras.

-imbécil, hija de perra- el tipo me gritaba

-eres una bastarda, inútil- me insultaba

-miserable, repugnante mierda- me ofendía

Violada, torturada, humillada, ¿Dónde está Dios, cuando estas en el infierno?

-NNOO-grito al bosque, esas tumbas solo se burlan de mi

Es captado el mensaje. Mi tortura era el desenfoque mental, mi violación las esperanza del mañana.

El oficial me levanta y me ayuda a caminar. Al salir de entre los arboles observo la cabaña, toda echa de madera, antigua y elegante, perfecta para unas vacaciones de verano en el bosque o perfecta para torturar a las personas sin que nadie te escuche.

Camino por en medio de las patrullas, la ventana trasera de una patrulla llama mi atención. Me detengo y miro que la imagen frente a mis ojos, es mi reflejo.

Me miro a través de esa ventana, aquel reflejo aun poco notable, remoja mi alma de lágrimas y dolor. Mi cabello está sucio, maltratado y seco, mi piel es pálida y tiene demasiados moretones, mis ojos no tienen brillo y están rojos por el llanto que no para, mis labios están resecos y partidos, me veo más delgada de lo que entes era, no he comido por días así que me imagino baje de peso, toco mi cien izquierda, tiene una enorme cicatriz sobre la ceja hasta el parpado. Es la misma que a Jorge se le hiso con la charola. Los cortes con el cuchillos están en mis brazos y no en los de Jorge, miro en mi mente la tortura de Jorge. Solo que ese no era Jorge, era yo.

Checo mis manos y mis pies desnudos, cicatrices y moretones por todas partes, marcas de cigarrillos en las palmas de las manos.

Si comparo a la Natalie que festejaba sus 17 años con el reflejo frente a mí, juraría que no son las mismas personas, pero trágicamente somos la misma persona.

-acaban de llegar los médicos, deberías ir a que te revisen- me dice el oficial Alfred al ver que me reviso

-¿Cuánto?- murmuro - ¿Cuánto tiempo llevo ahí dentro?

Miro los ojos del oficial, no quiero que me mienta, quiero y necesito saber cuánto tiempo paso, aunque sus ojos me reflejan lastima vuelvo a preguntar
-¿Cuánto tiempo ha pasado?
-seis meses y medio
-¿no fue más tiempo?
-no, sólo seis meses
-juraría que fue más
-para los mortales como yo en el mundo el tiempo puede pasar volando, pero a los ángeles como tú, este infierno es una vida eterna.

Días, semanas, meses. Seis meses y medio. Pasamos un eternidad en el inframundo porque no estamos conscientes de cómo transcurre el tiempo.

Desvió mi mirada del oficial y camino hasta la ambulancia cerca de la cabaña.

Dejo que los paramédicos me revisen aunque no contesto a ninguna de sus preguntas. Me limpian las heridas y me dan un poco de alcohol.

Mi piel transpira el alcohol, y automáticamente la piel lastimada arde, pero no siento dolor.

Dolor, no hay dolor, mi piel está muerta, junto con mi corazón, con mi alma, con mi vida, con mi virginidad.

Observo en cámara lenta el cómo las patrullas salen y se alejan de la cabaña, una ambulancia se acerca a la puerta de la cabaña en reversa, el piloto y el copiloto bajan y abren las puertas traseras. Cuatro personas salen de la caballa cargado una camilla.

Me levanto de la ambulancia y me fijo en la persona de la camilla. O más bien en el cuerpo putrefacto de Kelvin cubierto a la mitad con una bolsa negra. El tipo ni siquiera tuvo la decencia de enterrarlo.

Cuando la ambulancia se aleja con el cadáver de la única persona que me pudo a ver ayudado, caigo sobre mis rodillas y miro al piso.

En esos días, los días de mi secuestro, conocí una versión del infierno dilatada por el tiempo y condimentada con el temor y la angustia.

SecuestroWhere stories live. Discover now