Capítulo II: Whalien 52.

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«¿Cómo se retoma el hilo de toda una vida? Cómo seguir adelante cuando en tu corazón, empiezas a entender que no hay regreso posible, que hay cosas que el tiempo no puede enmendar, aquellas que hieren muy dentro, que dejan cicatriz».

[Frodo Bolsón, el Señor de los Anillos]

Draco estaba sentado en el alfeizar de la ventana que había en el cuarto de invitados de Pansy. Un café caliente y humeante reposaba a su lado, recordándole que un nuevo día había comenzado y que tenía que hacerle frente a demasiadas cosas. En el otro lado, la última edición de Corazón de Bruja. Le lanzó una mirada rápida y suspiró.

Sabor a libertad, rezaba el título.

Pansy se había sentido completamente ofendida cuando lo había visto, había entrado en cólera y casi lanzó la revista al fuego de la chimenea, pero Draco lo impidió. Él no podía evitar que se formase una sonrisa irónica en su rostro. ¿Libertad? Eso era algo que hacía mucho tiempo que no sentía.

¿Cómo ser libre cuando llevas viviendo cuatro años de tu vida en un zulo? ¿Cómo sentir libertad si hace años el Wizengamot decidió que no se la merecía? Quizá ese era su castigo, tener unas cadenas invisibles que nunca se romperían. Una parte de él sabía que seguramente nunca volvería a experimentar lo que llamaban libertad. Por lo que tanto se había luchado a lo largo de los años. Justicia, lo llamaron algunos.

«La libertad es una de las razones que nos hace personas. Si no somos libres, ¿qué nos queda?»

Eso era lo que había escuchado decir desde que era pequeño. Una especie de mantra que tenía su madre cuando veía a su padre consumirse, cada vez más, bajo el mandato y la sombra de Lord Voldemort.

¿Cómo se debía sentir ahora?

Era la pregunta que se había formulado una y otra vez a lo largo de la noche. Dando vueltas en el colchón y pensando en todas esas horas en las que había estado sentado en el sofá. Sus primeras horas siendo un hombre libre. Sus primeras horas fuera de Azkaban. A pesar de que sabía que lo deseaba, Pansy no hizo ninguna pregunta, no le recordó malos momentos y no le obligó a rememorar nada que pudiese afectarle a pesar de lo mucho que habían hablado a lo largo de la tarde el día anterior. Como siempre ella sabía qué temas podía tocar y cuales debía evadir por un tiempo hasta que él se sintiese capaz de pronunciar una palabra acerca de ellos.

Tomó un sorbo de su café, notando como el amargo sabor de ese líquido negro se fusionaba con el sabor de la canela que surgía gracias a los polvos que Pansy había añadido. Café con canela, su mezcla favorita de café o el que recordaba que lo había sido años atrás. No pudo evitar que en su cara se dibujase una sonrisa, pequeñas cosas como esas era de las que más había extrañado en su estancia en Azkaban. Se giró hacía la puerta cuando escuchó unos golpes en esta y el ruido de las bisagras al moverse, dejando ver a Pansy tras la madera.

—Tenemos que ir al Ministerio —avisó ella y no parecía feliz con la idea.

—¿Por qué? —preguntó.

—Debemos arreglar unos cuantos papeles —explicó con simpleza y se dio media vuelta.

Suspiró antes de levantarse y salir de la habitación. Antes de bajar entró al baño y se miró al espejo, observó su pelo, ahora corto gracias a Pansy y su habilidad con las tijeras, también pasó una mano por donde había estado una barba días atrás y se mojó el rostro con agua para tratar de despertarse un poco y quitarse la mala cara que tenía. Tras secarse y aceptar que por mucho que se mirase no podría borrar las marcas que esos años en prisión le habían dejado, bajó las escaleras y se colocó su abrigo, observando por la ventana como unas nubes negras cubrían el cielo. Parecía que Londres reflejaba en el cielo como se sentía el por dentro. Era una ciudad fría, húmeda y gris. Era como él.

Redención [Dramione]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن