Capítulo XI: Fantasy

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«Un barco no debería navegar con una sola ancla, ni la vida con una sola esperanza».

[Epicteto de Frigia]

Cuando Draco se sentó ese día en la silla frente a Heather algo se sentía diferente. Había días en las que todo parecía estar en blanco y negro. Una especie de vacío que le creaba un hueco en el estómago a Draco pero con el que había aprendido a convivir.

Heather se negaba a ponerle un nombre a esa situación por la que Draco pasaba, aunque ella sabía que era, Pansy sabía que era, Blaise sabía que era y el propio Malfoy sabía que era. Quizá algunos considerasen que eso no era adecuado y que debía tratarse pero en el complejo y caótico rompecabezas que Draco era, esos días donde no existían más colores eran lo de menos.

La psicóloga estaba feliz por cada pequeño avance que hacía con Draco, aunque parecía que todo iba a las mil maravillas y que pronto el chico volvería a ser quien era, todos sabían que eso no era así. Draco jamás volvería a ser el mismo, seguramente nunca podría hacer desaparecer a todos los demonios y por mucho que pareciera avanzar en terapia la realidad era completamente diferente.

¿Quién era su compañero? ¿Qué sintió con la muerte de su madre? ¿Qué pensaba cada día que pasaba en Azkaban? ¿En qué momento comenzó a tener esos días oscuros? ¿Qué cosas habían sucedido en aquellas frías paredes? ¿Era un paciente que estaba sufriendo las consecuencias de un aislamiento, incluso si estuvo acompañado por alguien? ¿Era ese hombre real?

Eran cientos de preguntas las que Heather no había conseguido dar respuesta. Cada una de ellas relacionada con una parte oscura y oculta de Draco. No eran cuatro años de sufrimiento, era todo un mundo encerrado en su mente. Sus años en Hogwarts, la situación en su familia, la guerra, el encarcelamiento, las pérdidas.

Y, claramente, uno de los temas tabú de las consultas, la única cuestión de la que Heather no había conseguido llegar a hablar ni siquiera dos palabras.

Hermione Granger.

Quizá ella era el pensamiento más recurrente de Draco en esos días que se sentía algo decaído. Los días donde no era capaz de sentir nada. Pero tratar de entender a Malfoy o de descubrir que pasaba por su cabeza en momentos así era como intentar retener todas las gotas de una tormenta en un vaso de cristal.

El solo pensar en ello terminaba resultando desolador.

—¿Cómo te sientes hoy, Draco? —preguntó la mujer, aunque ya sabía la respuesta.

—Bien.

—Hoy te voy a dar tres opciones —comenzó ella—. Podemos hablar de cualquiera de ellas pero elijas la que elijas debes estar dispuesto a recordar y contarme todo lo que puedas.

Draco asintió ausentemente, sus ojos grises perdidos en alguna parte de la pared detrás de ella.

—Tus amigos, la muerte de tu madre o Hermione Granger.

La cara del rubio se movió rápidamente y sus orbes se clavaron en las de la mujer, destellos parecidos a los de una tormenta reflejándose en sus ojos. Heather nunca lo diría en alto, pero de todos los pacientes que había tenido, Draco era el único que con una mirada podía asustarla. Había tanto dolor en sus ojos que era difícil mantener el contacto con sus orbes.

—¿Y si no me gusta ninguna de las opciones? —cuestionó con la voz dura.

—O elijes una o no avanzaremos. Irte de la sala tampoco es una opción —respondió Heather sin dejarse intimidar.

Draco apretó los labios formando una fina línea. Tras unos minutos los despegó y su voz flotó por la sala, dando a conocer su decisión.

—Mis amigos —pronunció, arrastrando las palabras con un deje de ironía.

Redención [Dramione]Where stories live. Discover now