1.- Itachi Uchiha

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La luna se asomaba sobre las calles de Konoha; esta noche era distinta a cualquier otra noche que haya habido, no era un noche como cualquiera, en donde las estrellas resplandecen con fulgor junto a la luna como si fueran gotas plateadas de metales brillantes, no; la luna no se mostraba con esplendor como su fuera la cosa más hermosa en toda la vida, no, ni la brisa soplaba cálida y refrescante con su melodioso sonido de voces susurrantes que hasta se creía que hablaba con los árboles cuando este chocaba con ellos, no... Las estrellas brillaban como armaduras de un guerrero sin pulirse por años, la brisa no era cálida ni refrescante, sino tan fría que calaba hasta los huesos, y la luna, oh la luna se escondía de tristeza aquella noche entre las nubes como si no quisiera seguir viendo lo que sucedía abajo en la tierra.

Como si el mismísimo cielo fuera la única presente ante un gran secreto que no podrá contar.

Las calles se encontraban desiertas, la gran mayoría se encontraba en sus casas resguardadas de la fría noche. Todo parecía relativamente tranquilo. Entre la penumbra aparece una pequeña niña con las mejillas humedecidas de tantas lágrimas que había derramado; no era mayor de 6 años, su cabello era de un extraño color rosado que no se ve en todos los días y sus ojos, tenía unos ojos sorprendentes color jade que si no fuera por la tristeza y dolor que expresaban serían esplendorosos. Lo cuestionable de todo esto era encontrar a una niña sola fuera de su casa a altas horas de la noche y más aún llena de raspones, arañazos y moretones, pobre niña.

—Papá —dijo ella, en un susurro ahogado. Apenas se le podía escuchar, en su tono de voz dominaba dolor y rencor de solo pronunciar ese nombre, al decir ese nombre siente como todo su ser estremecerse.

La chica de pelos rosados caminaba destilando un aura ausente, y sin rumbo fijo caminaba, se dejaba llevar hacia donde sus pies la llevasen.

Se encontraba perdida y sin deseos de regresar a lo que llamaba su hogar. No, ese no era su hogar. Su mundo se derrumbaba y con lo mismo solo deseaba estar sola. Ya nada le importaba, ahí en la oscuridad se había rendido a lo que sucediera.

Que sea lo que los demás quieran.

Hambrienta y con el frío mordiendo su piel daba pequeños pasos entre la oscuridad. Al tener la mirada hacia el piso terminó golpeando a alguien. Por ser respetuosa lo mira para pedir perdón, su sorpresa fue que al ver a la persona frente a ella. Se quedó congelando unos segundos mirando al chico de quizá algunos 13 o 14 años con el cabello de color negro como el cuervo, tenía una piel blanquecina y unos hipnóticos ojos color rojo carmesí con betas negras dentro del mismo.

No era sus ojos ni su mirada fría lo que la que le quitó el aliento sino su presencia misma, podía oler la muerte y peligro desprenderse de su ser mientras que en su ropa y una espada que traía en su mano se encontraba pintada con sangre.

Cualquier persona cuerda huiría o por lo menos gritaría, sin embargo ella no...

Rubí y esmeralda se encontraron largo rato.

La pequeña niña de cabellos rosados examinó su rostro con curiosidad, resignación y en cierto grado miedo. A pesar del peligro inminente frente a ella no sentía que fuera alguien peligroso, más bien... Como si sufriera.

— ¿Usted también quiere golpearme? —dice, la pequeña con aflicción marcada en su pequeño rostro sin dejar de derramar lágrimas como si de un riachuelo se tratase.

El chico estoico frente a ella gracias a sus años de experiencia escondió su sorpresa puesto que no se esperaba a tan altas horas de la noche a gente a su alrededor y mucho menos a una niña con curiosa cabellera; podía pasarlo de un borracho. Pero ¿una niña?

¿Lastimarla? ¿Por qué el la lastimaría?, si, estaba pero no tenía razón alguna para matarla aun cuando la sangre en su ropa muestre lo contrario. Mirándola con detenimiento captó raspones y hematomas que floreabas saltando sobre su blanca piel.

Sakura, el inicio de una kunoichiWhere stories live. Discover now