4.- Promesas y una sonrisa

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La estadía en Suna resultó ser más prolongada de lo que Itachi había anticipado, extendiéndose a cuatro días en lugar de los dos que originalmente había planeado. Durante ese tiempo, utilizó su Sharingan para manipular la memoria del Kazekage y sus guardias, borrando por completo cualquier recuerdo de su presencia junto a Sakura en el momento en que intentó atacar a su propio hijo. Hizo que creyeran que fue el propio poder de Gaara el que impidió el ataque, e incluso ordenó que nadie se acercara al niño durante esos días. De esta manera, protegió a Gaara y a Sakura, permitiéndoles jugar y entrenar juntos sin correr el riesgo de ser descubiertos, ya que el distintivo color de cabello de Sakura no había sido visto en ningún otro lugar, y él podía cambiar su apariencia facial fácilmente sin necesidad de genjutsu, dado que su rostro estaba registrado en el libro bingo de todos los países.

Itachi no se separó ni un segundo de ellos, especialmente para estudiar al niño que era el Jinchuriki de Shukaku. En el primer día y noche que pasó con ellos, Gaara parecía ser un niño desconfiado, mientras que Sakura, a diferencia de su timidez con Itachi, actuaba como una madre gallina protegiendo a su polluelo, tal vez debido a sus propias experiencias pasadas. Rápidamente notó que Sakura era la que hablaba más, mientras que Gaara era un buen oyente. Se enteró de que Sakura le contaba a Gaara que podía ver espíritus, algo que llamó su atención, ya que pocas personas poseían esa habilidad, y la mayoría de los que la tenían creían que era una invención. Sin embargo, Gaara parecía creer todo lo que Sakura decía, hasta el punto en que Itachi pensó que si Sakura le dijera que el cielo era verde, Gaara lo creería fervientemente.

Durante esos tres días, los dos se volvieron muy cercanos, al punto de que incluso durmieron juntos, con Gaara abrazando a Sakura como si fuera su peluche favorito. Itachi notó que la arena del Bijuu no reaccionaba a Sakura desde el momento en que ella lo aceptó tal como era, y que Gaara depositó su confianza en ella desde el segundo día, después de que Sakura le revelara que él era su hermano Itachi y que debía ser amable con él, ya que la había salvado en Konoha.

En el cuarto día, Itachi se aseguró de usar una vez más su genjutsu sobre el Kazekage, pero esta vez lo manipuló para que designara a alguien que se encargara de cuidar a Gaara, como un favor hacia Sakura, quien parecía preocupada por su nuevo amigo. Al final, eligió a Yashamaru, el hermano de la madre de Gaara, como el protector más adecuado, ya que demostraba un gran interés en cuidar a su sobrino.

En el día de la despedida, se encontraron en la puerta de la aldea, con Yashamaru a una distancia prudente y Gaara listo para despedirse de Sakura. Yashamaru observaba con cierto interés a Itachi, sin saber que bajo el disfraz que llevaba se encontraba un peligroso criminal. Sin embargo, su interés estaba principalmente en la niña de cabello rosado, a quien su sobrino había tomado cariño debido a su sinceridad.

Gaara se mantenía unos pasos detrás de la puerta de la aldea, pues no se le permitía salir. Su rostro mostraba seriedad, y parecía indiferente ante la partida de Sakura, de no ser por el leve rubor en sus mejillas al recibir su último abrazo de despedida.

—Nos volveremos a ver, te lo prometo. Siempre serás mi amigo, nunca te olvidaré — dijo Sakura. Aunque se sentía mal por dejar a Gaara solo con su desagradable padre, sabía que debía irse para comenzar su nueva vida junto a Itachi. No quería que Gaara pensara que su amistad era efímera, así que buscó algo con qué sellar ese vínculo. Después de un momento de reflexión, desató la cinta roja que Ino le había regalado como muestra de su amistad. Con cuidado, ató la cinta al brazo de Gaara.

—Esta cinta significa mucho para mí. Fue un regalo de mi primera amiga. Ahora quiero que tú la conserves, para que recuerdes que aunque estemos lejos, siempre seremos amigos — explicó Sakura.

Gaara observó la cinta roja en su brazo y la tocó con su otra mano. Apreciaba el gesto en silencio.

El tiempo que compartieron fue tan breve que ninguno quería separarse. Especialmente Gaara, quien sabía que en Suna nadie lo quería. Sin embargo, ahora tenía la esperanza de que no era el monstruo que creía ser, gracias a Sakura. Aunque una pequeña parte de él se sentía aliviada por su partida, las miradas de sorpresa, incredulidad e incluso odio que recibían de los aldeanos mientras caminaban por las calles y el mercado eran evidentes. Sakura notaba esto y abrazaba a Gaara para darle fuerzas, diciéndole que ignorara a aquellos que los miraban mal, pues ella y Itachi eran sus amigos. Aunque confiaba en ella, Gaara no podía evitar sentir temor de que los aldeanos intentaran alejar o lastimar a Sakura por estar con él.

Sakura, el inicio de una kunoichiWhere stories live. Discover now