Volví a marcar su número de teléfono, sabiendo que no iba a contestar.
Suspiré mientras saltaba su contestador y le mandé un mensaje.
Seb, por favor. Don me ha llamado diciendo que no vas al gimnasio desde hace dos semanas, tu agente me has dicho que has rechazado una entrevista. Por favor, habla conmigo.
Espere pacientemente su respuesta mientras me movía para no congelarme con el frío de Nueva York.
Te quiero.
Por favor Seb, tienes que hablar conmigo.
Lo siento.
No, no. No tienes que disculparte. Estoy en tu portal, ábreme. Prometo que no tenemos que hablar de ello si no quieres, podemos ir a tu cama y abrazarnos. No hablaremos si no quieres, pero ábreme.
No recibí respuesta pero minutos después escuché el sonido que me avisaba de que la puerta se había abierto.
Me refugié inmediatamente en el portal y fui hasta el ascensor. Comencé a quitarme la bufanda en cuanto las puertas del ascensor se abrieron.
Salí para encontrarme a Seb en condiciones lamentables en la puerta.
- Oh, Seb... Cariño.
Me acerqué a él para darle in abrazo. Se aferró a mi como si fuera su salvavidas.
Cerré la puerta del apartamento tras de mi sin que Seb me soltara. Me rompía el alma verle así.
Cuando se separó, lo llevé hasta el salón en silencio. Se sentó, muy quieto, mirándome.
- ¿Estás bien? Se que es una pregunta absurda pero necesito saberlo.
Sin pestañear, habló.
- No, no lo estoy.
Miré a mi alrededor y con un nudo en la garganta, comencé a limpiar las botellas de alcohol vacías y las cajas de comida rápida.
Por lo menos había comido.
Podía notar su mirada en mi mientras lo hacía.
Tiré la última botella de alcohol y le miré.
- Esas han sido demasiadas botellas.
- Una por cada día.
Dejé el abrigo en la silla apretando los labios.
- No puedes seguir así.
Él me miró y su voz sonó rota.
- No, no puedo seguir.
Me acerqué a él.
- Seb...
- No, me dijiste que estaríamos juntos siempre.
Me senté a su lado.
- Las cosas cambiaron.
- Pero yo te necesito.
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Noté el nudo en mi garganta y llevé mi mano a su cara.
- Está bien -dije con voz rota- vamos a darte una ducha.
- No quiero.
- Bueno, pero yo si. Ven.
Le cogí de la mano y le llevé al baño de nuestro antiguo apartamento. En el que habíamos estado viviendo juntos hasta hace dos semanas.
- Quítate la ropa -le dije.
Él me miró dolido porque antes era yo la que se la arrancaba siempre que podía.
Me acerqué a él y comencé a desabrocharle la camisa, mientras él me miraba atentamente.
- Quítate el resto y entra en la ducha. Te prepararé algo sano.
Él asintió y entró al baño.
Solté un jadeo de dolor y me doble, apoyando mis manos en las rodillas. Sollocé unos segundos, para luego apartarme las lágrimas con rabia e ir a la cocina.
Suspiré al ver su nevera prácticamente vacía. Debía hacer un milagro.
Saqué unas de las pocas verduras sin pudrir y llamé a Don en el proceso.
- ¿Estás con él? -dijo tan pronto como respondió.
- Si -dije casi sin voz- he conseguido que se duche. Don está muy mal, he tenido que recoger demasiadas botellas de alcohol y cajas vacías de comida rápida. La casa apesta y él está completamente roto.
- Lo se -dijo cogiendo aire- no se que mas hacer por él. Desde que os separasteis no es el mismo.
Solté un sollozo.
- ¿Estás bien? -murmuró.
- No, Don. Desde que perdimos el bebé todo fue cuesta abajo. Tuve que hacer esto por ambos.
- Lo se. Solo trata de ayudarle ahora... estaremos aquí para vosotros. Para ti.
- Si... te llamaré cuando me vaya.
Colgué el teléfono y le puse el caldo en un plato mientras limpiaba un poco el piso.
Seb entró al comedor y me miró.
- Te he preparado algo de comida.
Él negó y vi como sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.
- Seb, no... -dije mientras me pasaba lo mismo.
Fui a abrazarle.
- Te amo. No puedo soportar esto, te lo suplico, vuelve conmigo. No se ser si tú no estás.
Negué en su pecho.
- Lo siento, no puedo hacerlo -solté un sollozo- no puedo volver contigo.
Buuueno este es un poquito mas largo porque estaba inspirada!
