Sebastian estaba frente a mi, con lágrimas en los ojos mientras yo no podía reprimir las mías.
- ¿Por qué haces esto? -murmuró a duras penas.
- Porque ya no puedo seguir así.
Él alzó su brazo para intentar tocarme, pero yo me aparté inmediatamente.
- No -le dije.
- Nena, por favor.
Negué mientras soltaba un sollozo.
- Lo siento, pero ya no podemos seguir juntos.
Él soltó un jadeo de dolor e intentó volver a acercarse a mi.
- Podemos hablar de ello -dijo cuando comenzaron a caerle las primeras lágrimas.
- No, estoy harta de todo esto, Sebastian. De que antepongas tu trabajo a mi pero cuando yo lo hago, quieres discutir. Entiendo que quieras hacer todas las películas que puedas, pero yo dije que no a tres porque me necesitas contigo. ¿Y ahora qué? Ahora eres tú el que me deja siempre.
- Por favor...
- ¿Eso es todo lo que vas a decir? -dije enfadándome.
Él paró en seco y se apartó las lágrimas de la cara.
- ¿¡Qué quieres que diga, ah!? Vengo a intentar solucionarlo pero tú pareces tener la idea muy clara en tu cabeza. Simplemente di que no quieres estar conmigo porque no me quieres -dijo poniéndose enfrente y mirándome serio- simplemente dilo.
Le miré con ira.
- No quiero estar contigo nunca más -sentencie.
Él me miró con pena y rabia y se fue.
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Me dejé caer en el sillón y traté de silenciar mis sollozos cubriéndome la cara con las manos. Noté sus pasos ir hasta la puerta y le miré.
Sus ojos estaban rojos y toda su cara demostraba lo mismo que podría mostrar un hombre roto.
- Te quiero. Más que a mi vida. Solo espero que recuerdes eso antes de marcharte.
- Sebastian...
- No, he visto tus maletas en nuestra habitación. Si abandonarme es lo que quieres, te lo pondré fácil.
