Pasamos rápidamente entre los asientos ya que llegábamos tarde al partido del mundial.
Chris sabía que hoy jugaba mi país y había estado muy convincente sobre venir, pese a que sabía que yo me estresaba si perdían.
No pude rechazarlo ante su evidente entusiasmo por participar en el fútbol, al menos en el fútbol no americano. Y para ser sincera, él parecía mucho mas entregado a la causa que yo.
- Vale nena, ¿a quiénes tengo que apoyar? -gritó entre todo el jaleo.
Yo solté una risa.
- A esos -dije señalando.
- ¿Si? No pienso perderles de vista, ¡ganáremos! -gritó consiguiendo que el público le siguiera.
- Con ese entusiasmo seguro.
- ¡Nos hacen falta perritos calientes! ¿Quieres uno?
- No, cariño.
- Grítame cuando venga el vendedor... ¡UY casi meten gol!
No pude evitar reír, le veía feliz, realmente trataba de mostrar todo tipo de interés en mi país y mi cultura.
Y con sus gritos apoyando a mi equipo, supe que tenía al prometido perfecto.
Tras veinte minutos en el partido, me encontré gritando con él.
Ambos nos enfadamos cuando el otro equipo marcó, pero Chris se acercó a gritarme, provocándome una risa.
— ¿¡CÓM!? -gritó y luego se tapó la boca con frustración.
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- Lo se mi amor, lo se.
Comenzó a chapurrear el español que había aprendido conmigo con los demás espectadores.
No había visto a una pareja mas dedicada que él.
Al final, mi equipo ganó y Chris me alzó en un abrazo, ambos gritando de pura felicidad.
Me dejó en el suelo y me plantó un beso.
- No hay nada que no me guste de tu país.
Yo sonreí completamente enamorada, este era el hombre con el que iba a pasar toda mi vida.
- ¿Sabes que mas te voy a enseñar hoy de mi país? -grité entre todos los gritos de celebración.
- ¿Comida?
- Sexo, pero podemos comer si...
Él me silenció con un beso y tiró de mi hacía el coche.
