Capítulo 14

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Abel no se quedó atrás y comenzó a insultarlo a Román, el cual se quedó duro mirándolo. Victoria lo tenía a Abel agarrado de su brazo derecho. Abel hacía fuerza, pero Victoria abrió la puerta y se metió con Abel en la casa. Román seguía insultando desde su auto.

- Abel. No me hagas esto. No te pelees con Román que es un tipo pesado.

- Yo me crie en la calle, que va a ser pesado ese gil. Solo tiene guita ese mequetrefe.

- Te hablo en serio. El padre es político. No seas tonto, son pesados de verdad esos tipos. Vos quédate en el molde.

- ¡Ja! Sí, si son políticos son de la pesada en serio. No te hagas problema.

- Espero que le dicten la perimetral. No lo quiero más cerca. Los golpes no se pueden tolerar de un hombre.

- Claro que no. Encima es un cobarde pegarle a una mujer. Un sorete de persona.

Victoria fue a saludar a su madre que estaba acostada en la habitación. Estaba profundamente dormida. Victoria bajó las escaleras y fue al encuentro de Abel, lo tomó de la mano y lo llevó a su habitación. Cerró la puerta con llave y siguieron con lo que habían comenzado antes de que el violento Román los interrumpiera. Victoria tuvo que tomar la iniciativa ya que Abel estaba prácticamente paralizado.

- Epa... ¿Qué le pasa al cancherito que parecía que se llevaba el mundo por delante? Relajate un poco.

Abel sonrió y comenzó a besarla suavemente. Luego los besos fueron subiendo la temperatura y la intensidad. Se acostaron y fueron desnudándose lentamente, sin apuro. Abel no podía creer estar en esa casa, con esa mujer y que esa mujer fuera alguien como Victoria. Sentía que tocaba el cielo con la punta de los dedos. Pero una vez que terminaron, fue al baño y cuando volvió para acostarse en la cama se encendió un cigarrillo. Se acomodó al lado de Victoria mientras la acariciaba. Permanecieron así un rato hasta que Victoria no aguantó más el silencio.

- ¡Que callado que estás!

- Vos también...

- Es verdad. ¿En qué estás pensando?

- En nada.

- Dale. A mi ese chamuyo no.

- ¡Ja! – sonrió Abel –

- ¿Y?

- No quiero romper el clima.

- Romperlo tranquilo. Dale. Siempre tenemos que ir con la verdad nosotros.

- Es verdad. Pensaba en que esto no tiene mucho sentido. No tiene futuro.

- ¡Ufa! No te pongas a pensar en eso. ¿No la pasaste bien?

- Si, la pasé bien. Nunca en mi vida la pase mejor. Sos una mujer hermosa, buena, educada, fina ¿Qué más puede pedir un hombre? Nada más. Bueno, yo pediría que estés siempre conmigo.

- A ver...vos no sabés que va a pasar ni yo tampoco. Hay que disfrutar el momento, Abel. Yo no te voy a dejar porque vivas en donde vivís ni porque no tenéis plata. Yo no soy de ese tipo de minas y vos lo sabes.

- Sos una mina como pocas, pero eso no quiere decir que toda la vida estarías con un tipo como vos.

- Eso es un prejuicio. La gente como vos que vive en barrios marginales se quejan de los prejuicios de los chetos o millonarios, según su mirada. Pero vos ahora hacés lo mismo que criticás. Y muchos lo hacen. Yo no te voy a dejar por esas pavadas.

- Bueno. Veremos. Tal vez me equivoque.

- SI, te equivocás. – Le dijo Victoria con un notable enojo.

Victoria se levantó porque escuchaba ruidos. Fue a la habitación de su madre y la encontró despierta.

- Nena, escucho ruidos.

- No es nada, mamá. Era yo que estaba en la habitación leyendo y en un momento fui al baño.

- Ah. Ok. No estarás con el loco ese de Román,

- Nooooo...mami...con ese nunca más.

- ¿Estás con otro?

- No.

- Nena...soy vieja pero no boluda...lo único que espero es que te trate bien...no como el otro...

Victoria sonrió. Y pensó que su madre ni se imaginaba con quien estaba, y pensaba que si la descubría le agarraría algo. Era una mujer chapada a la antigua pero que se había aggiornado con el tema del sexo, lo que todavía tenía marcado a fuego era la idea de que los de clase alta eran superiores a los pobres. Nunca podría digerir que su hija estuviera con un chico que repartía pizza y que vivía en el barrio pobre.

Victoria se quedó un momento observándola en la penumbra de la habitación hasta que noto que se quedó dormida. Le dio un beso en la frente y se fue a su habitación. Abrió la puerta y lo encontró a Abel con cara de pocos amigos.

- ¿Y esa cara? ¿Seguís con lo mismo?

- No...

- Contaseló a tu cara

- Y bueno...es lo que pienso.

- ¿Vos sabés que yo te amo? ¿Qué me enamoré de vos apenas te vi? ¿Qué no puedo dejar de mirar esos ojazos verdes que tenés? ¿Vos sabés todo lo que me estoy jugando estando con vos? ¿Y sabés qué? No me importa lo que me estoy jugando. ¿Vos te crees que me importa la mirada de los demás? Uy si mirá...que van a pensar los vecinos. Mis amigas. La gente de mi facultad. Las chicas del club. Mis tías y primas. Mis ex. ¿Sabes qué? Me chupan todos tres huevos, Abel. Eso sí: no me falles.

SuecoWhere stories live. Discover now