Capítulo 15

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A la mañana siguiente, victoria se levantó temprano para ir a la facultad. Abel se levantó con ella e hicieron bastante "malabarismo" para que la madre no los vea salir. Victoria le llevó el desayuno a la cama a su madre para que se entretuviera un poco y se distraiga. Cuando salieron de la casa, una vecina los vio. El chisme se desparramó por el barrio como reguero de pólvora. Cuando Victoria volvió a su casa, la madre la encaró.

- Nena...la gente del barrio andá contando cosas...

- Sabés que poco me importa lo que la gente del barrio esté contando. No tienen vida, vieja.

- Pero a mi si me importa – dijo con firmeza la madre –

- A ver... ¿Qué andan contando?

- Nena...dicen que te vieron salir de acá con el pibe de la pizza, con el villerito.

- ¡No le digas así! ¡No es villerito! ¿Y si lo fuera, que? Y si...estuve con él anoche. ¿O preferís que esté con Román que me fajó? Claro...Román es de buena familia, tiene un buen trabajo – porque trabaja en la empresa del papito – juega al rugby, es gente como uno. El hijo de puta ese me cagó a palos. Pero claro, a vos te da vergüenza Abel porque reparte pizza y es pobre – le contestó Victoria que estaba a punto de explotar, estaba roja de la bronca.

- Yo no estoy diciendo que vuelvas con Román, es inadmisible lo que te hizo...pero con este pibe... ¿Qué futuro podés tener? No metas la pata, nena. Es lo único que te pido. Yo te amo.

- ¡Yo también te amo, mamá! Y me enamoré de Abel desde el primer momento en que lo vi. Me hace feliz. Eso debería hacerte feliz a vos.

- Ya se te va a pasar.

- ¡No, mamá! No se me va a pasar. El amor verdadero no se pasa. Lo llevás acá – Vicky se tocaba la panza – Lo siento en las entrañas, mamá. ¿Es tan difícil de entender?

- Está bien...vos tenés que hacer lo que sientes. Pero espero que no termines herida.

- No voy a terminar herida. Y no son como "animalitos" como me enseñaste desde chica, son seres humanos como nosotros.

- Está bien nena, está bien. Te deseo lo mejor.

- Hoy lo invité a cenar.

- ¡Qué bueno! ¿A dónde van? Vas a pagar vos, imagino.

- Mamá, no te hagas la irónica. Lo invité acá, para que cene con nosotras.

- ¿Acá? ¿Con nosotras? Pero ni cubierto debe saber usar,

- Comerá con la mano entonces. Ponete linda, vieja.

- Cocinarás vos, imagino.

Victoria se fue a su habitación. En su cabeza repiqueteaba lo que la madre le había dicho, y le daba mucha bronca. No porque tuviera razón sino por su prejuicio. Aparte más allá del amor que sentía por él y el que el sentía por ella, la relación podía llegar a su fin en algún momento, pero eso no quería decir que terminara por una cuestión de diferencia social o cualquiera de las pavadas de las cuales su madre hablaba. Ya más calmada le envió un mensaje a Abel.

- Hola mi amor, ¿Cómo estás?

- ¡Hola! Estoy en casa mirando tele. En un rato empiezo a laburar.

- ¿Dónde?

- En la pizzería.

- Hoy es martes, Abel.

- Ya lo sé. Hablé con el dueño para laburar también los días de semana. Necesito la plata para mí y para invitarte a vos a algún lugar.

A victoria se le llenaron los ojos de lágrimas. Se emocionó con las ganas de ese pibe que había nacido en lugar lleno de falencias, de violencia, de pocas oportunidades. Se sentía orgullosa de él y sentía que no se había equivocado al elegirlo.

- Me parece muy bien, Abel. Te felicito.

- ¿Es para felicitar? Hay que laburar...

- Sí, es para felicitar porque vos te querés superar. Pero hacelo por vos, no por mí.

- Lo hago por los dos.

- Está bien. Te quiero hacer una invitación...

- ¿A dónde?

- A mi casa. A cenar.

- Ok.

- Pero vamos a cenar los tres.

- ¿Qué tres?

- Vos, yo y mamá.

Abel pensó que era una broma, pero lamentablemente para él no lo era. Se quedó pensando un momento y como no quería herir a Victoria, aceptó a regañadientes.

- Está bien...

- ¡Se te nota mucho el entusiasmo!

- ¡Ja! Todo bien. Es tu mamá y tengo que respetar eso.

- Ella ladra un poco, pero no muerda, no te hagas problema.

- Está bien...

- Te espero a las 22:00. A esa hora salís, ¿No?

- Si, a esa hora salgo. Voy a casa, me baño, me cambio y vos para allá. Tipo 22:30

- Dale, te esperamos...

Llegó la hora. Abel luego de terminar de trabajar fue para su casa, se bañó y se puso lo que pudo, lo que tenía mano. Encontró un saco que era de su padre y se lo puso. Le quedaba un poco grande, largo de brazos. Cuando llegó a la casa de Victoria, tocó el timbre y espero que le abran. Desde su ventana lo miraba la madre de Victoria mientras pensaba << Mirá el villerito ese payaso. Con ese saco parece un linyera. ¡Qué asco!

SuecoWhere stories live. Discover now