Capítulo 16

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Victoria abrió la puerta con nerviosa inseguridad. Cuando lo miró a los ojos a Abel se tranquilizó un poco, ¡Lo vio tan seguro! Abel le transmitió su aplomo con su mirada serena y su sonrisa que fue como el mejor regalo para ella. Abel pasó, llevaba en sus manos dos ramos de flores. Era seguramente las flores más baratas de la florería pero a Victoria poco le importaba, eran las flores más lindas que había visto en toda su vida. Se dieron un beso mientras Victoria lo chicaneaba, cómplice, diciéndole al oído: << Ya te querés ganar a tu suegra de entrada, sos un pollerudo >> Abel sonrió con su boca y, sobre todo, con sus ojos. Pasó a ese salón que alguna vez había entrado como ladrón, pero eso no lo desanimó, ya que simplemente pensó que todos pueden redimirse y que él le agradecía a la vida ya que sentía que le estaba dando una nueva, y buena, oportunidad. Se sentó en uno de los cómodos sillones, Victoria se sentó justo enfrente de él. No tardó en aparecer la madre de Victoria. Para Abel estaba vestida como una reina, llevaba un vestido negro con zapatos no demasiado altos haciendo juego. Cuando le miró las joyas que llevaba puesta pensó << Con lo que cuestan esas alhajas come todo mi barrio diez años >> Abel se levantó para saludarla con un beso, la señora se adelantó dándole la mano. Abel no acusó el golpe, sabía que debía ser inteligente y no demostrar su descontento.

- Buenas noches, mijito – le dijo la señora con cara de desprecio –

- Buenas noches señora. ¡Qué elegante que está!

- Gracias, lamento no poder decir lo mismo. Ese saco de donde lo sacaste. Apuesto que era de tu abuelo.

- No, era de mi padre. Me queda un poco grande, pero ya si me invita a cenar todas las noches le prometo que me va a quedar mejor.

La señora se puso roja de la bronca, no podía creer el desparpajo de ese mocoso. No se iba a quedar con la boca cerrada mucho tiempo.

- Depende, querido. Vamos a ver cuánto tiempo dura este circo.

- Tiene toda la razón, la vida es un circo. Apropósito...mi nombre es Abel como usted ya sabe ¿Cómo es su nombre?

- Hortensia – la señora odiaba su nombre –

- Hermoso nombre...

- Mamá, Abel te trajo esto. – le dijo Victoria como para cortar el denso clima que reinaba en la sala –

- Ah, bien. ¿De dónde las robaste?

- No, no las robé. Aunque sería romántico como la novela "Flores robadas en los jardines de Quilmes"

- ¿La leíste? – preguntó con desconfianza Hortensia –

- Claro.

En ese momento Hortensia quedó sorprendida, esperaba a un "animalito" y se encuentra con un chico educado y encantador. Pero su desconfianza podía más ya que no le creía su actuación.

Se sentaron a la mesa. Hortensia hizo sonar la campanita que tenía sobre la mesa, a los pocos segundos apareció una chica joven con uniforme. Era la mucama de la casa. La señora le pidió a la muchacha que sirva la comida. De entrada había espárragos con salsa blanca.

- Si querés comé con la mano, nene. Acá no discriminamos a la gente que como de ese modo...

- Gracias señora, pero no estoy acostumbrado a comer de esa manera.

Abel tomó los cubiertos y comenzó a comer con tal delicadeza y utilizándolos como todo un expertos. Es más, comía mejor que Hortensia y que Victoria. Antes de tomar se limpiaba la boca con la servilleta y después de tomar también. Hasta Victoria estaba sorprendida. Claro, nunca habían comido juntos. En un momento Hortensia se puso curiosa.

- Y contame, Abel. ¿Cómo se conocieron?

- Nos conocimos...- dijo Abel dubitativo y mirando a Victoria como pidiendo auxilio –

- Mamá...él es el chico de la pizzería. El que trae el delivery.

- Ah...ni lo registré. Ahora que me decís sí. Lo que pasa es que estos chicos son todos iguales.

Abel ahora sintió el golpe. Pero no quería entrar en su juego. Hortensia había logrado ponerlo nervioso y por eso metió la pata.

- Y después nos unió...como era...sueco era... - Abel no llegó a decir nada más, Victoria lo pateó por debajo de la mesa –

- Si, mamá. Yo a él empecé a decirle el sueco. No ves los ojos que tiene. Tiene un abuelo sueco.

- ¿Un abuelo sueco? ¿Y cómo se llama?

- Juan – contestó rápido Abel –

- Un sueco llamado Juan, no me tomes el pelo, nene.

- Mamá, era John, él te lo dijo en español – dijo Victoria mientras pensaba << Qué boludez que mandé>>

- Bueno veo que me están tomando el pelo. Esta juventud se cree que pueden cargar todo el tiempo.

La cena prosiguió con las agresiones y mala onda de Hortensia. Abel ya estaba relajado y Victoria también. El vino fue haciendo efecto en Hortensia, por suerte para Abel. Se quedó dormida en la mesa, Victoria la despertó y, con ayuda de Abel, la llevó a la cama. Y al fin se quedaron solos en el salón de la casa.

- Abel...me mataste como utilizas los cubiertos

- Me lo imaginé...

- ¿Dónde lo aprendiste?

- No lo vas a creer. Por YouTube hay tutoriales. Mi padre de chico siempre se quejaba porque la gente lo cargaba por como comía. Agarraba el cuchillo como si estuviera dispuesto a matar a alguien. Y bueno me quedó esa angustia de él grabada a fuego y aprendí. No es tan difícil, ustedes los chetos la complican...

- ¡Yo no soy cheta!

- No te enojes.

- No me enojo. Y cuando le dijiste lo del libro ese de las flores, también. ¿Lo leíste en serio?

- Sí. Como leí muchos otros. Sabes lo que pasa, yo comprendí que lo único que me puede salvar es la educación y la cultura. En lugar de usar internet solo para pavadas, lo uso para cultivarme. Yo ya nací con dificultades, no quiero dar más ventaja que las que la cuna me dio.

- Sos admirable.

- No, no me siento admirable. Es un mecanismo de supervivencia. Si uno no trata de cultivar su mente cualquier boludo te puede engañar. Hay que pelearla, siempre hay que pelearla.

SuecoWhere stories live. Discover now