Capítulo 36

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Hortensia volvió del baño y la sorprendió no ver a Teresita sentada a la mesa, comenzó a llamarla pero no contestaba, entonces ingresó a la cocina. Teresita y Lili se dieron cuenta de que se abría la puerta y disimularon hablando de pavadas de la cocina. Hortensia no sospechó nada, pero le pareció algo extraño. Luego, Hortensia y Teresita fueron a la sala y se sentaron en los cómodos sillones, estaban llenas de tanto que había comido.

- Hortensia, me encantó el té. Me recordó a los viejos tiempos. Muy bien servido. Y todo de primera, de muy buena calidad.

- Gracias, Tere. Sabés que a mí siempre me gustó atender muy bien a mis invitados, siempre les doy lo mejor.

- Doy fe.

Las amigas siguieron departiendo amablemente. Más allá de sus diferencias y de ciertas falsedades, se querían mucho. Siempre habían sido amigas, siempre la una se preocupaba por la otra, aunque hubiera cierta envidia y competencia. Teresita se retiró antes de la cena y prometieron verse nuevamente antes de que ella se vaya de Buenos Aires. Hortensia se quedó un momento sola hasta que Victoria y Abel volvieron a la casa.

- ¿Cómo te fue con Teresita, mamá? – pregunto con ansiedad Victoria –

- Bien, mi amor. Vos sabés que nos queremos mucho. Es una buena mina. La vi bien y ella me dijo que me vio bien a mí. Y le creí.

- Si, siempre fue buena mina. Yo le decía tía ¿Te acordás?

- Claro, como no me voy a acordad. Vos tenía locura por ella, era como tu ídola y yo, moría de celos.

- No seas tonta mami, como vos no hay...lo único que a veces deberías morderte la lengua, pero mejor no; tengo miedo de que mueras envenenada.

- ¡Qué mala que sos, hija!

- No más que vos.

Ambas rieron y se dieron un fuerte abrazo. Ambas estaban pasando un buen momento, no solo entre ellas sino con los demás también. Victoria estaba locamente enamorada de Abel y Hortensia también de Lili, aunque no lo quería reconocer. Le parecía una locura si se lo confesaba a su hija, sabía que la podría matar con esa noticia, por eso decidió por el momento no contar nada, aparte que era una relación demasiado reciente. Cenaron los tres juntos y luego Hortensia subió a su habitación ya que estaba cansada por su trajin del día. Abel y Victoria se quedaron a solas en el salón mirando un poco te tv y charlando.

- Sabés que el otro día me dijo mamá que no le cerraba como nos habíamos conocido. Y me insistió que vos eras el cómplice de Marcelo.

- ¿En serio? Y...tu vieja no es tonta...igualmente nunca hay que contarle la verdad. Me echaría de tu casa y de tu vida. Y con razón...

- Sí...yo se lo recontra negué. Aparte fue una estupidez la explicación que le dimos, lo de sueco...jajajajajajajaja

- Si...no te rías que es serio. Pero es verdad, lo que pasa es que nos agarró por sorpresa, que íbamos a decirle.

La puerta de la cocina estaba medio entornada y, aparte, Lili aguzó su oído. Había escuchado, a lo lejos, el cuchicheo entere Victoria y Abel, pero estaba segura que había escuchado lo de cómplice. Salió de la cocina y muy decidida los encaró.

- ¿Cómo es eso de que eras el cómplice de Marcelo en el robo a esta casa? Me lo podés explicar, con la verdad, por cierto.

Abel se puso blanco, Victoria calló y solo atinó a apretarle la mano. La miró a Lili y vio en su mirada una decisión que nunca había notado en ella.

- ¿Qué pasa? ¿hay algo que no debo saber? Hablá, Abelito...hablá de una vez.

Abel trago saliva y le pasaron por la cabeza infinidad de imágenes y palabras. No podía contarle la verdad a Lili, eso la destrozaría y moriría para siempre la amistad entre ellos.

- Lili, claro que te voy a contar la verdad...algún día te la iba a contar y ahora llegó el momento.

- ¿Y cuándo pensabas contármela? Dale...largá el rollo.

- El tema fue el siguiente. Marcelo había pergeñado un robo a esta casa. Yo la verdad no tenía ganas de hacerlo, por un lado porque no quería cagarla, y por el otro porque yo ya conocía a Vicky, y como soy un cagón no le conté nada a él. Si tal vez le hubiera contado que Vicky me gustaba, Marcelo hubiera depuesto su voluntad de realizar el robo.

- La estás haciendo larga, Abelito.

- Bancame que te cuento bien.

- Dale...

- Entramos a la casa con caretas, redujimos a Hortensia atándola a una silla. Subimos a los cuartos y abrimos el de Victoria. Tratamos de hacer lo mismo que hicimos con Hortensia, Marcelo la tomó de las muñecas para bajarla junto con Hortensia y en ese momento a mí se me escapó un tiro que justo ingreso en la cabeza de Marcelo.

Lili comenzó a llorar cuando imaginó a su hermano herido. Tomó la mano de Abel y la besó. Sentía que se le revolvía, una vez más, la muerte de su hermano querido. Abel continuó con su relato.

- Yo me desesperé y le pedí ayuda a Victoria. Ya nos atraíamos antes del atraco. Ella me ayudó escondiéndome en su placar. Por eso nació lo de sueco, por lo del síndrome de Estocolmo. A Hortensia le dijimos que ella me decía sueco porque un abuelo mío lo era. Cuando vino la policía le contaron lo ocurrido y por suerte nunca quedé pegado con el robo. Borramos todas las huellas, hasta el arma que la fundí en una herrería. Fue una desgracia, Lili, yo no quise dispararle. No sabes lo que fueron para mi esos días en que se debatía tu hermano entre la vida y la muerte. Vos sabés el amor que nos teníamos, con su muerte me quedé sin mi mejor amigo, mi único amigo.

Lili seguía llorando, se abrazó fuerte a Abel mientras Victoria le acariciaba la espalda.

- Gracias por contármelo. Yo algo intuía. Pero bueno, ya está. Él hacía rato que iba por mal camino, mucho no me sorprendió cuando me enteré de que estaba herido y que había entrado a robar a una casa. Pero bueno, Marcelito no está más entre nosotros y yo lo siento conmigo todo el tiempo, siento el dolor de no tenerlo, de no poder hablar con él, de no escucharlo, de no poder abrazarlo.

Abel también se puso a llorar, pero no sabía si lloraba por Marcelo o por él. Se sentía mal por haberle mentido a Lili. Se sentía culpable, sentía que una mentira a medias era más nociva que la verdad más cruda.

SuecoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin