Capítulo 42

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Luego de desayunar Victoria y Abel salieron de la casa rápidamente para ir a ver su madre. Lili se había quedado para arreglar un poco la casa para luego ir al hospital.

- ¡Qué susto! – le dijo Abel con cara de alivio –

- Si, mucho. La verdad que pensé que la perdía a la vieja. Y luego creí que quedaría con alguna secuela, pero bueno aparentemente no.

- Seguro que no. Va a estar todo bien.

- Al final la terminaste queriendo a mi vieja, me alegro.

- No te voy a mentir, en realidad sigo sintiendo lo mismo que sentía antes, pero como te amo no quiero verte sufrir. Igual sé que tu vieja es puro humo pero es una cuestión de piel y es mutuo.

- Está bien. Gracias por no mentirme. Y es verdad ella te detesta y cada vez está peor con ese tema. El otro día le toque el tema de Lili, le dije que después de todo es igual a vos, en cuanto al origen digo, que es con lo que tanto jode.

- Y si, Lili y yo salimos del mismo lugar, tenemos la misma educación. ¿y qué te dijo?

- Me dijo que no confiaba en ella, que en algún momento iba a mostrar la hilacha y, entonces, le daría una patada en culo.

- Jajajajajajaja...no cambia más. Lili es de fierro, nunca la va a cagar.

- Bueno, a mí un poco me cagó...

- ¿Cómo? No te entiendo...

- Y...yo le di laburo, no le dije que se voltee a mi vieja...

- Jajajajajajaja...me encanta que me hables así, sin filtro. Digamos que tienen una relación que no tenemos porqué catalogar...

- Bueno, ahora el que habla con filtro sos vos.

- Bueno, tuve la mejor maestra.

Llegaron al hospital y fueron a la habitación de Hortensia y por suerte justo salía el médico.

- Buen día, doctor. ¿Cómo la vio a mi madre? ¿Cómo está?

- Buen día, hoy le hicimos la resonancia, en 48 horas tendremos los resultados, pero ya se despertó. ¡Entrá a verla!

Victoria abrazó, efusivamente, al doctor y le dio un sonoro beso en la mejilla derecha. Él se puso un poco colorado. Victoria entró a la habitación hecha una tromba detrás de ella, con mucha parsimonia, entró Abel. Casi sin ganas. Hortensia estaba con los ojos abiertos y de buen ánimo. En cuanto la vio a Victoria sonrió y de sus ojos emanaba una malicia sin nada de disimulo.

- Mi amor...te vi a vos y pensé que había muerto. Creó estar en el cielo, pero justo apareció Abel detrás de ti. Ya no sé si estoy en el infierno o en el purgatorio. En el cielo seguro que no...

- ¡Mamá! No seas mala. Me alegro verte de buen ánimo. Estas esplendida.

- Esplendida estaría si estuvieras con un hombre como el que te mereces y no con este villerito. Lo siento, después de estar cerca de la muerte uno queda sin filtro.

- Ah, no sabía que también cuando uno mismo se quiere provocar su propia muerte pasa eso. Lo voy a tener en cuenta – espetó Abel con ironía y sarcasmo mientras de sus ojos parecía salir fuego del odio que le provocaba Hortensia –

- Abel, no sigas. Mama está convaleciente – trató de frenarlo Victoria –

- Nena, no hace falta de que intervengas. Y a vos – señalándolo a Abel – te voy a observar todo lo que hagas. No des ni un paso en falso. Nada de nada. Ni afanos, ni infidelidades, ni drogas, ni alcohol. Compórtate como un monje tibetano. A mi hija no la caga nadie. Y si la caga no se la va a llevar de arriba.

- Bueno, suegrita, alguna birrita me tomo, no se lo voy a negar. Todo lo demás, pierda cuidado que no hago ni hare nada de eso, pero no porque usted me lo pida, es porque yo no quiero. Quiero ser el mejor hombre para la vida de Victoria. No se afilja en vano, aparte no olvide que voy a ser el padre de sus nietos, le guste o no.

- ¡Qué la boca se te haga a un lado! Mi hija ya se va a cansar de vos. Nunca funcionan este tipo de relaciones y menos cuando son tan jóvenes. Ya aparecerá un hombre de verdad, fino, elegante e inteligente que es lo mínimo que una princesa como mi hija se merece, sueco...Sueco...jajajajajajajajaja...en Suecia no hay villas miseria...

- Bueno, córtenla. Mama, vos tenés que descansar, siempre con lo mismo. Y vos Abel, anda para afuera. Esperame en la sala.

- Ok. Chau suegrita, que se mejore.

Abel se retiró de la habitación y se sentó en la sala. Por su cabeza pasaban miles de imágenes. Pensaba que lo mejor hubiera sido que hortensia muriera para que los dejara en paz. No le gustaba pensar eso, pero la mala relación con ella lo empujaba a un pensamiento que no le hacía bien. Victoria seguía en la habitación con Hortensia.

- Mama...tranquila. No molestes más con Abel, por favor. Si se manda alguna lo echamos los dos. Pero basta de estas escenas. Son realmente insoportables los dos.

- Está bien, nena. ¿Y Lili?

- Se quedó en casa, arreglaba un poco todo y venia para acá. Estaba re mal por vos, te quiere de verdad.

- Bueno, es un problema de ella.

- Dale, no te hagas la dura.

- Nena, nunca te conté mis cosas y ahora no voy a cambiar. Mejor hablemos de otra cosa. ¿Y Román?

- Basta, mamá. ¿Vos querés que vuelva con un tipo que me pegó?

- Algún otro amigo que tengas entonces...

- Sos tremenda, vieja. Sos insufrible.

- Si, pero me amás.

- Claro que te amo. Y ahora vamos a hablar de vos. Cuando te recuperes, psiquiatra...esta vez no te vas a escapar.

- Hablaremos de eso cuando me den el alta.

- Ok. Y me vas a contar porque tomaste la decisión que tomaste. No te entiendo. Pero bueno, tendrás tus razones. Bueno mamá, me voy a comer algo y vuelvo. Seguro que en un rato viene Lili.

- Ok, nena.

Victoria y Abel fueron para el auto, iban a ir a comer a un restaurante que no quedaba muy lejos pero no tenían ganas de ir caminando. Cuando estaban por salir Victoria recordó que se había olvidado los lentes de sol en el hospital.

- Me olvidé los lentes...que boluda...

- Bueno...dejá que los voy a buscar y de paso la saludo a Hortensia...

Abel bajó. Entró al hospital y entró a la habitación de hortensia, quien parecía dormir. Encendió la luz y tomó los anteojos. Escuchó un ruido que salía de la boca de Hortensia, cuando la miró bien la vio con su cara azul y sus ojos como salidos de sus orbitas. Abel la miró a los ojos, apagó la luz y se retiró de la habitación.

SuecoWhere stories live. Discover now