Capítulo 57

1 0 0
                                    

Hortensia se quedó mirándolo fijo a Carlos. Por un momento pensó lo que había dicho, en realidad no había querido decir sangre, pero lo había dicho.

- Bueno, Carlos. Es un decir. Me refiero a que quiero algo jugoso. Quiero que vayas hasta el hueso en la investigación.

- Sabés que soy un profesional y que hasta que no tenga una respuesta no voy a parar. Pero sangre, no.

- Ya está. Me expresé mal, me equivoqué...

Mientras Hortensia iba bajando hacia la entrepierna de Carlos hasta que la sabana la tapo en su totalidad. No tardó mucho hasta sentír un leve pero intenso gemido de Carlos. Entonces él se levantó y se fue para el baño. Hortensia se quedó en la cama pensando en Abel y en Lili. Estaba feliz de poder desenmascararlos. Luego de que Carlos salió del baño le tocó el turno a Hortensia. Luego ambos salieron del departamento y cada uno por su lado.

Cuando Hortensia llegó a su casa pensó en contarle a Victoria lo de Carlos, pero se arrepintió al instante porque sabía que su hija no iba a estar de acuerdo. Y pensó porque había heredado tan poca de su maldad. No le dio importancia. Al otro día Carlos comenzaría su trabajo. Hortensia estaba ansiosa.

Al otro día luego de desayunar, Hortensia lo llamó a Carlos.

- Hola...hoy es el gran día...

- Si, pero más tarde...

- Bueno...pensé que como buen milico te levantabas temprano...pero al pedo...no dice así el dicho...

- Si...pero yo ya no me levanto tan temprano, Hortensia...

- Bueno...bueno...

- Chau...

Carlos cortó con bronca. Luego de bañarse y desayunar bajo de su departamento y fue a su objetivo. Se subió al auto mientras se mensajeaba con su comisaria. Se tomaría el día. Llegó al barrio de Hortensia y se quedó parado en la esquina. Estuvo como dos horas y no pasaba nada de nada. En un momento Hortensia le envió un mensaje: << Ahí están saliendo. La chica con la remera marrón y el con una camiseta de básquet verde >> Al principio Carlos no los veía hasta que los divisó por el espejo retrovisor de auto. Al verlos pensó que eran solo dos simples jóvenes que recién habían salido de la adolescencia. Cuando la miró bien a Lili pensó en qué lindo sería hacer un trio con ella y Hortensia. Trato de bajar un poco su libido y comenzó con su trabajo. Luego de que Abel Hortensia se había alejado una media cuadra del auto, Carlos bajó. Los dos iban derecho al barrio pobre. Carlos los seguía una distancia prudencial. Cuando vio que pararon a hablar con un grupo de pibes en una esquina, Carlos se hizo el tonto, compró el diario y se metió en el único bar que tenía cerca. Era un bar de esos con las paredes descascaradas, las sillas con patas de acero oxidado y con un solo mozo con el delantal blanco con manchas de todos los colores y de todos los líquidos y solidos que uno pudiera imaginar. Carlos se pidió un café mientras observaba a los parroquianos y sobre todo al mozo que era un hombre de unos setentipicos que apenas vio a Carlos lo miró con ojos inquisidores, como con sospecha. Ahí comprendió Carlos que debía manejarse con mucha precaución, ese hombre no solo no era ningún tonto sino que tenía calle y noche de sobra. Mientras hacía que leía el diario, Carlos miraba por la ventana con disimulo. Podía ver Abel y a Lili que seguían hablando con los chicos con los que se había encontrado. En un momento Abel se separó del grupo y entro en lo que parecía una casa. solo se veía la pequeña puerta de entrada y a sus costados dos ventanas totalmente cerrada. Carlos le pidió al mozo la carta como para pedir algo para comer. Al rato fue Lili la que se dirigió a esa casa misteriosa. Carlos no aguanto más y comenzó a hablar con el mozo.

- ¡Que calor! Tráigame una cerveza bien helada, por favor

Carlos trató de mimetizarse con el resto de la gente que lo rodeaba, ya que casi todos estaban tomando cerveza a pesar de ser temprano. Uno de ellos que estaba acodado a la barra iba ya por la cuarta ginebra.

- ¿Usted es de por acá, don? – le preguntó en mozo con más arrebato que curiosidad –

- No. Vendo seguros. Me perdí y caí en este bar.

- Se nota que no conoce, hombre. Este es un barrio muy peligroso.

- No lo conozco.

- Lo estoy cargando, es como todos los barrios, lo que pasa es que nos hacen mala fama.

- Ah bueno, mejor así.

- No tenga miedo hombre, esta blanco como un papel.

- No tengo miedo. Me habrá bajado la presión.

Carlos se tomó rápidamente la cerveza y se pidió otra. La gente del lugar lo miraba con recelo, pero él se hacía el desentendido. En la casa donde habían entrado Lili y Abel seguía habiendo movimientos misteriosos. No aguanto más y le pregunto directamente al mozo.

- ¿Qué hay en esa casa? Es extraña.

- Es una casa como cualquier otra...

- Sí, pero...mucho movimiento de golpe.

- Lo normal – dijo el mozo –

- Sabés lo que pasa, Raúl...- le dijo al mozo uno de los parroquianos con pinta de recio –

- No, no tengo idea...

- Pasa que este "señor", si así puede llamárselo a esta rata, es cana. No sé qué carajo está buscando acá – espetó con violencia el hombre –

- No sé de qué habla. Yo solo vendo seguros.

- ¿Seguros? Usted se cree que yo olvidaría la cara del tipo que me metió en cana y que por el estuve quince años... ¡Quince años encerrado!

- Usted se confunde.

- No me confundo nada, Bauzá. No me confundo nada. – gritó el hombre arrastrando las palabras, estaba visiblemente ebrio. Vaya a saber uno cuanto hacía que estaba tomando –

- Bueno, yo me voy a retirar – dijo Carlos, dejando dinero sobre la mesa para pagar su cuenta –

- ¡Quince años de mi vida, por usted, hijo de puta! ¿Y sabe que pasó cuando volví? Mi mujer ya estaba con otro, si...me metió los cuernos...me dejó, por tu culpa. Y encima era cana el tipo...

Carlos intentó ganar la puerta pero unos hombres se lo impidieron tapándole la salida. El hombre se acercó a Carlos y le pegó un puntazo en el estómago con un cuchillo con su mango cubierto con tela blanca era, sin dudas, una faca carcelaria.

SuecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora