Capítulo 48

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Rondó no se sorprendió demasiado por la confesión de Lili ya que lo tenía a Abel en la mira, pero no podía prejuzgarlo, al menos abiertamente.

- Así que Abel...tendremos que hacer un careo...si él niega su afirmación.

- No creo que la niegue – contestó con seguridad Lili –

- Ok. Por ahora la vamos a dejar tranquila señorita, cualquier cosa que quiera agregar tiene mi tarjeta. Adiós.

Rondó se fue a la comisaría mientras pensaba en toda la información que tenía. Evidentemente Abel por algo le dijo a Lili que no le diera más la medicación. El tema era porque lo había hecho, por qué había pasado encima de Victoria. Era todo muy turbio y muy claro a la vez, solo tenía que demostrar que intenciones tuvo Abel para dejar a la señora Hortensia sin sus remedios. Llegó a la comisaria y fue a la celda donde estaba Abel.

- Vengo de la casa de tu novia, hablé con Lili.

- ¿Y?

- Me dijo que vos le dijiste que no le diera más la medicación. Si eso es verdad es muy grave...

- Pero es la verdad. Yo lo hice porque la señora estaba hecha un zombi. Incluso una vez que dejó de tomar los medicamentos no estaba tan lúcida como antes ya que debía desintoxicarse de a poco. Eso sí, caminaba mejor, se desplazaba con comodidad.

- Ja...eso lo decís porque seguís sosteniendo lo del suicidio.

- No, lo digo porque es la verdad. pregúntele a Lili y a Victoria.

- Bueno, menos mal que confesaste lo de los medicamentos, me ahorraste unos cuantos pasos. Ah...por otro lado, me llamó el secretario del juzgado y me avisó que hoy te mandan abogado.

- No quiero abogado, no tengo plata aparte.

- El abogado te lo manda el estado. No te hagas drama.

- Me niego.

- No podés negarte.

Rondó se retiró a su oficina y dejó a Abel solo. Ya lo estaba incomodando su soledad, más allá de que escuchaba los gritos y los dialogas de la celda principal en la que había como una decena de hombres. Por las noches escuchaba como algunos gemían, no sabía si realmente que era ni quería averiguarlo. Se tiró una vez más en la tabla dura que hacía de cama y de asiento. Se quedó dormido. En un momento escuchó fuertes golpes que no sabían de dónde venían, cuando se despertó vio que uno de los agentes golpeaba con su cachiporra los barrotes.

- Tenés visitas...

- ¿Quién es? ¿Victoria?

- No creo que sea Victoria...es tu abogado.

Grande fue la decepción de Abel. Luego de unos minutos vio una figura regordeta que se paró justo delante de su celda. Era un hombre alto, con el pelo revuelto y cara de bonachón.

- ¿Señor Abel Benítez?

- Si...usted es...

- Soy su abogado, me presento. Daniel Espitalleri. Soy abogado de oficio. A nosotros nos pone el estado a esas personas que no están económicamente aptas para contratar a uno.

- A uno bueno, digamos.

- No le permito. Yo soy bueno. Me gusta lo que hago, me gusta defender a los más necesitados. Discúlpeme un minutito...guardia...guardiaaaa!!! Por favor déjeme entrar a la celda de mi defendido, me quiero sentar.

Uno de los guardias apareció y trato de convencer al abogado para que no entrara o que, en todo caso, le deje poner las esposas a Abel.

- No hace falta, mijo. Nada me hará este pobre hombre inocente – mientras le guiñaba, simpáticamente, uno de sus ojos a Abel –

El guardia abrió y Espitalleri ingresó a la celda. Se sentó al lado de Abel ocupando prácticamente tres cuartos del asiento.

- Bueno...ahora estamos mejor...

- Si...- dijo Abel mientras fruncía la nariz por el olor a alcohol que despedían los poros del abogado –

- Bueno...tiene que contarme la verdad. – Espitalleri puso su mano dentro de su chaqueta y sacó una petaca de uno de sus bolsillos internos - ¿Quiere un poco, Benitez?

- No...- le dijo Abel mirándolo con gran asombro –

- Bueno, prosigamos. ¿En que estábamos? – pregunto el abogado mientras le daba un buen sorbo a la petaca –

- No se...usted me inhibe...

- ¿Cómo te voy a inhibir? ¿En serio no querés un trago? Es wiski, no es de los mejores, está dura la cosa para comprar chupi bueno. Ustedes los jóvenes toman cualquier porquería. Bueno...contame, flaco.

Abel no podía creer lo que estaba pasando. Su abogado era un alcohólico perdido, un perdedor. ¿Cómo podría defenderlo un personaje semejante? Se paró del asiento porque ya no podía soportar la presión que hacía el culo de Espitalleri contra él, y entonces se sentó en el piso apoyado en la pared que tenía enfrente.

- ¿Qué quiere que le cuente?

- La verdad, naturalmente. ¿Cómo murió la vieja?

- ¿Cómo la vieja? Sea más respetuoso, doctor.

- Bueno...la señora – buscó entre sus desordenado papeles – acá está...sí...García Uñera...Y no soy doctor, solo abogado. Me dio paja hacer el doctorado...

- García Ureña. Llamémosla Hortensia.

- Hortensia, eso. Lindo nombre. Bueno...como murió la vieja esa...

- Se ahorcó.

- Si, eso es lo que informo la policía y es lo que usted y...Liliana Caban...y Victoria...la hija de la vieja...si...si...declararon. Bueno...como murió en realidad.

- Esa es la realidad.

- Yo te voy a decir algo, pibe...- se paró, se puso de rodillas y le habló al oído a Abel – A mí, que soy tu abogado, me tenés que decir la verdad. después que tenemos la verdad vemos que hacemos con ella... ¿Capisci?

- Si...pero esa es la verdad.

- ¿Cómo se llevaba usted con la vieja? Su suegra digamos, son jodidas las suegras, la mía es terrible rompe bolas. Bueno...¿Cómo se llevaba? – mientras dio otro trago largo a la botellita –

- Mal. No le voy a mentir.

- Bueno...vamos bien. No me mientas. La vieja esa tiene mucha guita...vos la mataste para quedarte con todo cuando te cases con la piba... ¡Qué bien la hiciste! Tenés cara de boludo pero la hiciste bien – mientras los palmeaba con fuerza –

- No estoy para que me agreda...

- Bueno...no seas tan susceptible...fue un decir...

- Bueno. Me llevaba muy mal pero no al punto de matarla ni por plata ni por nada.

- Ok. Acá uno de los canas me pasó recién una cosa nueva, vos le retiraste la medicación a la vieja... ¿Por qué?

- Entre nosotros...

- Si, todo lo que digas acá queda entre nosotros.

- Le saqué la medicación para que se suicide tranquila.

- ¡Sos un genio! ¡No te lo había dicho yo! – dijo Espitalleri mientras tomaba las últimas gotas de la petaca con el entusiasmo de un adolescente –

SuecoWhere stories live. Discover now