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Rió.

— Estás loca Bárbara— volvió a reír.

— ¿Qué? No tiene nada de malo, ¿o sí?

— Soy un hombre comprometido— no se veía muy convencido—. Además, mi prometida es tu hermana.

— No estás muy seguro de que quieras estar con Luciana, se te nota hasta en la ropa. Además, no me interesa besar al prometido de mi hermana. Ella debe de pagar todas las que me hizo. Esa pedófila que se metió con dos de mis novios.

— Maldita— susurró.

Me miró algo avergonzado.

— Disculpa— dijo entrecortado—. No sabía que Luciana iba a resultar ser doble cara. A mí me decía una cosa pero en realidad era otra.

— ¿Por qué me crees a mí? ¿Acaso no piensas que te estaría mintiendo?— pregunté.

— Porque puedo mirarte a los ojos y darme cuenta de que no me mientes. Y no sé, pero siento confiar en ti.

En ese momento no sabía si abrazarlo, quedarme quieta. Reír o llorar.

— No confíes en mí— dije—. No es porque no sea de fiar, sino porque no me conoces del todo y no quiere que después te vayas a llevar la sorpresa y vayas a compararme con Luciana, que es algo que odio... Odio mucho.

— Tranquila— me pasa tiernamente las manos por la mejilla—. Te invito a cenar esta noche.

— ¿Qué hay con Luciana?— me puse nerviosa.

Acabo de analizar y creo que estoy más loca de lo normal. Acabo de darme cuenta que lo del beso era una locura. Quería ponerle un alto a esto pero muy dentro de mí quería comérmelo entero, pero no era lo correcto, por más que odiara a Luciana.

— Tranquila. Haré lo posible para poder salir contigo.

— De acuerdo. Iré a casa.

— Nos vemos— me sonrió.

Salí caminando a casa. Pensando, en lo que me acabo de meter. Ahora Zabdiel tendrá en la cabeza que debe besarme y ahora no sé cómo decirle que no quiero que me bese. Al final iré a la cena, y le dejaré todo claro. Que siga con Luciana, su prometida, por más que la odie y que si no quiere estar más con ella, yo no quiero ser la próxima.

Luego de haber llegado a casa, me eché en la cama— como siempre—, y me quedé pensando.

Joder, soy bastante extremista.

Seguro Zabdiel nunca pensó en darme un beso y ahora le implanté esa idea en su cerebro. Que mala persona soy.

Fui a la cocina y me comí unas papas que habían servido el servicio de comida. Papas fritas vacía. Que horror. Me acostumbraba a comer las papas fritas con pechugas fritas, pero ¿solo? Creo que nadie. A menos que tuviera ketchup, y ni así.

Volví a habitación a por un vestido para la cena.

Como a la dos horas, estaba escuchando música, sabía que ponerme para la noche. Estaba planeando el diseño que haré para mi clase de Costura.

Escuché unos murmullos raros. Me quité los audífonos. Ahora es una discusión y se escucha desde la habitación de Zabdiel y Luciana. ¿Con quién estará Luciana? Salí para escuchar algo y escuché la voz de Zabdiel. Zabdiel era quien discutía con Luciana. Volví a mi habitación para evitar escuchar. No quería saber porqué discutían.

Me quedé parada en la puerta a esperar a que uno de los dos saliera.

— ¡Nos vemos más tarde!— Zabdiel salió de la habitación y estrelló la puerta.

Se dio cuenta que estaba ahí.

— ¿Vienes conmigo?

Asentí. Bajé con él y nos fuimos a un parque que quedaba algo cerca.

Quedé en silencio todo el tiempo, quería dejarlo pensar y que se desahogara en silencio un poco. Ya estaba anocheciendo. Compró dos hamburguesas para ambos y nos sentamos a comer tranquilos.

— ¿Qué pasó entre Luciana y tú?— solté el miedo y pregunté.

— No confío en ella— dijo cortante.

— ¿Qué pasó?

— ¿Conoces a un tal Gerald?— me miró fijo.

¡Joder!

— Es un chico con el que yo salía en los últimos dos años. Pero descubrí que el me engañaba, me engañaba con Luciana y quedé destrozada, porque ella sabía que yo estaba saliendo con él y aún así seguían juntos. Después que corté con él ellos seguían viéndose. Y nunca pararon de verse, incluso cuando me dijo que tenía un novio acá en París, que eres tú y pues, ellos salían mucho pero no decía nada porque a ella no le gusta que se metan en sus cosas y la verdad es que no quería tener ningún problema con ella.

Apretó la mandíbula con fuerza. Pensaba que iba a romperse los dientes de la furia.

— No te preocupes Zabdiel, con Luciana no vas a tener ningún beneficio y te lo digo porque la conozco y sé todo sobre ella. Es una perra y ella no va a saber darte el valor que se merece. Y no quiero ser metida pero en estos momentos ella y Gerald se están riendo de ti en su propia cara.

— Esto no va a quedar así— se levantó enojado.

Corrí tras a él para detenerlo.

— ¡Zabdiel! ¡Zabdiel! ¡¿Estás loco?! ¡No vayas a cometer una locura! ¡Luciana no se merece que estés así, sufriendo por ella! Aprende a pensar antes de actuar, y no vayas a hacer algo del cual te vayas a arrepentir después.

— No haré nada indebido.

— ¿Y qué vas a hacer?

— Darle de su propia medicina.

Sin previo aviso me tomó del brazo con suavidad, pasó otro brazo por detrás de mi espalda sosteniendo mi cintura, pegándome a su cuerpo, para luego acercarse a mi rostro con sumo cuidado. Me mantuve quieta, consciente e impaciente por lo que estaba a punto de pasar.

Con tranquilidad y silencio, sin pedir permiso, rozó ligeramente sus labios contra los míos, atrapando él inferior entre los suyos y antes de siquiera pudiera corresponderle, un impulso me tomó y usé mis manos para alejarlo a una distancia prudente.

— Lo siento— murmuré con la cabeza gacha al separarnos, luego levanté el rostro para verlo directo a los ojos—. No puedo hacer esto.

Tomé su mano, que aún mantenía su agarre sobre mi cintura, y solté su agarre, dándome la vuelta y dejándolo, ambos con el deseo de seguir con aquel beso que no logramos comenzar. El roce de sus labios contra los míos se siente como un fantasma, toqué mi labio inferior con mi pulgar, recordando la suavidad de los suyos.

Cuñado |Zabdiel de Jesús|Where stories live. Discover now