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Estábamos en el aeropuerto, era hora de ir a despedir a Zabdiel, y como siempre, Luciana no andaba.

— Estoy muy nervioso Bárbara— su rostro notaba preocupación—. Tengo miedo de que me vaya a ir mal y que Swang quiera cerrar la empresa que con tanto esfuerzo he construído.

— Eso no va a pasar Zabdiel— lo tomé de la mano buena.

— Me he dedicado todos años a hacer de todo tipo de vestimenta y no sé qué diferente podré ofrecer para la industria de Swang.

— Algo se te va a ocurrir, eres un diseñador muy bueno Zabdiel.

— He hecho de todo en la empresa, no sé me ocurre nada por realizar.

— Lo mismo pero con nuevos diseños— dije.

— Ella quiere algo distinto y estoy segura de que quiere que se trate de otro estilo, otra pieza jamás realizada de vestimenta.

— Ahora te verás con ella, ¿por qué no le hablas y capaz te ayude en algo?

— Esa mujer no es amiga de nadie, lo que menos hará es darme ideas. Tengo que buscarla yo mismo— parecía preocupado.

— Algo se te va a ocurrir, ya verás Zabdiel. Si quieres yo podría ayudarte en lo que necesites, podría darte muy buenas ideas.

— Eres una muy buena amiga Bárbara— me toma de la mano—. Creo que voy a extrañarte por ahí, serán los dos meses más triste de toda mi vida.

— Tal vez te haga más falta el hecho de que no pueda estar ahí para ayudarte con el brazo— río al ver su yeso.

— La verdad estoy bien del brazo. Aunque admito que me cuides, me hará mucha falta.

— ¡Oye! Italia está bien cerca, si quieres te puedo ir a visitar— reí.

— Es preferible que te quedes en Francia cuidando de tu hermana— rodó los ojos.

— ¿A quién voy a cuidar?— cuestioné—, ¿a un fantasma? Porque te recuerdo Zabdiel que Luciana se fue hace dos semanas a una supuesta villa con unas supuestas amigas y encima de eso se llevó toda su ropa en su maleta.

— Ni me lo recuerdes, que hasta náuseas me provoca— esquivó la mirada y observaba la nada.

— ¿Tienes miedo a que Luciana te engañe?— rompí el silencio que causó hace unos minutos.

— No le daría importancia. Total, ya creo que lo esté haciendo— apretó los labios.

No dudo que Luciana lo esté engañando, y que sólo lo use por su dinero, típico de ella.

— Ya me tengo que ir Bárbara. Mi avión ya saldrán en 10 minutos.

— ¡Pues vete entonces!— rodé los ojos.

— ¿No me vas a dar si quiera un abrazo de despedida? Recuerda que a este bombón no lo verás en dos meses.

— Vamos Zabdiel, ni siquiera eres tan importante.

Me levanté rápido de la silla y tomé su maleta, ya que el niño no puede agarrarla.

— ¿También quieres que te lleve agarrado de las manos?— me detuve al verlo sentado aún.

— No estaría mal que al menos hicieras algo por mí.

Lo ignoré y seguí caminando.

— ¡Bárbara!— me grita y se acerca a mí—. Creo que me harás más falta de lo que me imagino.

— ¿Ah, sí?— reí—. Estás loco Zabdiel, si es obvio que te haré falta para que abuses de mí como lo has estado haciendo todos estos días.

— No estoy abusando de ti, estoy ileso y últimamente no puedo valerme por mí mismo y necesito ayuda. Tener una herida enorme en tu brazo te impide hacer varias cosas.

— ¿Una de ella incluye caminar? Porque yo creo que no tiene nada que ver una cosa con la otra.

— Ya no me digas esas cosas Bárbara que me haces sentir mal. Pero hablo en serio cuando se trata de que me harás falta— me sonrió. Me quitó su maleta y me dió un beso en la mejilla—. Cuídate mucho Barbie.

— Tú también Zabdiel— se me hizo un nudo intenso en la garganta.

Me quedé hasta ver cómo se perdía entre la multitud.

Tomé un taxi y llegué a la casa en la noche. En la puerta estaba parado Frederick, esperando.

— Estuve aquí toda la tarde llamando y nadie me contestó— dijo medio agotado.

— Si nadie te contestó debiste irte y volver más tarde.

— De tonto me he quedado aquí esperando.

— ¿Y por qué no te fuiste?— tomé las llaves y abrí la puerta. Lo invité a pasar.

— Pues que se yo— se encogió de hombros—. Tenía la esperanza de que salieras pero ya veo que andabas por ahí. Y nadie salió a decirme nada.

— Zabdiel le dió dos meses libre a su equipo de trabajo. Me confió la casa durante estos dos meses y también la empresa.

— Zabdiel— resopló grotescamente—. ¿Y en dónde andabas?

— Andaba con Zabdiel en el aeropuerto, se va a Italia, ya sabes, motivos de trabajo.

— ¿Ah sí?— noté su sonrisa de celebración, de esas que das de oreja a oreja—. ¿Por cuánto tiempo se va?

— Dos meses.

— ¡Bien!— celebró.

— ¿A qué se debe tu festejo?— seguía sin entender.

— Por fin ya no estarás tan enfocada en prestarle atención al novio de tu hermana.

— No entiendo qué estás queriendo decir con eso Frederick.

— Mira Bárbara, ese tipo Zabdiel era mi ídolo hasta que lo conocí. Él se está aprovechando de ti y a mí no me gustan los tipos que son así como él.

— Nadie se está aprovechando de mí, si soy buena onda con Zabdiel no quiere decir que me guste o algo parecido, estás muy equivocado Frederick.

— Él intentará enamorarte ya verás.

— ¿Te estás escuchando Frederick?— estaba muy enojada con él.

— Es lo que veo Bárbara. Y ahora que él no estará deberías abrir los ojos y darte cuenta que a tu alrededor hay personas que te quieren mucho y que no serán un amor prohibido.

— No me interesa estar con nadie en estos momentos, no es mi prioridad.

— Yo solo te aconsejo algo Bárbara. Analiza muy bien las cosas, porque ya está bueno como para que te fijes en quien sí te quiere.

Se dirigió hacia la puerta, se detuvo a pensar y se dió vuelta para mirarme a los ojos.

— Estaría bueno que por fin te fijaras en mí.

Cuñado |Zabdiel de Jesús|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora