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Me levanté bien temprano para llegar a la oficina, dejar algunas indicaciones que Zabdiel me había dado e informaciones para darles de parte de él. Luego, iría a la universidad. Tampoco quiero atrasarme. Ellos sobrevivirán las horas que tenga de clase.

Me preparé unas tostadas y un buen chocolate caliente bien cargado. Sabía que el día de hoy iba a ser tedioso y tenía que estar bien preparada mental y estomacalmente.

Busqué mi mochila y mi cartera. Mochila para estudiar, cartera para el trabajo. ¡Qué emoción!

Cuando bajé Frederick estaba esperándome junto a un auto rojo deportivo.

— Buenos días Bárbara— sonrió, ofreciéndome una caja de bombones.

— Buen día Frederick— tomé la caja de bombones y los abrí sin pensar.

— Quería pedirte disculpas por lo de anoche— dijo nervioso—. En verdad no estoy enamorado de ti, solo que me da bronca que la única amiga que he tenido en mi vida me sea robada por otro.

— No hay problema con eso Frederick. Si quieres olvídalo y empezamos desde cero. Cómo buenos amigos, solo eso.

— Sí claro, eso es lo que quiero, empezar desde cero. Es lo mejor para los dos, ya ves.

Nos quedamos en silencio por un rato. Ninguno sabía que decir.

— A pesar de que solo llevamos conociéndonos un mes te siento como mi mejor amiga— dijo.

— Yo igual. Eres el mejor amigo que he tenido nunca. Con tan solo caer preso conmigo, es una señal muy linda de amistad.

— No creas que iba a dejarte sola en eso. Somos amigos— se encogió de hombros.

— ¿Nos vamos?— cambié de tema.

— Quería enseñarte mi nuevo auto— señala al rojo deportivo—. Mi padre me lo regaló bien temprano esta mañana.

— Está bien cool ese regalo, ¡es muy hermoso!— me alegré—. ¿A qué se debe que tú padre te haya dado un regalo así tan grande?

— Hoy es mi cumpleaños— sonrió—, número 20. Ya soy todo un viejo.

— Sin lugar a dudas— reí—. Muchas felicidades amigo— lo abracé bien fuerte—. Perdona que no te haya preparado un regalo, no sabía. Pero te lo debo.

— No te preocupes Bárbara. El mejor regalo que me puedes dar es que estrenes mi auto y que esta noche, me acompañes a tomarnos unas cervezas.

— ¡Ay Frederick me encantaría! Pero no quiero perder sueño. Quiero estar en casa temprano y encargarme de la empresa también desde aquí. Pero lo de estrenar tu carro no es mala idea.

— No hay problema, entiendo. Pero no me haría más feliz que pasarla contigo.

— Pero...

— Pero nada. Al menos un jugo me vas a aceptar. Pero salgamos. No acepto un no como respuesta.

— Haré lo posible.

— Te traeré a las 10:30. Lo prometo— sonrió. Era difícil decirle que no a alguien tan especial y simpático como él.

— Bueno está bien. Solo si me traes de regreso temprano.

— Eso prometí— me guiñó un ojo.

— Vamos entonces.

— Venga mi reina— me tomó de la mano, abrió la puerta del coche, copiloto hasta que subiera—. De hecho, estás muy hermosa hoy.

— Gracias Fred— sonreí.

Frederick me llevó a la oficina y allí pasé la mañana completa haciendo cuentas y “dando órdenes”. Lo que me tenía cansada y con mucho dolor de cabeza. Ya deseo que pasen los benditos 2 meses y Zabdiel vuelva.

A la hora del almuerzo, Frederick vino a por mí para llevarme a un restaurante a comer, juntos a sus padres.

— Y bien querida— dice la mamá de Frederick, la señora Sophie—, ¿de dónde se conocen tú y mi hijo?

— Universidad— dije cortante.

Estaba hambrienta y el buffet que se había ordenado había tardado mucho rato.

— Mi hijo nunca nos había presentado a una amiga— sonrió el padre—. Es más, nunca lo he visto si quiera tener un amigo.

— Cariño— Sophie miró a su esposo y le hizo señas de que se callara.

— No te preocupes mamá. No me importa— Frederick rodó los ojos.

— Pero esto sería bueno de celebrar— el padre Frédéric abrió una botella de Champagne—, el cumpleaño de mi hijo y a su nueva amiga. ¡Brindemos!

Ya este almuerzo me estaba aburriendo. Y divertido fue cuando comí y ya ellos querían largarse de allí.

— ¿Te llevamos a casa querida?— Sophie me sonríe amable.

— No se preocupe. Iré al trabajo.

— Fue un placer— nos despedimos. Igual como lo hice con el padre.

Pasó un día largo después de la cena. Quería morirme y sin pensar que esta noche le prometí a Frederick salir con él, cosa que no quería.

Ya aproximándose la noche, sabía que vendría por mí, igual le diré que no querré salir con él.

Tocan el timbre. Abrí la puerta.

— Pensaba que estabas lista— quedó extrañado al verme en pijama.

— Lo siento Frederick, pero es que no tengo ganas de ir.

— ¿Es por lo de anoche? Vamos Bárbara, será una noche divertida— me tomó de las manos.

— ¡Qué no quiero ir Frederick!— le grité. Creo que me pasé un poquito de la raya.

— Si vas a ser así, mejor que sea lo que quieras hacer. Yo no voy a luchar— dijo con mirada y tono de voz serio.

— Ya basta... No puedo— lo miré con tristeza, no pude soportarlo y me di la vuelta para marcharme corriendo de ahí.

Cuñado |Zabdiel de Jesús|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora