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— ¿Desde cuándo, Frederick?— crucé los brazos—. ¿Desde cuándo es que te gusto, Frederick?

— Desde que te ví. Cuando ví la primera foto que te tomé y tenías una belleza enorme, entonces quise probar con más fotos. Y luego nos hacemos amigos. Y te conocí bien y luego, llega Zabdiel a arruinarlo todo.

— Que tonta soy, no me había dado ni cuenta— me llevé la mano a la cabeza—. ¡Por qué no me di cuenta antes!

— ¿Te hubieses enamorado de mí?— se acercó a mí.

— El amor no nace de la noche a la mañana Frederick y yo, no siento nada por ti y tampoco porque me lo pidas me enamoraría. Que no te veo como algo más. Lo siento.

— Olvida que tuvimos esta conversación, ¿vale? Qué después no quiero que nos hagamos enemigos por una simple tontería— su voz sonaba entrecortada.

— Coincido. Pienso que deberíamos dejar ese tema atrás y seguir siendo los amigos que siempre fuimos.

Se metió las manos en los bolsillos y no dijo ni una sola palabra. Salió de allí sin despedirse, tampoco es como si tuviera mucho ánimo para hacerlo.

Subí a la habitación a esperar a que Zabdiel me llamara. Y justo tuvo que hacerlo a las 02:00 de la mañana, cuando yo dormía.

— ¡Ridículo, me has despertado!— contesté el vídeo chat.

— Te vez bonita en pijama— se burló—. Muy sexy— se mordió el labio inferior.

— Deja de decir tonterías.

— Que tienes un pecho afuera, mujer.

Miré y era cierto, tenía un seno fuera. Me dió vergüenza y me arreglé rápido la pijama. Zabdiel no paraba de dar carcajadas.

— No es tan chistoso, te callas— le saqué el dedo del medio.

— ¿Qué estabas haciendo antes de que te llamara Bárbara?— rió.

— Oye Zabdiel, no soy tan sucia cómo piensas.

— Te creo, me quedo tranquilo— siguió burlándose—. ¿Lo hiciste con la intención de que te viera? Pues vaya, que me ha encantado la sorpresa.

— Felicidades, te las dejo tocar cuando vuelvas— le dije mal humorada.

— Estoy ansioso— rió—. Creo que deberíamos tenernos un poco más de confianza suertuda.

Se levantó de dónde estaba y se empezó a quitar la ropa. Se quedó en calzoncillos.

— ¿Qué piensas hacerme ahora? ¿Un stripper?— reí.

— No ahora no, pero te lo debo. Me gustaría hacértelo más cuando esté allá en la casa. Tú y yo solitos, en mi habitación secreta.

— ¿Tienes una habitación secreta? Vaya que no me lo habías dicho, quiero ir.

— Te asustaría. Es como el cuarto rojo de Christian Grey— seguía riéndose.

— ¿Lo usabas con tus chicas de París? Cómo eres un maldito mujeriego.

— Te juro que cambié cuando te conocí— la cámara se frizó por unos segundos.

— Eres tan mentiroso que ni la cámara te cree.

— Ah, vale— se puso unos pantalones pijama de florecitas.

— ¡Zabdiel! ¡Pero que ese pantalón es mío, joder!— me alteré.

— Que es muy ancho para el poco trasero que tienes. Me gustan las flores, déjamelo.

— No, me lo tienes que devolver— el pantalón es muy importante para mí, no se lo dejaría a nadie.

— Estoy muy lejos de ti cariño, así que si lo quieres, toma un avión y ven a buscarlo— meneó las caderas.

— Zabdiel por favor, fue lo único que puede salvar de mi mamá, que era su pantalón de pijama favorito— una lágrima se resbaló por mi mejilla.

— No sabía Bárbara, lo siento. ¿Me perdonas?— se sentó y me observaba.

Asentí.

— ¿Por qué fue lo único que salvaste?— estaba confundido.

— Luciana ordenó que echaran todo a la basura, incluso cosas de valor. Nunca mostró dolor por nuestros padres. Ni siquiera la ví llorar.

— Tú tranquila, eh. Tarde o temprano ella pagará todo eso. Por ejemplo, presiento que al final terminaré siendo tuyo que de ella— me guiña un ojo.

— ¡Asco!— gruñí.

— Tranquila. Solo quería sacarte una sonrisa y por lo que veo casi lo he logrado— guiñó un ojo.

Era cierto, había sonreído un poco.

— Te dejo Zabdiel— rodé los ojos—. Casi no he dormido y tengo que estará las 7 activa para ir a mi primer día de empleo.

— Cierto. Te llamaré temprano para guiarte en todo lo que tengas que hacer en la empresa.

— Vale.

— ¡Oye Bárbara! Si quieres le puedes dar empleo a Frederick. Tú decides, sí es bueno en costura puedes ponerlo en máquinas. Sino, en el área de fotografía, cómo me comentaste que le gusta tomar fotos.

— Le diré.

No quería hablar de Frederick ni de lo que había pasado ayer.

— ¡Ya Zabdiel, adiós!— le cerré.

Cuñado |Zabdiel de Jesús|Where stories live. Discover now