11

1K 65 11
                                    

Después de varias cervezas, Zabdiel por fin se había quedado dormido en la arena. Así qué, tuve que levantarlo con mis débiles brazos y llevarlo al auto para que durmiera allí. Sin mentir, tardé más de 1 hora en llevarlo al auto, y eso que el auto estaba a 2 metros de nosotros. Es que así, dormido y borracho, definitivamente pesa más.

Me quedé echada en la arena para quedarme a dormir allí, no sin antes pegarme de 3 botellas de cervezas.

•   •   •

Hubiese seguido durmiendo si no hubiese sido por una ola que casi me ahoga. Ya el sol está fuera, bien caliente. Miré al coche y no estaba. ¿Dónde se había metido Zabdiel?

Me puse a caminar en medio de la arena a ver si encontraba a Zabdiel por algún lugar. Estaba muy hambrienta y no tenía la mínima idea de como regresar a casa.

Me puse a caminar hasta por fin encontrar la salida. Ya en la calle había un patrullero de policía rodeando el carro de Zabdiel.

Corrí para ver qué estaba sucediendo.

— ¿Qué sucede oficial?— quise pasar al auto pero los policías me detuvieron.

— Este hombre salió ebrio conduciendo hace como 10 minutos y tuvo un accidente. Seguimos esperando la ambulancia.

Me quedé en shock mirando el cuerpo de Zabdiel lleno de sangre dentro del auto.

¡Dios mío, que no esté muerto!

En menos de 20 segundos la ambulancia estaba allí recogiéndolo. Yo me subí a la ambulancia diciendo que era su hermana. Dentro de la ambulancia le hicieron algunas revisiones, seguía vivo. Llegamos a una clínica cercana. Le hicieron algunos chequeos y metieron a Zabdiel en el quirófano.

Estaba muy nerviosa; intentaba comunicarme con Luciana pero no me contestaba la llamada. Aproveché que tenían a Zabdiel en sala de operación y metí a uno de los baños clínicos de esos que por más que limpies siempre están sucios. Me puse una ropa ya que todo el rato estuve en traje de baño. Me senté en la sala de espera esperando noticias sobre Zabdiel y nada de nada.

Tuve la oportunidad de dormirme y echar un sueño de dos horas, pero conociendo a los médicos de extremistas, podían salir en cualquier momento.

Trataba de comunicarme con Luciana pero era imposible. Llamé a Frederick diciéndole que no podía ir a la universidad por dicha razón, que me pusiera una excusa. El pobre se salió de clases y vino a la clínica corriendo y me trajo desayuno.

— Gracias Frederick— ya me estaba limpiando las manos.

— Para eso estamos los amigos— sonrió.

— En verdad, eres un buen amigo.

Mantuvo una sonrisa por mucho rato, después de lo que le había dicho.

— ¿Qué onda con Zabdiel?— estaba preocupado.

— Ya van a ser 3 horas que lo ingresaron a cirugía y nada de nada. Ni siquiera me dieron información de qué lo iban a operar, tenían un misterio con él, no quería que me le acercara ni nada.

— Está raro— quedó confundido—. Debió ser porque no eres su familia.

— Dije que era su hermana— encogí los brazos.

— ¿Y cómo te enteraste y tú hermana no?

— Andaba con Zabdiel. Amanecimos en la playa.

— ¿No hicieron nada supongo?— abrió los ojos como plato.

— Nada— negué—. Lo único que hizo él fue emborracharse y dormir toda la noche. Cuando amaneció no lo encontré, ni a él ni al carro. Y salí a la carretera y habían policías rodeándolo porque había tenido un accidente y estaban esperando la ambulancia.

— ¿Y no viste si Zabdiel tenía alguna herida?

— A penas como lo vi se veía todo ensangrentado, pero lo vi de lejos, no pude notar con exactitud que era lo que sangraba.

— ¿Familiares de Zabdiel?— el doctor salió a dar información—. Está en la habitación 312, ya pueden pasar.

— Gracias doctor.

Corrí hacia la habitación para verlo, era lo único que me importaba en estos momentos.

Abrí la puerta con cuidado. Tenía un yeso en un brazo y varias curitas en la cara.

— Zabdiel— me acerqué a él. Él se quejó del dolor—. ¿Cómo te sientes?

— Me duele mucho— se quejó—. ¿Qué me pasó?

— Al parecer seguías ebrio y planteaste irte a la casa sin mí y tuviste un accidente.

— Mi carro— intentó pararse de la cama pero lo detuve.

— Zabdiel, por Dios olvida las cosas materiales, tu brazo es más importante que un bendito carro. Ya cuando te recuperes te puedes comprar otro y más lindo.

— No creo que me recupere Bárbara— estaba a punto de llorar—. Un pedazo de vidrio atravesó mi brazo. Me operaron un brazo, ¿entiendes eso? Ahora tendré que permanecer con un yeso y diversos cuidados todo el tiempo.

— No importa. Yo te voy a cuidar. Luciana y yo lo haremos.

— ¿Dónde está Luciana?— notó preocupación pero también desagrado.

— No me contesta las llamadas.

— Ella debe estar en algo mejor que ver a su novio en coma.

— ¡Por Dios Zabdiel! ¡No estás en coma!— que exagero es este chico, por Dios.

— Como sea, seguro ni ha notado mi presencia en la casa.

— Te aseguro que debe estar como loca al no vernos a los dos muy temprano en la casa.

— No me importa, que se vaya a la mierda.

Me quedé en silencio. Su enfado y odio por Luciana al parece era en serio. Por más que dijera que quería arreglarse con ella iba a ser imposible.

— Zabdiel— quise captar su atención—. ¿Recuerdas algo de lo de anoche?

— Después de tomarme la primera cerveza no recuerdo nada más.

— ¿Seguro?

— Lo juro— me hizo jurar con el meñique.

— Está bien.

Que bueno que no se acuerda de todo lo que dijo. Lo que dijo de que le gustaba, seguro fueron cosas del alcohol.

— En la noche nos iremos a la casa— le dije—. Te prepararé un buen caldito.

— Para eso estará el servicio de cocina. Solo das la orden y ya.

— Pediré hacerlo yo.

Él me sonrió. No quería despegarme sus ojos de encima. Era tan lindo así. Hasta interno se ve hermoso.

Tengo miedo de empezar a sentir algo por Zabdiel, no me puede estar pasando. Es que no quiero, porque no sé y por Luciana.

Odio a Luciana pero jamás le haría algo así. Aunque estaría bueno que me cobrara algunas cosas que me hizo.

— Zabdiel— le dije. Él seguía mirándome hasta pensar.

— ¿Sí?

— Deberíamos estar más unidos que nunca ahora. No deberíamos despegarnos ni un minuto.

— Deberíamos sí Bárbara. Para mí sería un honor estar todo el tiempo de una chica tan guapa como tú.

— No digas esas cosas— juro que me sonrojé.

— Te quiero mucho Bárbara— en esos momentos se quedó dormido.

¿O se habrá muerto? No, creo que no.

¡Sí! Me dijo que me quiere. Dios que me perdone por lo que voy a hacer pero a Luciana, pero si esto que siento por Zabdiel se convierte en más que atracción no sé qué pueda pasar.

Cuñado |Zabdiel de Jesús|Where stories live. Discover now