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Salí corriendo del lugar. Quería llegar a la casa, lavarme la cara, encerrarme en el baño y no salir más.

— Ven que te llevo— Zabdiel logró alcanzarme y se estacionó a la par mía, en el vehículo.

— No gracias, sé llegar sola— seguí con mi camino.

— Bárbara— salió del auto—. Está por llover y...

— ¿Y qué?

— Estás caminando en dirección contraria.

— Ah— quedé frizada.

Voltee y caminé por donde debía caminar.

— ¡Espera Bárbara!— Zabdiel sube al auto para venir tras mí.

Yo corrí para que no me alcanzara.

— ¡Bárbara!— arrancó—. ¡Detente!

— No me persigas más Zabdiel— me detuve.

— Estamos lejos de la casa y caminando no podrás llegar. A menos que sea conmigo.

— Sé llegar Zabdiel, aunque llegue 2 horas después y con las rodillas temblándome.

— Sabes llegar tanto que ya ibas en dirección contraria— se burló.

— ¡No te rías de mí, tarado!

— Que confiansuda— rió.

— Pero si fuiste tú quien me besó.

— Tu me hiciste la propuesta para que te besara.

— Mentira— dije—. Déjame tranquila Zabdiel. No quiero saber nada contigo.

Seguí mi camino. Estaba a punto de llorar pero me contuve. No le iba a dar el gusto, llorar por quien no se lo merece.

Él seguía conduciendo detrás de mí a la misma velocidad a la que yo caminaba.

— ¿Qué quieres, maldición?

— Aunque no te quieras subir conmigo no te dejaré sola. Esta zona es muy peligrosa y más para una chica andando sola en medio de la oscuridad. Por aquí no pasan casi autos, hay ladrones por doquier.

— No quiero que me cuides. No eres nadie para hacerlo.

— Desgraciadamente soy tu cuñado. Y tengo que cuidarte.

— Tienes que cuidar a Luciana, no a mí.

— ¿Te puedes subir?— me miró a los ojos.

— De acuerdo— me subí al copiloto algo incómoda.

— Ya yo no confío en Luciana, Bárbara. Acabo de enterarme que me engaña, que es una sociopata, psicópata. Una prófuga del manicomio.

— Eso yo nunca lo dije— le aclaré.

— Tu sabes que ella podría serlo. Hasta le tengo miedo. Estoy pensando en irme de la habitación. La idea era que durmieramos separados pero se ha quedado en mi habitación como chinche.

— ¿Y por qué no la sacas tú? Total, esa habitación es tuya.

— Mi verdadera habitación está arriba, así que puedo mudarme cuando me de la gana. Pero ella es tan loca que puede ir a buscarme y obligarme a estar con ella.

— No lo hará— dije—. Y si lo hace, solamente tienes que dejarle las cosas claras y así no te molesta más. Y volvemos para Washington.

— ¿Volver?— apretó las manos al volante—. Si ella se va, ¿tu también lo harías?

— ¿Acaso crees que Luciana va a dejarme sola y viviendo en la misma casa que tú?

— Tienes razón. Tienes que ser más independiente de Luciana. Si eso sucede le dejas en claro que no quieres volver, que acá tienes una beca y estudiando lo que te gusta. Y si no quieres seguir viviendo conmigo pues, te ayudo a buscar un departamento y estés tranquila.

— ¿Podemos dejar de hablar de Luciana?

— De acuerdo. Sé lo que se siente. Es horrible hablar sobre ella.

Reí en mis adentros.

Llegamos a casa, las luces estaban todas apagadas. Zabdiel notó eso extraño, ya que él da órdenes de que durante la noche la casa por fuera esté iluminada.

— ¿Sucede algo?— lo miré extraño.

— Sube a tu habitación, hablamos mañana.

Él entró primero que yo. Entré algo asustada, no puedo negar que le temo a la oscuridad. Pasé por la habitación de Luciana, entré para ver si estaba durmiendo.

La encontré parada en la ventana, observando a la calle. Ella se había dado cuenta que había llegado con Zabdiel.

— ¿Por qué Zabdiel salió contigo?— me miró enojada.

— Tenía una cita— dije rápidamente—. Yo tenía una cita con un chico que conocí hoy y Zabdiel me hizo el favor de llevarme a ese lugar que no sabía bien donde quedaba.

— ¿Cómo se llama ese chico?— ella seguía sin creerme.

— Frederick. Está en mi clase de Costura.

— Me gustaría conocerlo— tenía cara de mala. De esas de la novelas que parecen desgraciadas.

— Seguro te vas a aburrir de él. Tiene una cámara y puede llenarte de fotos en menos de un minuto. Es un poco cansón, no creo que te vaya a agradar tanto.

— Quiero conocer a mi futuro cuñado. No me importa como sea.

— ¿Estás segura?

— Invítalo a comer mañana, yo misma me encargaré de que se sienta cómodo.

— De acuerdo.

Ahora la parte más difícil, conversar a Frederick que venga a comer mañana. Ojalá acepte.

— Otra cosa Bárbara, ¿notaste algo extraño en Zabdiel? ¿Hablaron de algo relacionado conmigo?

— No— dije nerviosa—. Si Zabdiel nunca habla de ti.

— Demonios— dijo entre dientes—. Hablamos mañana.

— Ok.

Salí de la habitación y fui a la mía.

Me eché en la cama a descansar un poco y pensar en todo lo que había pasado en el día completo.

Zabdiel estaba decidido a dejarse de Luciana, ahora me encuentro entre la espada y la pared, porque no sé qué sucederá conmigo, mi carrera después que estos dos se separen. Tampoco quiero pensar que Luciana crea que todo vino a ser por mi culpa. Tampoco quiero estar tan cerca de Zabdiel para que ella no piense mal y quiera desquitarsela conmigo.

— ¿Necesitas compañía?— Zabdiel me sorprende.

— Estoy bien sola.

— Creo que debemos hablar de lo que pasó— se sentó a mi lado de la cama—. Debemos hablar de ese beso.

Cuñado |Zabdiel de Jesús|Där berättelser lever. Upptäck nu