Capítulo 04 | Resignación

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Troné mis nudillos y maldije para mis adentros, estaba en desventaja porque él era testigo de lo nerviosa que me encontraba

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Troné mis nudillos y maldije para mis adentros, estaba en desventaja porque él era testigo de lo nerviosa que me encontraba.

Miré enmudecida a Dave, quien me regresó la mirada con serenidad. Con su dedo índice indicó que me acercara. ¡Iba a pasar! ¡De verdad iba a besar al chico de mis sueños! Todo mi cuerpo sudaba y palpitaba, seguro lucía como un bicho asustado.

Cerré los ojos y me levanté del cómodo asiento con las articulaciones temblorosas. Habría podido decir que no e irme, pero no quería hacerlo, iba a tomar cualquier oportunidad que se me presentara.

Dave caminó hasta mí con una sonrisa que enseñaba todos los dientes y hacía que quisiera pegarme a su cuerpo. Me envolvió por la cintura cuando quedamos frente a frente, deslicé mis manos a lo largo de sus brazos y las coloqué en sus hombros.

—Hola, cariño —susurró para que solamente yo lo escuchara. Una sonrisita se me escapó.

—Hola, feo. —El pecho de David vibró por la risa silenciosa. Estar con él de aquella manera tan perfecta me hacía volar por mil nubes.

—¡Estamos esperando! —gritaron los gemelos al unísono, provocando que el aire se atorara en mis pulmones.

—Tranquila, linda, no nos vamos a besar —murmuró y partió mi corazón. Intenté ignorar la punzada de desilusión en mi pecho al escucharlo, de verdad me esforcé.

Depositó un beso en mi frente y me soltó.

—Eso es todo lo que conseguirán hoy, chicos —dijo con alegría. ¡Dios! ¡Estaba feliz! Quería huir de ahí, esconderme en un rincón y llorar hasta que quedara seca. Mi mente me lastimaba murmurando que él besaba a todas, sin embargo, no quería besar a una chica como yo.

No estaba sorprendida, sí lastimada.

El juego siguió viento en popa, no pude concentrarme, no fue hasta que mi turno volvió a hacer presencia. Y antes de que pudiera ponerle un filtro a mi lengua, la palabra «reto» salió de mi boca. Los ojos perversos de Ian se mofaron de mí, el chico era un cadillo, un golpe por la pata de una comoda en el dedo meñique del pie.

—Te reto a que te quedes en ropa interior.

¿Había escuchado bien? Mi mente se quedó en blanco.

—¿Qué? —Mi voz tembló.

—Ian... —dijo David con tono de advertencia.

—¿Qué? Quiero saber si tiene tetas o pene, ¿qué hay de malo con eso? —musitó como si eso fuera algo razonable.

Hubiera preferido un bofetón o un golpe directo a la boca del estómago porque aquello me sacó el aire. Miles de puñales se clavaron en mi pecho, ¿tan masculina me veía?

—No jodas, Ian. —Dave se levantó enojado, pero yo ya había hecho una elección. No permitiría que ninguna persona me humillara, aquella fue una promesa que me había hecho años atrás.

Luz de luciérnaga © (WTC #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora