Capítulo 24 | Locura

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Me dieron de alta tres días después, estaba acomodándome la ropa en el bañito de la habitación, mientras repetía en mi memoria las conversaciones que David y yo habíamos tenido días antes.

Aún seguía sin poder creer que esas dos locas habían ideado ese plan tan estúpido. Lo único con lo que no estaba de acuerdo era que a Dave se le había ocurrido renunciar a sus ambiciones más preciadas. Yo sabía que era el sueño de su vida estudiar abogacía, no me agradaba que solo por un tropiezo en el camino se diera por vencido. Sin embargo, por más que le rogué que volviera a considerar sus decisiones, dijo que renunciaría al despacho y que buscaría otras carreras que fueran más afines con sus creencias y a su carácter.

Yo estaba en contra, él era genial siendo abogado, yo había sido testigo de su pasión. A pesar de que se lo había repetido muchas veces a lo largo de la semana, tan solo me hizo callar con besos y me dijo con seriedad que no lo iba a convencer de cambiar lo que había decidido.

Afortunadamente no habíamos tenido noticias de Richard, de Amanda o de mi madre. Leila sí que se había pasado al hospital, cuando entró, David se apresuró a sacarla, pero le pedí que nos dejara solas. Lo hizo mirándome con reproche, gracias al cielo Leila solo quería disculparse por haber sido tan imprudente. Creo que era una chica enamorada, tanto que no había meditado sus actos, tal vez su prima sabía manipularla, eso también había influido.

—He estado una vida enamorada de él, él ha estado una vida enamorado de mí. Lamento que eso te haya lastimado, de verdad lo siento —le dije porque de verdad me sentía mal. Recordé aquellas ocasiones en las que creía que David no me quería de esa forma y, ciertamente, me mataba, así que pude entenderla solo un poco, pues yo jamás habría golpeado a Dave.

—Eres una buena persona, ahora entiendo por qué David te adora —susurró con una sonrisa triste, sorprendiéndome, y se encaminó a la salida. Al abrir la puerta pude visualizar a David de pie en el umbral como un guardián—. Ten cuidado, Carly.

Dijo antes de salir, mi frente se arrugó ya que no entendía por qué tenía que tener cuidado, pero D entró en ese momento y me distrajo. Ese día también le dieron los resultados de los estudios a Dave, al parecer el golpe no había sido tan grave, ya se sentía mejor, reposar a mi lado le había servido para que el dolor de cabeza disminuyera.

Me miré en el espejo y recorrí con las yemas de mis dedos los dos pozos oscuros que había en la parte baja de mis ojos, creando una especie de máscara. Seguía más delgada de lo normal, a pesar que de que me habían dado suero e infinidad de vitaminas y cosas para mi bienestar, según decían los doctores. Mis labios estaban partidos y mi cabello era una mata revuelta.

Intenté arreglar el desastre que era mi apariencia, y aunque logré controlar mi melena, seguía luciendo desmejorada.

Escuché desde el interior del baño que la puerta de mi cuarto fue abierta, luego una serie de pisadas que se detuvieron en algún lugar. Creí que era Dave, así que no le presté demasiada importancia, continué con lo mío hasta que me sentí cómoda.

Luz de luciérnaga © (WTC #1) [EN LIBRERÍAS]Where stories live. Discover now