Capítulo 10 | Hermosa realidad

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Subí con la respiración entrecortada al auto de Manny, no hizo ningún comentario sobre mi estado emocional y se lo agradecí en mi mente porque la rabia en mi sistema no me permitía emitir palabras, me dejó lidiar con mis demonios internos

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Subí con la respiración entrecortada al auto de Manny, no hizo ningún comentario sobre mi estado emocional y se lo agradecí en mi mente porque la rabia en mi sistema no me permitía emitir palabras, me dejó lidiar con mis demonios internos.

El olor a chicle de plátano invadió mis fosas nasales, la música clásica logró que mis músculos se relajaran. Manejó por las calles terrosas del pintoresco pueblo cercano a Nashville, miré los edificios viejos, aunque en realidad estaba concentrada en otra cosa.

No había querido gritarle todas esas cosas, estuve a punto de confesarle lo mucho que lo amaba, no obstante, no había podido evitarlo.

¿Cómo se había atrevido a decir que lo lastimaba? ¿En qué sentido? Él era el que se la pasaba de cama en cama, teniendo relaciones íntimas con un montón de chicas frente a mi rostro, junto a mi habitación.

—¿Qué hizo esta vez? —preguntó en un hilo antes de dar vuelta en una esquina.

—Dijo que lo lastimo. —Arrugué el gesto con disgusto—. ¿Cómo puede decirme algo así? ¡Es a mí a la que lastima con sus estupideces! ¡Con sus errores repetitivos!

—Exactamente, Carly, son errores. Y, si es verdad que te ama, quizá tú también lo lastimaste sin saberlo. —Apretujé los párpados y acaricié con los dedos mi sien para liberar la tensión.

—Yo decidí tener novio cuando él anduvo con esa, no me miraba de ese modo, lo hubiera sabido. Yo... —Mi voz tembló. Manny se orilló frente a un parque lleno de árboles, se giró en su asiento y me miró con el semblante serio.

—Eres una mujer hermosa, pero no lo sabes —sentenció. Agaché la cabeza y clavé las pupilas en mis muslos, troné mis nudillos con nerviosismo.

—¿Eso qué? ¿Cuál es tu punto? —cuestioné.

—Creo que, si él te hubiera mandado señales, que seguramente sí lo hizo, no te diste cuenta por estar sumergida en tu autodesprecio, ternura.

—Yo no me detesto, yo solo... Soy fea en comparación con otras chicas, soy tan común y ordinaria, no tengo nada llamativo, nada que me haga aceptar que David me quiere.

—¿Quién te ha dicho toda esa basura? Lo único que yo veo frente a mí es a una mujer con un corazón enorme, unos ojos cautivantes, y un rostro precioso que insiste en mantener oculto.

Nos mantuvimos silenciosos, solamente con The Beatles sonando de fondo.

—No sé qué hacer —susurré, resignada.

—¿Has pensado en visitar a un psicólogo? —preguntó pausadamente, tanteando mi reacción, quizá pensando que estamparía mi palma en su mejilla. Me enderecé, enfoqué a Manny y apreté con dureza mi entrecejo—. No porque estés loca, pero necesitas ayuda, Carly.

Asentí, comprendiendo su punto, aunque no me agradaba en absoluto necesitar a otro para sanarme.

—¿Qué hago con él? —cuestioné y le lancé una mirada de soslayo.

Luz de luciérnaga © (WTC #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora