DOS

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CAMBOYA, SOUTHEAST ASIA

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CAMBOYA, SOUTHEAST ASIA











ÉL ESTABA MUERTO. No importaba que su corazón esté latiendo, ni que su estómago esté rugiendo de hambre, ni que la sangre aún recorriera cada parte de su débil cuerpo.

    Él se sentía muerto, por que ya no se sentía él.

    Le habían arrebatado todo: su noción del tiempo, de los días, de las noches, de las horas, de los años. Su identidad, su reputación, su fuerza, su agilidad. Y en su lugar habían colocado poderosas torturas físicas que le quitaron hasta la parte de su alma que aún permanecía pura.

    Ya no sentía dolor ni urgencia por morir. Estaba resignado a su destino y a la voluntad de su torturador.

    Mitch vio la luz nuevamente sin saber cuanto había pasado desde la ultima vez. Sus ojos tardaron en acostumbrarse a la iluminación que le golpeó la cara luego de que le hayan sacado el saco de tela con el cual lo mantenían encapuchado. No sabía cuanto tiempo hacía que estaba allí, pero fue el suficiente como para que sus rodillas no puedan soportar el peso de su cuerpo. Lo único que lo mantenía lejos del suelo eran dos sogas atadas firmemente a sus muñecas, una a cada lado de su torso. El amarre le ardía cada vez que sus piernas se vencían y se dejaba caer, pero él ya era inmune al dolor; como si su cerebro hubiese bloqueado ese sentimiento cuando era algo puntual, como un golpe o el ardor de sus heridas abiertas contra las sogas, para crear algo más generalizado: el dolor emocional.

    Estaba completamente roto por dentro.

En la pequeña y oscura habitación había un hombre que él conocía bien. Sabía por qué lo torturaba sin que le haya dicho una sola palabra sobre eso. La mirada de odio en sus ojos era la misma que Mitch tuvo años atrás cuando se prometió vengar el asesinato de su prometida Katrina.

    Sintió que merecía todo lo que le estaba pasando.

    —¿Hasta cuando vas a aguantar, Rapp? ¿Realmente tienes tantas ganas de vivir? —le preguntó el hombre, tomando un recipiente cercano y vaciándolo sobre él. Todo su cuerpo fue empapado cuando el impacto del agua fría hizo contacto con su piel.

    —¿Por quién quieres vivir, uh? ¿Por quien anhelas tanto mantenerte vivo que aún no has sido capaz de dejarte morir?

    Lo cierto es que no había nadie. Pero algo dentro de él lo mantenía vivo. Algo le decía que por más que él dolor sea insoportable, debía permanecer así.

I THINK I LOVE HIM,     mitch rapp.   ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora