VEINTICINCO

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MITCH TRAGÓ SALIVA y asintió lentamente, sintiendo una vez más el nerviosismo recorrer su piel

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MITCH TRAGÓ SALIVA y asintió lentamente, sintiendo una vez más el nerviosismo recorrer su piel. Como si nada hubiese pasado, Lydia se dio media vuelta y comenzó a caminar, sin molestarse en mirar hacia atrás para ver si él la seguía.

    Se sentía raro. Rarísimo. Se sentía capaz de hacer cualquier cosa con tal de volver a interacturar con ella de alguna forma y eso de una u otra manera lo volvía tan vulnerable que vivía en un constante estado de incomodidad consigo mismo.

    Lydia, al mismo tiempo, no tenía idea de cuanto tiempo más podía durar su falsa auto confianza y el muro que había construído cuidadosamente ladrillo a ladrillo que aislaba a su verdadero yo del mundo real. Con el corazón martillando su pecho, abrió la puerta de la habitación que les daría la privacidad que habían necesitado desde que él llegó a la CIA. Mitch la cerró detrás suyo y se dio cuenta de que ella casi no se había alejado. Permanecía inmóvil y dándole la espalda, como si estuviera en duda sobre qué hacer o qué decir.

    Su cuerpo actuó solo. Sin pensar que movimiento podría hacer y qué consecuencia traería -cosa que en él era algo bastante extraño- su mano izquierda fue a su cintura, enviando corriente a la columna vertebral de Lydia. La sensación de electricidad la recorrió de arriba a abajo, pero su mente se puso totalmente el blanco cuando su otra mano fue hasta su pelo para dejar libre su cuello, acortando la distancia entre su torso y la espalda de la chica. Su rostro se acercó lentamente y ella juró sentir que sus piernas le fallarían en cualquier momento. Mitch se quedó ahí, al lado de su piel totalmente expuesta y vulnerable, disfrutando del aroma que su cabello siempre traía, moviendo sus labios casi como un fantasma por su cuello. Estaban ahí, ella podía sentirlos, pero no la tocaban. La tentaban.

    —Te extraño —susurró en su oído. Su aliento cálido contrastó con el frío que la recorría y la hizo temblar. Un hormigueo placentero la hizo estremecer. Cerró los ojos, recordando como se sentían sus labios besando su cuello y luego cada parte de su cuerpo. Los había anhelado durante tanto tiempo que la situación parecía un sueño. Se sintió igual de protegida que la primera vez que sintió sus brazos alrededor de ella. Se sintió en paz. Se sintió en casa.

Pero aún dolía. Y si no salía de ese trance de alguna manera, rompería en llanto en cualquier momento. Aún entre sus brazos, se dio media vuelta para mirarlo a los ojos.

    —Cambié —soltó, pero no pudo sostener la mirada. Se concentró en un punto fijo en el pecho del hombre frente a ella y se dio cuenta de que a pesar de su entrenamiento, aún era mala para mentir. Mitch no supo si fue una contestación a su confesión o una nueva declaración, pero negó con la cabeza.

    —No lo creo.

    Su mano recorrió su mejilla y levantó su mentón, obligándola a mostrarle sus ojos otra vez.

I THINK I LOVE HIM,     mitch rapp.   ✓Onde histórias criam vida. Descubra agora