VEINTIDOS

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STAN HURLEY'S SAFEHOUSE

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STAN HURLEY'S SAFEHOUSE.
VIRGINIA, UNITED STATES
OF AMERICA.












DESPERTÓ de manera sobresaltada al sentir el vacío en el otro lado de su cama. El corazón le latía rápido y no lograba entender por qué, y le costó unos cuantos segundos acostumbrar su vista a la oscuridad y entrar en conciencia de la situación, saliendo del trance que le había provocado el sueño. Cuando sus palmas comenzaron a tener tacto otra vez y sus fuertes latidos dejaron de retumbar en sus oídos, se dio cuenta de que estaba sosteniendo con fuerza las sábanas en su puño. El pecho se le contrajo tanto que sintió que le comenzaba a hacer falta el aire y soltó la fina tela rápidamente, volviendo a apoyar la cabeza en la almohada sin antes revisar no haber llamado la atención de ninguno de los otros reclutas durmiendo en el galpón.

    Un año. Un año había pasado y aún seguía buscando entrelazar su mano con la de él.

Como un sueño recurrente, Lydia despertaba casi todas las noches en el medio de un sobresalto, completamente desesperada cuando no lograba sentirlo a su lado. Su mano palmeaba el lado opuesto de la cama hasta que caía en la cuenta de que su peor miedo se había hecho realidad hace mucho tiempo: él se había ido.

    Dicen que cuando tienes cosas pendientes con alguien, siquiera tu propio cuerpo y mente te dejan dormir. Lydia había leído algunos libros sobre eso, sobre que a veces hacía falta dejar las cosas claras con la persona que nos afecta para que nuestra mente pueda descansar en paz. Sin embargo, ella no podía hablar con él, no tenía la posibilidad; y así si la tuviera, no estaba segura de si lo haría.

    "Las palabras duelen" era una frase que Lydia escuchó recurrentemente durante toda su vida. Lo comprobó varias veces y con diferentes personas. Las palabras efectivamente dolían, sí. Muchísimo.

Pero ni hablar las acciones.

El problema con Mitch Rapp era que él no necesitaba palabras. No necesitó ni una para destrozarle el alma cuando se fue, ni mucho menos cuando estuvo a punto de apretar el gatillo que podría haberle dado fin a su vida; porque cuando él mismo se lo permitía, sus ojos eran capaces de decir mucho más que sus labios. Sus sentimientos se reflejarían a través de ellos de forma más clara que el agua y sabrían expresarse mejor de lo que lo haría con el habla. Sus ojos eran inolvidables, color miel, puros y reales. Cada mirada que él le había dedicado alguna vez estaba impresa en su memoria como si no hubiese pasado un año de por medio. En su interior, Mitch estaba repleto de pasión e intensidad, y sentía con tanta fuerza y tanto fuego que cada vez que Lydia centraba su vista en sus ojos moría de vergüenza a los pocos segundos, porque no sabía cómo manejar el hecho de que alguien la admire con semejante fascinación.

I THINK I LOVE HIM,     mitch rapp.   ✓Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon