VEINTITRES

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IRENE CERRÓ la puerta justo delante de su cara y Mitch tuvo que contenerse para no pegarle un fuerte golpe al metal

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IRENE CERRÓ la puerta justo delante de su cara y Mitch tuvo que contenerse para no pegarle un fuerte golpe al metal. Cerró el puño con furia y tensó su mandíbula, sabiendo que mostrarse enojado sería un signo de vulnerabilidad. Aunque nadie allí dudaría jamás de sus habilidades, que cualquiera dentro de la CIA crea que él estaba inestable era lo último que necesitaba.

Volvió a sentarse en su lugar mirando fijo al vidrio espejado y se preguntó quiénes estarían viéndolo del otro lado. Probablemente, Stan Hurley y Thomas Stansfield, uno de los peces más gordos dentro de la CIA. El jefe de los jefes. En este mismo momento, Irene seguramente habría vuelto a entrar a la oficina y estaría dándoles a ambos hombres un informe sobre su opinión, lo que seguramente llevó a un debate sobre lo peligroso que era que alguien como Mitch trabaje para la CIA otra vez, tal cual ocurría en los viejos tiempos. Todo, por qué él no era como cualquier recluta. A diferencia de los demás, él estaba dispuesto a romper cualquier regla con tal de cumplir su objetivo. Y la CIA lo sabía muy bien.

    Lo siguiente que hizo fue comenzar a sacar conclusiones sobre lo que podría pasar en las próximas horas. Las opciones eran que intenten hacerlo hablar con un psicólogo, cosa que no iba a suceder porque Mitch ya no estaba para ese tipo de cosas. Ya había pasado por eso el día que decidió unirse a la CIA y lo aguantó sólo porque fue una elección que hizo él. Lo que estaba pasando ahora en realidad era un medio para un fin, y no podía tener menos interés en cumplir con las necesidades de la organización.

    Otra opción era que el próximo en abrir la puerta sea Stan Hurley. Eso le gustaría. Especialmente porque disfrutaría mucho llevarlo al borde de la muerte por haber convertido a Lydia en una asesina. O tal vez, Thomas Stansfield sea el primero en aparecer para discutir los términos de su nuevo contrato.

    Pero lo que realmente pasó jamás lo hubiese visto venir.

Cuando Lydia abrió la puerta y clavó sus ojos en él por primera vez en un año, sintió que todo el aire abandonaba su cuerpo. La sangre bajó por completo a sus pies. El corazón se le paró los segundos suficientes como para mantenerla muerta en vida mientras su mirada analizaba las facciones que tantas veces había admirado en el pasado. Las había recorrido de mil formas con sus yemas, acariciando levemente sus mejillas, sus labios y su frente con delicadeza mientras él cerraba los ojos lleno de paz, su cabeza apoyada en su regazo mientras juntos escuchaban alguna canción un domingo a la tarde en el living de su pequeña cabaña.

Había estado del otro lado de la sala de interrogaciones desde el momento en el que llegaron al edificio de la CIA con Stan, pero no se había atrevido a mirar hacia el gigantesco ventanal frente a ella que dejaba ver a la persona que más había amado alguna vez. La sensación era agobiante. El hecho de saber que mirar hacia arriba probablemente le destroce el alma en mil pedazos una vez más, hacia que quiera ver. En el hecho de prohibirse a sí misma ser débil y alzar la vista estaba la magia de querer desobedecer sus propias órdenes.

I THINK I LOVE HIM,     mitch rapp.   ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora