16. ¿Sorpresa?

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Me puse el bóxer, salí al balcón, inhalo y veo sus ojos abrirse.

— Buenos días, Gómez.

— Buenos días, obra de arte.

Sonreí apenado, cada vez Dorian me sorprende más.

— Me pregunto dónde estará Carlos —dije caminando hacia Dorian.

— Llegó a casa, me llamó y aprovechó que nosotros pasáramos la noche en este hotel —pasea su mano por su cabello en proceso de crecimiento, carajo, es jodidamente sensual.

— Más le vale no haber usado nuestra habitación —dije, Dorian sonrió por lo bajo y despreocupado responde.

— Nadie usará nuestra habitación, ni nosotros. Antes de que repliques, la habitación está —su hilera de dientes me deja embobado— eh, está en mantenimiento, la llave de la bañera estaba dañada.

— ¿Enserio?

— Sí, no podemos entrar hasta nuevo aviso —de un salto salió de la cama y corrió al baño — si me alcanzas, haremos algo nuevo hoy.

Y con esa tentadora oferta corrí tras él.

🍂

Es extraño, desde que salimos del hotel, toma mi mano pero la suelta rápidamente, luego la vuelve a tomar y cierra sus ojos sonriendo.

Dorian es tan tierno.

Llegamos a un establecimiento grandísimo, habían muchas motos estacionadas.

— Daremos un paseo, pequeño.

— No sé manejar y no confío en tus habilidades.

Una mueca de niño pequeño me fue regalada, fue a hablar con el dueño del lugar, al final Dorian volvió con una moto morada pequeña. En este lugar todas las motos eran pequeñas.

— Dorian, en esta moto te ves muy gracioso, es muy pequeña.

Con el casco puesto y en esa moto tan pequeña se veía raro, se notaba a leguas que era muy varonil.

Y me encantaba.

— Más te vale no chocar contra postes.

Subí a la moto y era a mí medida, soy algo pequeño y esta moto me lo recuerda.

(...)

El viento chocaba con mis mejillas y apenas y podía tener mis ojos abiertos; conversaciones cortas con Dorian, sin silencios incómodos, sin dudas, sin temores, me resulta increíble estar tan feliz.

Entregamos la moto a su dueño, volvimos a casa, está vez fui yo quien tomó la mano de Dorian y no lo solté por nada, no había señal de los señores Gómez ni de Carlitos. Entramos, soltamos nuestro agarre y corrí arriba, él me siguió.

— Te dije que no podemos entrar, pequeño.

— Quiero ver —dije triste.

— Te muestro éste.

— Cochino.

— Pero si te gusta.

— ¡Todo lo tomas con doble sentido!

— ¡Me haces ser un dulce pervertido!

Ugly [Omegaverse] Where stories live. Discover now