I. Venus de Milo

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No a todo el mundo la gustan los cambios.

Sobre todo cuando te ves forzado a enfrentarte a ellos.

Algunas personas prefieren quedarse donde están, en una rutina dulce con su pequeña dosis de pimienta, pero no por ello menos feliz.

Pero de repente tu familia ha de trasladarse a otra ciudad, empezar de nuevo, conocer otras personas y dejar atrás ciertas historias.

En resumidas cuentas, el cambio suele ser algo inevitable. 

Como cuando maduras, y tu cuerpo se estira, y aumentan las velas que coronan una tarta de cumpleaños, asumes nuevas responsabilidades, el instituto termina, y todo parece un sueño.

Hasta que tu familia ha de trasladarse a otra ciudad, por motivos de trabajo, claro.

No estoy resentida ni nada por el estilo, lo prometo.

En serio.

En fin, a lo que quería llegar con todo esto (es deformación profesional, una empieza analizando otras de arte con grandes palabras y acaba dando este tipo de discursos) es que sí, hay cambios, muchos... pero hay cosas que no cambian nunca.

Como la escena que se estaba desarrollando nada más poner un pie en el edificio principal de secretaría.

- ¿Te crees que esto es un circo o algo por el estilo? Haznos un favor y vuelve a la tienda emo de la que te has escapado. La gente como tú, que a estas alturas refleja tales signos de madurez le resta prestigio y seriedad a estas nobles paredes.

- Ten cuidado preciosa, soy un libro de magia negra en la habitación y no dudaré en usarlo.

- La payasita triste escupe veneno por la boca. 

Es como volver al instituto.

Al Sweet Amoris, más concretamente, con cierta rubia haciendo maldades.

Y su hermano, intentando pararlas a tiempo.

Oh, vaya.

Mala elección, querida.

- MC, te estoy viendo venir, déjalas que se saquen los ojos solas, tú has venido aquí a matricularte.

Rosa, mi conciencia. 

Es curioso que después de tanto tiempo vuelva a sentirme así, como en ese pasillo por el que paseábamos cotorreando y cogidas del brazo. Esa noche que compartimos planes y futuro y confidencias, con las estrellas como testigo de una especie de juramento que olía a "amigas para siempre".

Luego trasladaron a mi padre y todo se fue al garete.

¿He dicho ya que no guardo resentimiento alguno?

En realidad sé perfectamente que fue mi culpa, el sarcasmo me ayuda a lidiar con ello, en cierta manera. Pero, lo dicho, fue mi culpa.

Es cierto que la distancia es un enemigo difícil de aniquilar, pero para luchar contra la misma se necesita que sean dos las personas que pongan de su parte, las que estén ahí y respondan los mensajes cuando la otra está tirando del hilo. Fui yo la que dejó una llamada sin descolgar, un texto sin respuesta.

Y algo parecido pasó con él.

Todo empezó con esperanza y voluntad, llamadas a última hora de la noche y lágrimas tras colgar. Pero esa rutina fue cambiando a medida que avanzaba el semestre, y nuevas personas aparecían en el camino, nuevos planes, trabajos, exámenes, fiestas.

El silencio acabó por imponerse.

Fue mi culpa.

Fue la de los dos.

Despedidas exentas de un "te quiero".

Como la Venus de Milo, que ha perdido los brazos. Yo he perdido un chico, un amigo, un novio.

Por eso ahora tengo que abrir la boca e intervenir. Por dejar de darle vueltas al mismo pensamiento. Por todo lo que él me enseñó, por todo lo que conseguimos juntos.

Tiempo atrás.

Miro a Rosa con ojos de cachorrillo y ella, con un gesto de la mano, me deja hacer.

- Tú sabrás dónde te metes.

Asiento y doy un paso hacia delante.

- ¿No eres un poco mayorcita para ir diciendo estas cosas?

La chica, a la que nos referiremos a partir de ahora como Chica Conflictiva, se dirigió a las dos.

- ¿Acaso no sabes defenderte sola? ¿Has tenido que convocar al aquelarre para que venga en tu ayuda?

- ¿Acaso tú no sabes el significado de la palabra "madurez"? Ya no estamos en el instituto.

- Eso díselo a tu colega.

Chica Conflictiva hizo un ademán exagerado señalando a la afectada.

Alcé una ceja. Un gesto que había aprendido del mejor delegado de la historia.

- No veo cuál es el problema.

Con un suspiro, Chica Conflictiva puso los ojos en blanco.

- No tengo tiempo para ir perdiéndolo con gente de tu calaña.

- Entonces, ¿qué haces aquí todavía?

- El pasillo es de todos, nena, ya nos veremos.

Y golpeándome (accidentalmente) el hombro al pasar, se fue por donde había venido.

Me volví para dirigirme a la chica afectada, pero fue una voz la que me dejó en el sitio.

- Vaya, parece que la justiciera ha vuelto a la ciudad.

Esa voz.

Cuando me volví había desaparecido.

Como las Formas únicas de continuidad en el espacio de Boccioni.

Esa voz.

Su voz.

Más grave, más amarga.

Pero su voz, al fin y al cabo.

- MC, ¿hola? Tierra llamando a MC, espero que vuelvas antes de que hayan vuelto a pasar 4 años.

Ella volvió a ponerme los pies en el suelo, porque yo volaba lejos, persiguiendo esa voz como en un cuento de hadas.

- ¿Qué?

- Te están hablando.

La chica de la pelea.

- Sólo quería darte las gracias. Iba a mandarla a paseo de malas maneras, pero tengo que reconocer que esto ha sido mucho más divertido.

Se presentó como Chani, estaba en la misma especialidad que yo.

Genial.

Mi primera compañera.

Mi primera pelea.

Y la primera vez que me tuve que morder el labio para evitar gritar, o correr, o llorar.

Porque ahora soy como la Venus de Milo

Ella perdió los brazos, yo un trozo de corazón.

Rewrite [Nathaniel, Corazón de melón]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن