XVI. La gran ola de Kanagawa

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Cuando me despierto y miro el espacio que me rodea, no estoy muy segura de reconocer el lugar en el que me encuentro.

Paredes blancas, olor a desinfectante.

Me palpo el cuerpo, pero lo cierto es que no me duele nada, puedo moverme a pesar de las sábanas enredadas en torno a mis piernas.

Pero me cuesta respirar.

Entonces se abre la puerta, y una silueta con bata blanca se recorta en el umbral.

No entiendo nada, lo juro, todo esto parece una toma sacada de algún tipo de película de terror en la que una joven indefensa muere descuartizada por hacerle caso a un payaso subido a un triciclo.

Necesito un arma.

- ¡MC! ¿Estás despierta? ¿Cómo te encuentras?

Qué tono tan amable para tratarse de un asesino en potencia.

- Tranquilízate, estás en la enfermería de la uni, has sufrido una crisis de ansiedad.

Oh.

Es verdad, recuerdo no encontrarme demasiado bien, faltarme el aire y... oscuridad.

- Supongo que todo habrá sido cuestión de no controlar tu respiración, la sensación de ahogo genera una respuesta tal que al final el cuerpo acaba cortando por lo sano. Dime, ¿cómo te sientes?

Creo que ya es momento de abrir la boca.

- Bien, creo. Mejor.

Se sienta al lado de la cama y me toma el pulso.

- Son fechas difíciles, y a pesar de que la memoria final es importante, la salud lo es más. Descansa por ahora, si necesitas algo estoy en el despacho al lado de la sala.

Resulta que mi supuesto secuestrador es un simpático doctor.

Genial.

Me dejo caer en la cama e intento centrarme en mi respiración, recordar poco a poco los acontecimientos del día para intentar descubrir cuál ha sido el detonante de todo esto.

Evidentemente, tenemos la cada vez más inminente presión dada por el Trabajo Fin de Grado. En mi caso aún no he sido capaz de decidir un tema reunirme con el tutor para plantearle distintas posibilidades. Está claro es uno de los factores que me han arrastrado a la cama del hospital, atendiendo a cómo se me acelera el pulso al pensar en ello.

Inspira. Expira.

Bien, recuerdo que estuve comiendo con Nathaniel.

Inspira. Expira.

Fue algo totalmente improvisado. Nos encontramos en a la salida de la universidad y simplemente me dijo que si me apetecía comer con él en un sitio cercano al campus.

- ¿Es una cita?

- MC, ¿quién te mete esas ideas en la cabeza? Deberías dejar de juntarte con esa persona.

- Siento decirte que hablamos de ti, precisamente. Quizás debería, pues, rechazar tu amable invitación.

- No hay veneno en mis palabras, Julieta. Era una broma.

Como siempre, gracias por recordármelo.

Apenas lo veía desde el día que pasamos en la playa, a pesar de que me quedé dormida a última hora.

- ¿Salías de clase?

- No.

- ¿Entonces?

Me mira con una expresión interrogante.

Rewrite [Nathaniel, Corazón de melón]Where stories live. Discover now