XXV. El acróbata

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Vale, la buena noticia es que estamos en plena caída de la red telefónica. 

La mala, por consiguiente, es que la gente presta más atención a otros medios.

La televisión es la gran referencia en momentos como este y Castiel no es tan famoso como para aparecer en la pequeña pantalla, ¿no?

Eso espero.

Además, Nath es un poco pasota con estos temas, nunca le ha ido demasiado la prensa rosa y teniendo en cuenta, además, su relación con el pelirrojo, nada tiene porqué salir mal.

¿A qué no? 

No es que haya alguien aporreando mi puerta.

Seguro que es el responsable de la residencia, que viene a echarme la bronca por algún motivo que desconozco pero tiene algo que ver con que me he dejado la luz encendida durante toda la noche o alguna milonga por el estilo.

- ¡Voy! ¡Un segundo!

Ja.

Esa mirada de ámbar hace que mis castillos en el aire se hagan añicos. 

- Hola.

- Hola, Nath, ¿qué...?

Levanta la mano, en la que sostiene una revista que me resulta extrañamente familiar. 

No dice nada.

- Pasa. Tenemos que hablar. 

Aunque parezca mentira lo oigo tragar saliva mientras camina hacia la silla del escritorio. Se sienta sin quitarse el abrigo, como si estuviera preparado para escapar en cualquier momento de la habitación.

Despechado, con el drama por bandera y las lágrimas como asta. 

Vamos allá.

- Antes de darte cualquier explicación quiero que sepas que no pasó nada entre nosotros, la prensa ha tomado las imágenes y las ha manipulado a través de los titulares.

- ¿Cuándo pasó esto? 

- La noche en la que te encontré en la puerta de mi habitación.

- ¿Y qué hacías en casa de Castiel? 

- Nos encontramos por casualidad aquella noche y me invitó a tomar algo en su casa. Yo... acepté, quiero decir, es mi amigo.

- No tienes porqué darme explicaciones.

- Ya, lo sé perfectamente. Pero al igual que tú intentas que no haya secretos entre nosotros, yo quiero hacer lo mismo.

Me siento sobre la mesa, frente a él, tomo la revista de sus manos y la hojeo mientras le cuento lo que realmente ocurrió aquél día.

- Como te decía, me invitó a su casa y yo acepté. Desde el día que fuimos juntos a casa de Lys la verdad es que no nos hemos visto demasiado y quería que nos pusiéramos un poco al día, además de que... en fin, me apetecía desconectar.

No quiero meter el dedo en la llaga, pero lo cierto es que ese día no estábamos pasando por nuestro mejor momento. 

Sus dedos me acarician la rodilla. 

- Estuvimos hablando y divirtiéndonos hasta que una cosa llevó a otra y Castiel intentó besarme. 

Su mano se tensa.

- ¿Qué?

- ¿Que de qué?

- ¿Intentó besarte? ¿Por qué?

- ¿Quizá porque resulta que soy una mujer soltera, atractiva e irresistible? ¡Yo qué sé! Querría pasar un buen rato con alguien de confianza, no le veo el problema.

Rewrite [Nathaniel, Corazón de melón]Where stories live. Discover now