XX. Composición 8

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Me toca cerrar y estoy sola en la cafetería.

El momento perfecto para que entren unos clientes de última hora, de esos que no te dejan cerrar o que no admiten un no por respuesta aunque te vean pasar la fregona concienzudamente.

No obstante, la tarde ha sido bastante tranquila, incluso he tenido tiempo para releer los apuntes y perderme un poco en mis pensamientos.

A partir de la fiesta he ganado ciertos puntos con Clemence, de tal forma que ya estoy capacitada para cerrar sola y ya no tengo que aguantar sus comentarios mordaces (al menos, no constantemente). Por otro lado, el departamento de Historia del Arte, y sobre todo el decano, me ha mostrado su agradecimiento en múltiples ocasiones, hasta tal punto que de ser una persona anónima la gente empieza a mirarme por los pasillos.

Y hay de todo, desde simpatía hasta asco.

Rosa y su embarazo van bien.

Alex y Morgan van bien.

Y Nathaniel... va, supongo.

Pero tengo un trabajo sobre arte vikingo que completar, así que no es momento de perder el tiempo con cosas que no tienen que ver con estas producciones nórdicas.

Aunque casi que viendo la hora, lo mejor será empezar a apagar luces y hacer limpieza.

Así lo hago, y en el momento en el que el local se sume en la oscuridad oigo unos golpes fuera.

Si están esperando que les abra la puerta no soy yo la que va a salir sola, al menos sin coger un palo de escoba primero.

En fin, sigamos con nuestra rutina de cierre, seguramente, a lo que salga, la persona se habrá cansado de hacer ruiditos. Si la persiana bajada no es suficiente señal de que estamos cerrados, mi silencio hará el resto.

Cuando abro la puerta empujando con el hombro, las llaves en una mano y el móvil (por si acaso) en la otra, me encuentro a una figura que parece esperarme en la pared del local.

Ni es un extraño ni lleva chándal.

Más bien es alguien... excesivamente familiar.

- ¿Has sido tú el de los ruidos?

- Sí, bueno... no sabía si era tu turno y al ver que no se asomaba nadie...

- ¿Y si la persona que llega a salir no soy yo?

- Pues hubiera vuelto mañana.

- Genial.

Guardo el móvil y me dispongo a echar la llave y terminar de bajar la persiana, él se acerca para echarme una mano.

- Muy amable por tu parte.

- Es lo menos que podía hacer.

- Ya bueno... me piro, buenas noches.

- ¡Ey, espera un segundo! Por favor...

Nuestro último encuentro no fue demasiado cordial, precisamente. Aun así me detengo y me doy la vuelta para mirarlo a los ojos.

- He estado pensando en lo que hablamos la última vez.

- ¿Sí?

- Y tienes razón, al menos en algunas cosas. Seamos amigos u otra cosa más abstracta, en ambos casos la confianza es un factor común.

- Cierto.

- Pero la confianza necesita tiempo, no es algo que se regale de buenas a primeras, porque luego pueden llegar las decepciones.

- ¿A dónde quieres llegar con todo esto, Nath?

Se lleva la mano a la oreja para juguetear con sus pendientes. Otra vez.

Rewrite [Nathaniel, Corazón de melón]Where stories live. Discover now