IX. Duelo a garrotazos

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A los pocos pasos llegamos a la puerta del bar.

Y lo cierto es que hay gente, mucha gente.

Demasiada para mi gusto.

Algunos nos miran, otros cuchichean y otros simplemente pasan (seamos sinceros, esto no es ningún tipo de película americana donde nosotros seamos los reyes del baile o algo por el estilo).

Pero él me sigue cogiendo de la mano.

- Vaya tela con el rebelde sin causa. Quién diría que sería capaz de convocar tales multitudes.

Me señala a un grupito de chicas que aparentan estar en su época de adolescencia profunda. Se han pintado la cara y llevan sendas pancartas en las manos.

- ¿Celoso?

- ¿Yo? ¿Por qué iba a estarlo?

- Creo que esa chica se acaba de quitar el sujetador para lanzarlo.

- Nena, yo no necesito recurrir un escenario para atraer a las chicas a mi cama.

- ¿Sabes, Nathaniel? A veces estás tan guapo cuando guardas silencio. En serio, quizá tú no te des cuenta, pero te aseguro...

- Coincido completamente con ella.

Esa melena digna de Mucha. Y esa cintura más bien propia de Marilyn Monroe.

Ámber.

Me quedo cortada y cierro la boca mientras Nath le da un beso en la mejilla.

- Hermanito, pero... ¿qué llevas en la mejilla? ¿Pintalabios? – Se chupa el pulgar y se lo intenta restregar por la cara – No se te puede dejar solo...

Espera, espera, espera...

Yo no lo he besado, ¿verdad?

¡Empezó él!

Me muero por gritarlo a los cuatro vientos, pero...

Ámber se ríe. Nathaniel le da un puñetazo en el hombro.

Está rojo.

Madre mía, está más rojo que el pelo de Castiel en sus mejores momentos.

- ¡Era broma! Madre mía, deberíais haberos visto las caras... ¿Estáis juntos?

- ¡Claro que no!

- Juntos y bienhallados.

Lo miro y me mira.

"Duelo a garrotazos" es una obra atribuida a Francisco de Goya en la que aparecen dos hombres hundidos en el barro hasta las rodillas dándose de palos hasta que uno de los dos... en fin, deje de moverse.

Pues a veces nosotros somos iguales.

Cada uno hundido en sus palabras y acciones.

Armado con un garrote de negación, sarcasmo e ironía.

Uno de los dos acabará herido.

Y, llamadme tonta, pero creo que voy a ser yo.

Los momentos fluyen, pero el poso que dejan más bien es como el barro.

- Bueno, creo que antes que nada vais a tener que llegar a un consenso, ¿no? Pórtate bien.

Ella se va. Y él le coge de la muñeca.

Este chico debería dejar de hacer esas cosas.

- Y tú ten cuidado, ¿me oyes?

- Eres un poquito pesado.

Rewrite [Nathaniel, Corazón de melón]Where stories live. Discover now