III. Sátira del suicidio romántico.

2.5K 227 135
                                    

- ¿Nath? ¿Nathaniel?

No.

Después de tantas emociones, lo mejor es desconectar de todo tomando algo con tus viejos mejores amigos.

Claro que nadie se espera que, una vez fuera del bar de turno aparezcan dos mamelucos con el objetivo de seguirte por la calle e intimidarla.

(Perdón, lo que quiero decir es que se espera que no pase, a nadie le gusta que le pase eso a pesar de que es algo mucho más común de lo que pensamos)

En fin, a lo que estaba: Chica va sola por la calle de noche, tíos asquerosos empiezan a hablar con ella y a seguirla, ella se prepara para correr.

Y... ¡TACHÁN! Alguien aparece entre las sombras.

Los tíos asquerosos se piran.

Y resulta que es su gran amor de la adolescencia.

Vaya, no me lo esperaba.

Para nada.

- Ese soy yo.

No puede ser.

- Oye, ¿estás bien? Pareces un poco conmocionada.

No estoy bien.

¡Por supuesto que no estoy bien!

Creo que me mareo y floto, como si estuviera saltando por un precipicio en una sátira del suicidio romántico, sin pensar, sin medir las distancias, con un puñal en la mano que se clava en mi pecho al mismo tiempo que sus pupilas de ámbar, esa sonrisa, ahora adornada por una pequeña cicatriz.

No estoy bien.

Porque duele. Y a la vez cura.

Alivia y escuece.

- Siento que esos idiotas la hayan tomado contigo.

Creo que va siendo hora de decir algo. De tragarse este nudo en la garganta. Y espero que baje rápido para acallar el cosquilleo que siento en el estómago.

- Cosas que pasan.

Es él, pero al mismo tiempo no.

No es lo que debería ser, al menos.

No es justo, y ya está.

No es justo estar lejos tanto tiempo, para encontrarme esto.

Como el que deja atrás un tesoro enterrado para volver con el tiempo y descubrir que otros se han llevado el oro.

Oro brillante, como el cabello que casi le tapa un ojo.

Sin poder evitarlo, lo miro de arriba abajo.

- Has... cambiado.

- Puede ser.

- Mucho.

- ¡Pero tú también has cambiado! Ha pasado un tiempo considerable...

- ¡Venga ya, Nathaniel! ¿Has quitado todos los espejos de tu apartamento y no te has visto o cómo va esto?

- Acaban de hostigarte y en lo único que piensas es en jugar a ver quién ha cambiado más... Típico de ti, MC.

La realidad me cala, fría.

Me estremezco y él lo nota, y baja la voz, y se acerca...

- Sabes... No iba a dejar que nadie te hiciera daño. No hubiera podido quedarme mirando sin reaccionar. Tú y yo no somos dos desconocidos, precisamente.

Rewrite [Nathaniel, Corazón de melón]Where stories live. Discover now