[EXTRA] El sueño de la razón produce monstruos.

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Me lo pienso mejor, y abro la puerta.

¡Qué demonios! ¿Qué es la época universitaria si no se hacen locuras de vez en cuando?

Él está esperando el ascensor.

Se vuelve en cuanto me ve aparecer.

- MC, ¿pasa algo?

Pasan muchas cosas, Nath, pero lo cierto es que no tengo tiempo de pararme a enumerarlas todas.

Sin más dilación, lo cojo por las solapas de la chaqueta y él me mira con unos ojos desbocados por el asombro.

- ¿Qué estás haciendo?

- Algo que debería haber hecho desde el momento en el que hemos entrado en este pasillo.

Un diálogo digno de una película de acción.

Y sin más lo beso mientras lo retengo con mis manos, aferradas a esa tela verde que se arruga entre mis dedos, tensa por lo que va a pasar, por lo que pueda pasar.

Quizá me aparte de un empujón y decida que es el momento perfecto de tener ESA conversación.

Puede que simplemente se ría de mÍ, me llame niña tonta y vuelva por donde ha venido.

¿Y si tiene novia? Ni siquiera me he parado a pensar en ello.

Lo cierto es que, a pesar de mi revuelo de interrogantes y pensamientos, me doy cuenta de que no se resiste.

Es más, creo que me está mordiendo el labio inferior.

Sí, definitivamente sí.

Entreabro los labios para que su boca se acomode a la mía.

Ahora es él quien me sujeta por las muñecas, llevándome despacio a la habitación, cuya puerta se abre milagrosamente, y Yeleen no parece haber llegado todavía.

Perfecto.

Sin miramientos, me empuja contra la puerta, bloqueando el paso, deshaciéndose de la chaqueta sin dejar escapar mi boca y buscando más piel.

A medida que crece el contacto se reduce el número de prendas.

Y yo sólo puedo pensar en ese cuerpo más ancho, más grande.

¿Dónde dices que quedaron los brazos de empollón?

Madre mía, creo que estoy salivando cuando lo miro de arriba abajo mientras se desabrocha la hebilla de los pantalones.

Me mira y se relame.

Lo cierto es que no sé dónde han ido a parar los míos, porque en menos de un segundo ya no estaban allí.

Y todo parece maravillosamente en orden.

Sobre todo cuando vuelve a abrazarme piel contra piel, me tumba en la cama, y una vez encima, retoma un camino demasiado tiempo abandonado, de mi boca a mi oreja.

De la oreja a mi cuello.

Del cuello al hombro.

Y de allí al pecho.

Su lengua está tibia y áspera, un contacto agradable, que se detiene en mis caderas.

Yo le acaricio el pelo, las orejas, suaves y peludas.

Un momento.

Lo miro, y son unos ojos de pupilas rasgadas los que me devuelven la mirada, un toque felino que se complementa con unas orejas puntiagudas que le brotan de la cabeza.

A lo que me doy cuenta, noto su cola de gato elevándose sobre su cabeza.

Lo aparto y él me bufa, se le eriza el pelo de las orejas.

A pesar de esa apariencia adorable tengo miedo.

Sobre todo cuando abre la boca y veo sus dientes afilados, las garras que ahora son sus manos.

La puerta no se abre.

Y la garganta no me responde cuando intento gritar.

Alguien me zarandea.

- ¡Despierta, estúpida! Deja de gritar de una puñetera vez, estoy intentando dormir.

Es Yeleen.

Ni rastro de Nathaniel.

Un sueño.

Menos mal.

- ¿Sabes Yeleen? Nunca pensé que diría esto pero... me alegro de verte.

- Cierra la boca y vuelve a dormir.

Rewrite [Nathaniel, Corazón de melón]Where stories live. Discover now