Epílogo. Romeo y Julieta

892 105 8
                                    

Había una vez, dos amantes malditos en la ciudad de Verona.

Había una vez, una chica tonta que se subió a un autobús.

Dos familias enfrentadas desde tiempo inmemoriales, castigadas con la muerte de sus herederos.

Dos jóvenes enfrentados por su presente, unidos por el pasados y sin tener del todo claro qué les deparará el futuro.

Todo por amor.

Todo por amor. 

A veces pienso que toda esta historia es sólo una especie de broma, y mientras veo pasar toda una serie de paisajes extraños por la ventana me reafirmo aún más en ello.

No va a aparecer.

Por lo menos tengo el billete de vuelta e igual hasta puedo cambiar la hora para irme antes, nada ha corrido por mi cuenta.

Pero si no aparece se me romperá el corazón aún más, si cabe. 

Pero si aparece será aún más complicado decirle adiós.

En fin, yo sola me he metido en esto en el mismo momento en el que he puesto un pie en el autobús. Me hubiera gustado recuperar todas las cartas anteriores, pero sólo un par quedaban intactas en la papelera.

Más disculpas, más palabras de azúcar pero ninguna explicación.

Como si estuviéramos en plena guerra y la correspondencia pudiera ser retenida y fisgoneada a la fuerza.

(Quizá es una circunstancia real y yo no soy consciente de ella, que también puede ser).

Apenas un par de minutos, el vehículo reduce la velocidad y todos se preparan para bajar. 

Soy la última en incorporarse, la última en el pasillo y la última que baja las escaleras, como si todo mi cuerpo fuera una especie de velcro que le ha cogido demasiado cariño a todas y cada una de las superficies que toco.

Finalmente, llego a tierra firme y...

No reconozco a ninguna de las personas que caminan por la estación.

Intento hacerme un hueco entre la gente pero tampoco.

Así que aquí estoy, en un sitio que desconozco, rodeada de viajeros, familiares y otros tantos, pero sola.

Bueno, quizá en la ventanilla puedan cambiarme el billete y así coger el siguiente...

Una mano, delicada como la hoja que cae del árbol, se posa en mi hombro.

Cierro los ojos.

No quiero mirar. 

No quiero darme la vuelta y verle.

No sé porqué he venido hasta aquí si todo iba más o menos bien.

No quiero llorar al ver sus pupilas de ámbar, su piel sin marcas, su alma sana y salva. 

Pero esa misma mano ahora me acaricia la barbilla y me invita a levantar el rostro.

Y puedo oír su sonrisa, por mucho que sea imposible.

Cuando abro los ojos es él, o algo así.

Lleva el pelo oculto bajo un gorro, su estilo es mucho más discreto y creo que lleva lentillas de color oscuro.

- MC.

- Hola.

Creo que los dos esperamos algo más, pero nos quedamos en dar menos, cautelosos, por si acaso.

- Gracias por venir. 

- Gracias a ti por los billetes. 

- ¿Quieres que vayamos a un sitio más tranquilo?

Rewrite [Nathaniel, Corazón de melón]Where stories live. Discover now